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La competitividad a debate

José M. Tojeira

La semana pasada se tocó el tema de la competitividad. Según algunas agencias y algunos empresarios, mind la competitividad ha disminuido en El Salvador. Y en particular don Ricardo Poma, sovaldi uno de los dos millonarios salvadoreños con una fortuna superior a los mil millones de dólares según la revista Forbes, parece echarle la culpa al gobierno por la baja competitividad del país. Siendo como es un importante líder de la empresa privada el que vierte estas opiniones, es importante debatirlas. Y más siendo este líder empresarial un aliado de ARENA, que tiene una línea política que tampoco ha destacado por convertir a El Salvador en un país competitivo. ¿Estará jugando a política cuando hace ese tipo de crítica? ¿Será consciente del papel que ha jugado la empresa privada en temas de competitividad para el país?

Hoy en día lo que hace a los países competitivos es el nivel educativo general, no sólo el de unas pequeñas élites. Y desde los acuerdos de paz, ni los gobiernos de ARENA ni hasta el presente el FMLN han invertido en educación lo que el país necesita para volverse competitivo. Y sin negar  lo que se acaba de decir, hay que reconocer que el FMLN en estos años ha hecho esfuerzos más continuados por aumentar la inversión en educación, de lo que le hizo ARENA una vez realizada la reforma educativa inmediata al fin de la guerra. Financiero de ARENA, don Ricardo Poma debería evaluar su contribución a la competitividad que nace de una buena educación pública. Porque en general la empresa privada ha puesto tan el grito en el cielo cada vez que se habla de nuevos impuestos, que ha sido muy difícil, tanto para ARENA como para el FMLN, el avanzar en el financiamiento adecuado de la educación pública.

Por otro lado la empresa privada tiene también la responsabilidad de ser competitiva. El gobierno debe apoyar la competitividad, pero la empresa debe serlo. Y si el país no lo es, ciertamente una parte de esa falta de competitividad hay que verla como responsabilidad de la propia empresa privada. Numerosos estudios muestran que muchas de las empresas salvadoreñas han crecido por el amparo estatal, más que por su propia competitividad. Empresariado y política han estado profundamente unidos y con frecuencia de una manera que fomentaba directamente la corrupción o era en sí misma corrupción. Desde cualquier ángulo que se mire, la privatización de los bancos de 1990 se desarrolló de un modo corrupto, por más que fuera protegida por una ley al respecto. Si a la corrupción se le puede llamar competitividad, debería alegrarse don Ricardo de que la misma descienda.

Y dentro del debate político sobre la competitividad, necesitamos insistir hoy en la necesidad de avanzar en la misma a partir de la educación. El Salvador desde hace años debía haber universalizado la educación secundaria y potenciado más la educación superior. El magisterio necesita mayor apoyo y una formación de mayor nivel, especialmente para los profesores de bachillerato. Con profesores mal pagados y con frecuencia no adecuadamente formados para impartir clases en los niveles superiores, soñar con la competitividad en este tiempo que con frecuencia llamamos era de la inteligencia, no es más que una ensoñación alienada. Y en general la gran empresa no se ha mostrado demasiado partidaria de reforzar la educación. Es cierto que dan becas, apoyan escuelas, y mantienen fundaciones junto con otras actividades complementarias, y eso por supuesto es bueno. Pero carecen de un planteamiento con visión y no se comprometen seriamente con la tarea de pensar la educación en serio dentro de El Salvador.

Más que pontificar sobre problemas de competitividad, la gran empresa debería enfrentar la necesidad de llevar a cabo un pacto social y fiscal que permita en un plazo relativamente breve universalizar la educación secundaria de calidad, mantener una única y adecuada salud pública, iniciar procesos de inversión en la gente que permitan precisamente la competitividad y la productividad. Sin inversión en la gente la competitividad no es más que un sueño. Si las oligarquías del pasado hacían dinero a base de tener mano de obra barata y explotar a los salvadoreños, quienes hoy son dueños del dinero y de una buena parte de las posibilidades de inversión deberían tener una visión más inteligente y saber dos cosas: La pobreza y la desigualdad son en sí mismas realidades violentas y factores poderosos de generación de violencia. Vencerlas significa y exige invertir en la gente. Y a los que tienen dinero les toca poner la mayor cuota de sacrificio en esa tarea de invertir en la gente, aunque sólo fuera, si son inteligentes, por la seguridad de que lo que hoy pierdan invirtiendo en la lucha contra la pobreza, lo recuperarán con creces en el futuro. Si el gobierno actual tiene unas intenciones más claras de invertir en la gente, apoyarle un poco más económicamente sería fundamental para el bien común. Incluso el apoyo a este Gobierno ayudaría a ARENA a abrir los ojos un poco más en eso que llamamos conciencia social y que tan indispensable es para el desarrollo y el futuro de El Salvador. Al final todos saldríamos ganando.

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