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Wendy Nohemy fue quien recibió a los delegados del MOP y les acompañó en el recorrido por la comunidad del caserío La Pista.

La llamada que sorprendió a una comunidad

José Mejía | @JosMejia

Nosotros venimos a tomar este lugar porque está baldío desde hace 27 años, sick capsule porque no teníamos dónde vivir y vivíamos en zonas de riesgo. Antes vivíamos a orillas del río Tihuapa y otros vivían arrimados en casas de sus padres… por eso venimos a establecernos aquí…”. Wendy Nohemy.

Las 10 y media de la mañana en el Caserío La Pista del cantón Cangrejera del puerto de La Libertad en pleno verano salvadoreño nos recibe con la bocanada de polvo en la frente, viagra physician el sol haciendo que se apuñen los ojos y la garganta empezando a pedir agua o algo que refresque permanentemente.

Mientras una delegación del Ministerio de Obras Públicas ya había recorrido media comunidad y un grupo de señoras con sus hijos les acompañaban, viagra Wendy Nohemy, una joven de 21 años, habitante de dicha comunidad y la responsable de que ese día una institución de gobierno realizase un censo de personas que habitan en “La Pista” y las condiciones de sus viviendas, nos explica que después que la Presidenta de la Asociación de Desarrollo Comunitario (ADESCO), junto a la Tesorera y Secretaria mandaron una carta a la Primera Dama de la República cuando estaba el ex presidente Mauricio Funes sin conseguir alguna respuesta, se le ocurrió llamarles para pedir ayuda para la comunidad compuesta de 122 familias, con casi 160 niños y quienes habitan en un terreno del que desconocen quién es el dueño.

La chica, ruborizada por el intenso calor y con una sonrisa de incredulidad en todo momento, nos comenta muy entusiasmada que, hace ya un buen tiempo, llamó cuando salía el programa del Presidente Funes y vio ahí un teléfono (135) donde se podía hacer algunas peticiones.

“Yo veía las noticias en el canal 10 y dieron ahí el número de teléfono y me puse a marcar y marcar junto a mi hermano, pero nunca nos contestaban… digamos que necesitamos ayuda”, cuenta que le decía a su hermano menor.

La mayoría de champas en el caserío La Pista son hileras de ranchos, uno a cada lado de la calle polvosa, sin aceras, ni cunetas para desague, simplemente cuadros de 15 por 22 metros de largo, que tienen algunos, cercas de palos de pito o de jiote, con una que otra palmera o árbol de ramas secas para simular que poseen vegetación.

Un par de camiones que abastecen a las pequeñas tiendas ya han pasado dejándonos la nube de polvo y haciendo que nos acordemos del sabor a tierra con las arenillas que se nos pegan en los labios.

Con un trío de niños siguiéndonos, alcanzamos a ver en el camino una pequeña serpiente de unos 30 centímetros que hacía poco, quizás por el mismo camión que nos dejó polvosos, fue aplastada, y ante el asombro de los peques, Wendy nos comenta que es muy común ver ese tipo de animales por ahí. “Ayer encontraron una gran zumbadora en el cañal, como limpiaron y quemaron”, nos dice.

Atrás de los lotes, precisamente hay algunos terrenos en los que se siembra caña y donde comentan es uno de los sitios donde trabajan algunos de los que habitan en la comunidad La Pista, entre ellos, el hermano de Wendy, que en el trayecto también sugiere que deberían abrir una escuela nocturna, para que quienes como él puedan estudiar después del trabajo.

Viendo la comunidad La Pista, sólo se puede reflexionar de cómo vive esta gente en esas condiciones y cómo es la mentalidad de una joven frente a la de los adultos vencidos por la frustración de la pobreza eterna.

Después de la carta enviada a la ex Primera Dama de la República, las mujeres adultas de la ADESCO desistieron de su intento y no quisieron seguir buscando e intentando tocar puertas. Normal, comprensible con tanta necesidad y preocupación que atender.

Pero la mentalidad de Wendy no soportó la pesadez e inercia de la realidad. A sus 21 años, ya tiene una familia, donde tiene que alimentar y aportar para la crianza de una niña de 5 años junto a su pareja.

“Hasta ahora que está el Presidente Sánchez Cerén logré que me correspondieran y una licenciada del MOP nos llamó a nosotros y me sentí bien alegre y emocionada porque gracias a Dios que él les tocó el corazón para que estén aquí”, exclamó.

“Yo dije, que sea la voluntad de mi Dios, porque aquí tenemos necesidad, porque todos los que vivimos aquí tenemos necesidad, por eso pedí ayuda para la comunidad”, agregó.

Al otro lado del teléfono, la funcionaria del MOP que les atendió le decía: “Aquí están pidiendo láminas y víveres, pero con eso no le podemos ayudar, sería mejor buscar alguna solución de vivienda que se pueda gestionar, pero para eso hay que tener una reunión”.

“Le dije a la comunidad y se sorprendieron, algunos no me creyeron. Además, aquí nadie había venido a ofrecer algún apoyo”, mi compañero también se sintió impactado y emocionado cuando le conté  que me habían llamado. Estábamos almorzando cuando llamaron”, afirmó Wendy.

“Yo solicité que nos ayudaran con láminas y que vinieran a ver, les dije que sería un gusto y un placer que estuvieran aquí para que vieran la necesidad de las personas”, comentó ilusionada.

Gracias a la llamada de Wendy, una comitiva del MOP visitó la comunidad para ver las condiciones en las que viven, de qué material están construidas las casas que a primera vista se observa que usan palma de coco, carpetas, plástico o láminas. Se hizo un censo para ver cuántas personas son y evaluar qué posibilidades hay de apoyar y coordinar acciones interinstitucionales.

Además del MOP, se acercaron al ISTA para averiguar si la propiedad no es privada. Hasta el momento nadie les ha demostrado que el terreno tiene dueño.

La mayoría de personas de La Pista son agricultores o se dedican a la corta de caña en las cercanías. Algunas madres son solteras y van a trabajar en casas particulares.

Hay una escuela en la comunidad y las emergencias o atenciones médicas las solventan visitando el FOSALUD del puerto.

La ADESCO –en su mayoría conformada por mujeres- se formó hace 4 años, un año después de instalarse en el predio y la aspiración que les llevó a empezar a organizarse es tener una vivienda digna y tener acceso a servicios básicos necesarios.

Desde entonces iniciaron la gestión para instalar energía eléctrica en la comunidad y ese ha sido su gran logro. Ahora cada familia debe pagar $160.00 por la instalación domiciliar.

Como no tienen agua potable, algunos hicieron préstamos para perforar pozos, muchos aún no poseen dicho recurso.

El 5 marzo cumplieron 5 años de estar instalados, cuando llegaron, la hija de Wendy estaba recién nacida.

“Yo pedí ayuda porque hay muchas madres que los hombres las han dejado. Si saliera algo, espero que nos unamos todos porque todos esperamos esta ayuda”, dijo al terminar el recorrido por la comunidad, y después fue informada, que el proceso puede ser largo, pero que de la participación y organización de la comunidad dependerá buena parte de lo que lleguen a conseguir en el futuro.

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