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La nahuatización del Preclásico en Tomás Fidias Jiménez

Federico A. Paredes Umaña

Doctor en Arqueología

Director del Proyecto Arqueológico Cabezas de Jaguar

 

Tomás Fidias Jiménez hizo interesantes anotaciones sobre la escultura del occidente de El Salvador. Reconoció las semejanzas y características compartidas por un número indeterminado de monumentos de la tradición Cabeza de Jaguar que tuvo a la vista y adelantó elementos importantes para explorar el significado antiguo de dichos monumentos. Pero, viagra por diferentes razones sus aportes han sido pasados por alto, generic y una de ellas quizá sea que su obra está llena de referencias nahuatizantes que, aplicadas a los monumentos que él mismo sitúa –correctamente– en el período Preclásico (600-300 a.C.), desconciertan a un lector formado en la tradición histórico-cultural, que estableció la llegada de los hablantes de nahuat a Centroamérica no antes del período Clásico tardío, es decir, entre el 600 y el 900 d.C.

Examinemos tanto dificultades como riquezas en la propuesta original de Fidias. Comencemos por las dificultades. Cuando el autor propuso usar conceptos nahuas para explorar el significado antiguo de los monumentos datados entre el 600 y 300 aC., de manera implícita conectaba la tradición nahua –predominante entre los grupos indígenas del occidente de El Salvador, según se desprende de las fuentes históricas, la toponimia y las comunidades de hablantes que existen hasta el presente– con los desarrollos del periodo Preclásico y, por lo tanto, les atribuía una antigüedad de unos 23 siglos en el territorio. De esta manera, Fidias carga sobre sus hombros con una tarea redentora del indígena nahua, quien ha sido invisibilizado por la sociedad salvadoreña, situándolo no solo como heredero, sino como arquitecto de la tradición más antigua de la era prehispánica.

Pero para Fidias no bastó con localizar a los nahuas en el Preclásico del occidente de El Salvador. En su artículo de 1972, titulado “Los Olmecas de El Salvador y sus relaciones mesoamericanas”, y publicado en la revista Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala n.º 45, el investigador nuevamente nahuatiza a los primeros habitantes del territorio salvadoreño, y esta vez sube el volumen, puesto que utiliza las formas lingüísticas particulares del nahuat salvadoreño –el pipil– para conseguir una aproximación más ad hoc de los primeros pobladores del territorio, a los que llama indistintamente ulmecaz y tultecaz.

La propuesta de Fidias solo puede entenderse al conocer mejor la tradición intelectual a la que perteneció. Él era conocedor de los textos de Bernardino de Sahagún y de muchos otros cronistas de la colonia que dedicaron sendas obras a la recopilación de las costumbres y la religión de la cultura nahua del centro de México. Siguiendo una tradición que Santiago Ignacio Barberena esbozó a finales del siglo XIX e inicios del XX, el pequeño grupo de intelectuales salvadoreños interesados en el pasado indígena de la Nación dirigió su atención a la vasta documentación de la cultura nahua en la Nueva España, para su aprovechamiento en la edificación de una historia antigua de El Salvador que, por lo demás, no terminó de cristalizar en las narrativas nacionalistas. La nahuatización en Fidias, por lo tanto, no es fortuita, pero él no se conformó con usar los conceptos nahuas del centro de México para explorar la cultura nahua de El Salvador, sino que en su estudio de las variantes locales llegó a proponer una suerte de pipilización de algunos conceptos mesoamericanos.  Veamos cómo Fidias explica el significado del monumento 22 de la tradición Cabeza de Jaguar, a la que nos referimos en la entrega anterior:

“Ketzalcúuat (Ketzalcóhuatl) simbolizando LA DUALIDAD se identifica, en este caso, con la DEIDAD UMETECUTLI o EL DOS VECES SEÑOR, como Protector de la Agricultura en dos fases atributivas: la una, […]como TUNACATECUTLI o EL SANTO DADOR DE LOS MANTENIMIENTOS en su aspecto positivo por el lado de la vida y, como MICTLANTECUTLI, el Señor de MICTA o EL SANTO DE LOS MUERTOS por el lado negativo…”

Las virtudes de la propuesta

El investigador identifica correctamente la dualidad patente en los monumentos mediante el ojo vivo y el ojo muerto. Pero la dualidad vida/muerte no se remite a una combinación de elementos aparejados. En el ejemplo referido —una divinidad creadora que sintetiza varios elementos— destacan el pájaro Ketzaltútut y la serpiente Cuuat, reunidos con un rostro humano que tiene por máscara la cabeza del ave. Fidias también sugiere que la voluta del habla está representada en el monumento, un atributo por demás desconocido en la escultura en bulto, y muy común en las representaciones pictóricas mesoamericanas del Posclásico y de la Colonia (1200-1521 d.C. en adelante). Esta mera sugerencia de Fidias no podía ser corroborada en 1957, a partir de un solo ejemplo; sin embargo, su propuesta se sostiene a partir del estudio de los elementos constitutivos de 56 monumentos de la tradición Cabeza de Jaguar conocidos en la actualidad. Podemos decir entonces que el elemento que Fidias propone como voluta del habla, está presente en los monumentos 22, 41 y 53 de la tradición Cabeza de Jaguar.

El efecto sugerente de la nahuatización del Preclásico en Fidias Jiménez

Si bien la lengua que se habló durante el Preclásico en el actual territorio de El Salvador no es conocida, el consenso entre lingüistas es que muy probablemente no se trató de una lengua de la familia Yuto-Nahua (de la que forma parte el pipil), sino de lenguas de las familias Mixe-Zoqueanas, Mayas, Xincas o Lencas. Entonces la propuesta de Fidias solo puede ser vindicada a partir de que penetra en conceptos que si bien son conocidos para el mundo nahua, tienen un arraigo panmesoamericano y ocurren desde el periodo Preclásico. La sugerencia del tunacatecutli, expresión que vivifica la voz que literalmente significa “nuestra carne”, tu-nacaz, y que alude a otro concepto hermano, el tu-naca-tepet, (tonacatepeque en nuestro español actual), cerro de nuestra carne, de nuestros mantenimientos, en alusión al precioso cerro de agua/cerro del maíz, reviste una relevancia insoslayable para profundizar en los conceptos mesoamericanos que explican una tradición de monumentos tallados que acompañaron los retratos de gobernantes desde el periodo Preclásico, y que, estudiados de manera independiente —a partir de la iconografía— permiten conclusiones concurrentes sobre su significado.

En la próxima entrega, haremos una aproximación iconográfica a la tradición Cabeza de Jaguar y presentaremos sus elementos constitutivos.

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Pie de foto: 50 monumentos de la tradición Cabeza de Jaguar del occidente de El Salvador. Dibujo: Daniel Salazar. Cortesía Proyecto Arqueológico Cabezas de Jaguar. 

 

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