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HABLO DESDE MI DESESPERANZA: REFLEXIÓN.

EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA.

 

Por Eduardo Badía Serra,
Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

Estoy sentado junto a la ventana abierta que da a la calle. Apenas un tímido airecillo
mueve las mustias hojas de los escasos árboles que aún subsisten. El calor,
sofocante. El sol, incontenible, inclemente, agobiante. Es un desfile interminable de
rostros y figuras, que avanzan, unos, rápido, otros muy lentamente, como si no
quisieran avanzar. La mayoría expresan graves signos de preocupación. Es como un
haz humano sumido en su meditación existencial. Son puros individuos, puros "yo"
repetidos, con sus interioridades repletas de selectas torceduras. Se abren en
abanico, suben, bajan, silenciosos. Es como un azotarse en puras pervivencias. Son
tantos y a pesar de ello yo veo siempre el mismo phylum repetido, la pura
reduplicación. Son siempre el mismo, aunque no son los mismos……..
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Veo a mi perro, a sólo un par de metros del punto de mi reflexión. Hace algunos
minutos tomó sus alimentos. Hace siempre lo mismo. Se acerca entonces, me mira y
me aproxima al rostro su largo hocico café-vino, gira a mi alrededor un par de veces,
agita el rabo, se aleja un poco y se hecha sobre el piso de ladrillos helados, se
enrosca entonces y se queda en su quieta mansedumbre. Lucha por mantener
abiertos ambos ojos, y allí se deja estar, más mudo que el silencio. De vez en cuando
vuelve a verme. Nada más……
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Siguen pasando, van como apretándose. Tengo la percepción de que caminan
haciendo cuentas. Han de sumar, restar, multiplicar, dividir…. No son siempre los
mismos, pero son siempre el mismo. Frecuentemente asoman a los rostros muecas
indescifrables como que si expresan dolorosas ansiedades. Trato de analizarlos, de
fraccionarlos, para ver si son átomos distintos. Después los sintetizo y me resultan
homogéneos, como infinitamente divisibles, manteniendo la misma densidad en
todas partes. Son isotrópicos en sus propiedades, casi sustancias puras, meros
símbolos probablemente. Bajan, suben, avanzan, se detienen, observan, se
interrogan sin hablar; agitan las cabezas en un afán de mantenerse consistentes.
Van, vienen, vuelven, regresan. Siempre pensando, haciendo cuentas en su
desesperada existencialidad de arrojados-ahí, de pasiones inútiles….
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Mi perro, con toda ceremonia, se levantó y salió un momento. Tenía sed. Buscó su
recipiente, sació su necesaria sed de agua, jadeó un instante y regresó. Siempre hace
eso. Volvió a acercarse al punto de mi reflexión, de nuevo me miró con su mirada
inexpresiva en blanco y negro, me mostró su potente dentadura, dio un par de giros
en perfectos círculos a mi alrededor, meneó la cola, se alejó un par de metros y
volvió al mismo punto. Gruñó con un gruñido suave, casi imperceptible, y se enroscó
de nuevo, cayendo en el sopor de somnolencia que le caracteriza….
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Siguen pasando, nunca se termina su duración. No desentraño aun su existencial
misterio óntico y ontológico, a pesar de mi esfuerzo analítico-sintético. Sé que son
siempre el mismo, aunque no son los mismos. Trato de encontrar algún método
apropiado para captar su esencia, su todo en una sola parte, su mismidad unívoca.
Error tratar de analizarlos para después sintetizarlos, si son la misma cosa en todas
sus posibles partes. Hay que captar su ser, que es justo y sólo entitativo, mediante
un acto único, intuitivo. Hay que meterse en ellos, penetrarlos, y desde allí captar su
realidad. Rodearlos desde diferentes posiciones externas, aunque estas sean tantas
como infinitas, es como conceptuarlos, definirlos, logificarlos. Pero ¿Cómo es posible
conceptuar lo mismo? Les analizo girando a su alrededor y el análisis me resulta
sintético, aporético. Son homogéneos, isotrópicos, iguales, ¡No! No habrá que
analizarlos ni muchos menos que sintetizarlos. ¡Hay que intuirlos! ¡Conocerlos en un
solo acto, en un mismo acto, en un acto instantáneo, intemporal! ¡Eso es!, caminan,
van y vienen, bajan, suben. Hacen cuentas mentales, muecas inconsistentes. No
asoma nada de sus interioridades. Van rápido, despacio, avanzan y no avanzan, se
quedan y se van, permanecen tanto cuando desaparecen…………
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Ahora sí mi perro cedió al ocio. Ya alcanzó la sophia aristotélica. No le preocupa
nada. Está plácidamente colocado en un mundo de real contemplación. Cerró los
ojos. Sólo sé que está vivo por su respiración acompasada, que le hace pendulear el
dorso. Se infla y se desinfla incesantemente. ¡Vaya forma de estar para la reflexión!
El color rojo-vino se le encarna con el calor del sol, que entra en haces de rayos por la
ventana, haciendo conos alargados. Siempre es lo mismo. Así se dejará estar por
unas horas. Es una rosca roja meditando en silencio….
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Siguen pasando. No son tróficos pero a lo sumo llegan a estimúlicos. Se suscitan, se
afectan y responden de la misma forma. De repente detienen el avance, se quedan
fijos con los ojos extraviados y sin más dan un giro de ciento ochenta grados y siguen
caminando en el sentido inverso. ¿Cómo van a llegar con ese método? Siguen
haciendo cuentas matemáticas y eso parece que les lleva al sufrimiento. En primera
aprehensión de realidad, sé que la mueca es el reflejo-efecto posterior a una cuenta
que resultó agobiante. Lo hacen con penosa periodicidad. Viven como si fueran
símbolos liberando biológicamente su estimulidad. Van, vienen, rápido, despacio.

3

Los he logrado ya captar en intuición, mediante un acto único capté ya así su todo
analítico-sintético-homogéneo-isotrópico. Son siempre el mismo, aunque nunca los
mismos….
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Mi perro reaccionó. Deshizo el caracol en que se había liado, se levantó, agitó la
pelusa temperamentalmente, emitió un soberbio bostezo que pareció estallido, se
acercó, me miró, giró ahora en torno a sí y salió lento y suave, buscando el corredor
que da hacia el fresco patio. Comenzó a divagar. Siempre lo mismo. Siempre hace lo
mismo………..

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.