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Golpes de Estado y Golpes de Gobierno (1)

René Martínez Pineda *

Durante el Siglo XX (el siglo-masacre) cuando un pre-presidente latinoamericano de uniforme lustroso y aliento hosco, de cualquier país, hablaba de recuperar la vigencia de los derechos humanos y la gobernabilidad por la vía de las armas oficiales de lesa humanidad, era claro que, en su diccionario y en su “El Príncipe” de cabecera, gobernabilidad no significaba democracia real y derechos humanos no significaban la facultad, virtud, legado o libre albedrío del pueblo, sino que hablaba de la derecha y sus derechos; de lo antizurdo (como dijo Benedetti) porque lo zurdo es peligroso; o del flanco antagónico a la revolución social y al lado correcto del corazón. A esas acciones pre-presidenciales o sociales se les llamó “Golpes de Estado”, pero en realidad eran sólo “Golpes de Gobierno”, pues aquel permanecía sin mudanzas significativas, teniendo como únicas excepciones el triunfo de la revolución cubana y el de la revolución sandinista, preámbulo, ambas, del movimiento guerrillero y social del FMLN en El Salvador.

Si eso fue así, como consecuencia lógica de las historias que quedaron frustradas –parafraseando a Benedetti- es oportuno preguntarnos: ¿no será hora de que iniciemos una extensa, masiva y cotidiana maniobra internacional para reivindicar los “izquierdos humanos” para evitar que en el Siglo XXI se impulsen, hoy sí, Golpes de Estado?

La historia más cruenta de los Golpes de Gobierno ejecutados por los ejércitos oficiales o caudillos serviciales, tanto en El Salvador como en Latinoamérica, nos remonta a un periodo de tiempo que va de 1932 –insurrección de indígenas y campesinos con que se inauguró la dictadura militar- a 1991, año de finalización formal de la Guerra Fría. Antes del 32 los Golpes de Gobierno los daban el cólera, el tifus y el crimen pasional. Considerando las acciones o intentonas golpistas que en los últimos años está impulsando el gobierno norteamericano en la región latinoamericana (el más reciente en Brasil, 2016) es momento de analizar, desde la sociología crítica, el porqué de los múltiples Golpes de Gobierno y gobiernos militares que sufrió Latinoamérica y el Caribe en ese periodo. La premisa es la implicación de los Estados Unidos, directa o indirecta, lo cual es innecesario demostrar. La injerencia norteamericana en la política de los países de la región es un lugar común en la “main streat” de los enfoques sociológicos –de todo signo ideológico, que conste- que trata este tema geopolítico, tanto desde el rigor de la academia universitaria como desde la política gubernamental, sobre todo después de la desclasificación de los archivos oficiales de la CIA.

En ese sentido, no se trata de comprobar la participación de la CIA en los Golpes de Gobierno del siglo XX (gobiernos militares), ni en los Golpes de Estado (o sus intentonas) del siglo XXI, sino que se trata de decodificar lo que motivó y motiva su participación activa en el que aún es visto como su patio trasero. De entrada considero que más allá del interés ideológico (la hegemonía transnacional) están presentes los motivos económicos (expropiación de los recursos naturales, como el petróleo y el gas natural) como fin último del control férreo en la política exterior de EE.UU. sobre los países de América Latina, tanto en el siglo XX como en el XXI.

Para demostrar eso se puede partir de cualquier experiencia regional, pues la evidencia histórica es contundente y generalizada al respecto. Así, podemos saltar de Guatemala o El Salvador –cuyo saldo en muertes, desaparecidos y exiliados es abundante- a la fase más fértil y recia del comportamiento injerencista –hablo de los gobiernos militares impuestos desde la estatua de la libertad- entre finales de los 60s y principios de los 70s en los países del cono sur como: Brasil, Chile, Bolivia, Argentina, Uruguay y Paraguay que se vieron inmersos en la hojarasca de lo que se llamó “Dictaduras Militares de Seguridad Nacional”. Tales dictaduras recibieron ese nombre porque se basaron en la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN) que impulsó EE.UU. después de la II Guerra Mundial.

Dictaduras militares y Golpes de Gobierno fueron la fórmula ideal para canalizar la ayuda de EE.UU. a América Latina y fueron, como regalía marginal, el fundamento de la lucha ideológica dictada desde el Norte a los flatulentos militares del Sur –y a los políticos de derecha- usando como coartada la reparación de la estabilidad nacional para construir –sobre la ruina de los cadáveres de los opositores- un teatro donde las transnacionales se sintiesen seguras, impunes y ágiles. Ahora bien, el término lucha ideológica era entendido por la DSN como “lucha contra el comunismo”, ya que la ideología dominante de la burguesía (dos meses después del fin de la II Guerra Mundial y un día después de la revolución cubana) era el anticomunismo, y la ideología contra-hegemónica de la izquierda era la revolución social. En ese sentido, la ideología aplicada -desde los EE.UU.- en América Latina era (y es), simplemente, la preocupación mercantil de la expansión comunista que conllevaba un perjuicio económico severo en los territorios que eran (y son) controlados por las grandes transnacionales “made in USA” y que, al voltearse hacia el comunismo en un arrebato de dignidad, podrían romper o erosionar los monopolios que éstas exhibían en un hemisferio sur que, según sus designios, debería tener brújulas que sólo apuntaran al norte y una red de carreteras que condujeran a Washington. Para avivar, en el borde del cinismo ideológico, el rechazo al comunismo en la población, la estrategia publicitaria fue equipararlo con el capitalismo (pensando en que el sentido común de la gente es un arma poderosa) y se difundió el lema: “Bajo el capitalismo el hombre explota al hombre. Bajo el comunismo, es justo al contrario”, esperando que triunfara el refrán: “más vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer”. Lo mismo se usa, hoy en día, en países como Venezuela y El Salvador: “Nicolás (Maduro) si vas a hablar de la burguesía por lo menos quítate el Rolex”.

El ejemplo más emblemático de esa preocupación y de esa injerencia, sin duda alguna, es la United Fruit Company (tan emblemática como la Coca Cola) la que, como enclave escatológico, se convirtió en el referente del sueño americano aquí en la tierra tropical en materia de prebendas sociales para mantener y acrecentar los mayorazgos burgueses y las prestaciones económicas escandalosas de las élites económicas y castrenses que defendían, por medio de la represión masiva, las dictaduras militares para dejar inmaculados o deificar los intereses económicos americanos.

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