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¡Fuego al conocimiento!

¡FUEGO AL CONOCIMIENTO!

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y editor Suplemento Tres Mil

Ninguna historia me ha impresionado tanto como Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Ver el desprecio de la gente por el conocimiento representado en un libro me aterra. Ya no se diga ver el placer de unos personajes alimentando el fuego que transforma en ceniza a esa maravillosa construcción que es un libro. Me imagino un mundo vacío cegado por la obediencia de algo que no entiende y despreciando a cualquier persona que anhele el saber un poco más, saber por saber y no para sentirse más que otros, porque el conocimiento es infinito y nadie llega a conocerlo completamente, aunque sí con plenitud.

En tanto el conocimiento es visto como algo peligroso. Y la verdad tiene razón de verlo así, cuando es una creencia sesgada, cuando no se tiene la verdad. Aunque, ¿quién posee la verdad? La verdad es relativa, depende de los puntos de vista. Para lograr verla se debe ser muy abiertos y se requiere conocimiento, algo que es brindado por la experiencia y los libros.

El fin de semana anterior visité a mi abuela Josefina, que es una colección de libros resumidos en una mujer de 87 años, e ingresé a su biblioteca física personal, biblioteca que ha crecido y menguado en la misma vía y de la que yo he mamado desde que era un niño. Las bibliotecas de mis abuelas han sido fundamentales para mí. Libros maravillosos se han marchado a manos ajena en calidad de préstamo que otros han entendido como obsequio. Y así igual llegan libros como regalos para mi abuela o ella, como buena lectora devora libros, sigue aumentando en su colección. Veo esos libros con más de ochenta años de existencia donde se reúnen los libros que ella ha cultivado y los que le legó mi bisabuelo Manuel Pineda González, la cual ella me ha dado en herencia para el día en que falte en este mundo. Y disfrutando ese maravilloso universo de palabras impresas en tinta negra sobre todo tipo de papel recuerdo la novela de Bradbury y la complejidad del mundo actual en que los libros han dado el paso a lo digital y ahora se pueden agrupar una infinidad de obras en una memoria USB o en otros soportes electrónicos. Y aún con todo el espacio que ocupan los libros y el polvo que reúnen a lo largo de los días, los sigo viendo como un maravilloso tesoro que nos enriquece como seres humanos, que nos construye como personas y nos llevan a espacios y formas desconocidas. Yo no sería lo que soy sin la intervención de los libros en mi vida.

Sin embargo, la gente ahora se enorgullece de su ignorancia, la celebran. Pueden compartir postales con frases de autores a los que desconocen. Celebran todo aquello que satisfaga sus gustos primarios mientras el conocimiento se deteriora. Algo que la sociedad ha venido haciendo desde el siglo de las luces, procurando una sociedad sin preparación, una espada de doble filo que terminará ahogándonos como seres humanos.

Fahrenheit 451  es una ficción, quizá un leve reflejo de lo que lamentablemente sí sucede en estos tiempos donde existe tanto acceso al conocimiento, pero a la vez tanta distracción para esquivarlo porque parece que nos quieren ignorantes para no darnos cuenta que la realidad nos come.

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