A la izquierda, ambulance mapa que muestra las diferentes tradiciones escultóricas del sureste de Mesoamérica durante el Preclásico tardío, incluyendo la zona nuclear de las Cabezas de Jaguar al este del río Paz. Derecha, en dos columnas, diez ejemplos de la tradición Cabeza de Jaguar procedentes del occidente del actual territorio de El Salvador.
Federico A. Paredes Umaña
Doctor en Arqueología
Director del Proyecto Arqueológico Cabezas de Jaguar
Si en el siglo XIX y buena parte del XX entendimos por cultura aquel cultivo que poseen unos en mayor grado que otros, o en asociación directa con el folclor y las tradiciones populares, desde finales del siglo XX hasta nuestros días las definiciones de cultura han cambiado y están enfocadas en la potencialidad creativa del ser humano, es decir, en los procesos de transformación y en la configuración de sentidos prácticos, éticos y estéticos en la esfera social. Como dice un teórico contemporáneo de la cultura, “si no nos construímos, nos construyen”. Entonces, si pensamos la cultura en su rol transformador, veremos porqué es tan importante para los tiempos que estamos viviendo. Una apuesta por la cultura es una apuesta por la transformación social y por el desarrollo de los potenciales creativos de nuestra sociedad.
La buena noticia es que la propuesta de Ley Nacional de Cultura, sometida a la Asamblea Legislativa en 2012 por la fracción del FMLN, finalmente está siendo discutida en la comisión especial. Los conceptos de dicha ley y las apuestas de creación institucional son de la mayor importancia para una sociedad que busca nuevos rumbos, pensar y hacer las cosas de manera fresca y diferente. Veamos cómo define dicha propuesta el concepto de cultura en su artículo 3.
“Para los efectos de la presente Ley se entenderá por cultura el conjunto de valores y creencias que dan forma, orientan y motivan el comportamiento de las personas. Comprende el conjunto de procesos de producción, reproducción, e intercambios simbólicos cuya génesis reside en la dimensión humana creadora de sentido que se expresa en realidades tangibles e intangibles. La matriz cultural constituye el tejido en el que individuos y grupos humanos configuran los sentidos -prácticos, éticos y estéticos- que marcan las obras y los procesos materiales y espirituales de una sociedad en una época y que sustentan los imaginarios y procesos de configuración de la identidad y pertenencia a ella.”
¿Cómo se traduce este concepto a la práctica y cómo se articula en una ley que genere políticas públicas novedosas? Eso es lo que los diputados no pueden perder de vista durante sus discusiones en la comisión de Cultura de los días martes. La propuesta de ley considera varios aspectos fundamentales que se derivan de la nueva concepción de cultura, por ejemplo, busca la ampliación de la base de cobertura de la seguridad social para incluir a los trabajadores del arte y la cultura independientes, y la profesionalización en la formación artística a nivel superior mediante la creación del Instituto Superior de las Artes (ISAR). Otra de sus virtudes es la propuesta de un fondo nacional concursable para la cultura y las artes, que funcionaría vía un fideicomiso que garantice una inversión estatal en la investigación, producción y difusión de la cultura y sus procesos creativos y transformadores en el país. ¿Que somos pobres y que no hay recursos? Es cierto, pero los que existen se pueden administrar mejor y, si sabemos para dónde queremos caminar, los recursos se consiguen.
Mas adelante en el texto, la propuesta de ley de cultura dice:
“Así mismo se considera que el potencial creador humano, en su diversidad, constituye la base real para que la cultura, desplegada como realización de las vocaciones y de las capacidades humanas de transformación de la realidad, cumpla un papel de articulación social, ya que la dimensión creativa es una condición humana universal que facilita el diálogo, la comunicación y los entendimientos.”
Pensar la arqueología de El Salvador en este contexto, como objeto de estudio y como proceso incompleto y perfectible en método y en epistemología, es sin duda una urgente necesidad y también un compromiso para los profesionales de esta disciplina. Solo la presentación y debate de las ideas puede proporcionar el marco necesario para la modificación de los marcos de referencia actuales.
Del rol transformador de la arqueología salvadoreña
La práctica de la arqueología en El Salvador no puede existir al margen de los diversos fenómenos sociales que conforman la realidad del país. En ese sentido,el objetivo no es solo conocer el pasado sino transformar el presente.
Cabe entonces la pregunta ¿Cómo pueden aportar los arqueólogos, desde posiciones políticas responsables, a la transformación de la sociedad del presente? Una respuesta concreta es la disposición al debate, a la formulación de preguntas generadoras que se sitúen fuera de la esfera de la autocomplacencia, de los nacionalismos facilistas y de la tradición culturalista que subyace a la praxis de la arqueología en la región. El rol transformador de la arqueología salvadoreña depende, en primer lugar, del establecimiento de sus principios y sus fines.
Los aportes de la arqueología social latinoamericana constituyen un marco de referencia básico y formador; entre ellos, destacamos el compromiso político expresado mediante la producción científica, la contrastación del dato empírico con la formulación teórica, el análisis de las posiciones y posturas adoptadas por otras arqueologías con el fin de transformar los discursos acerca de la realidad, y la búsqueda de aplicaciones sociales de las contribuciones teóricas de la arqueología social en el campo de la educación formal e informal.
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