¡DULCES HIMNOS!

Álvaro Darío Lara

Escritor y docente

 

El 22 de junio de 1928, don Alberto Masferrer, escribía en su editorial de “Patria”, a propósito del día del Maestro: “…será preciso que los maestros estudien profundamente la dolencia de su país: que sondeen en su carne enferma para localizar el mal, y que de su corazón y de su cerebro extraigan los remedios eficaces. Han de penetrarse y saturarse de esta convicción de que sólo en el niño y en el joven se puede redimir y renovar la patria”.

Palabras cargadas de sabiduría. Porque han sido los maestros, los que con sus luchas heroicas, y su apostolado, han contribuido a perfilar rumbos más prometedores para el país. A todos ellos, que cumplen tan noble misión, este agradecimiento, y este recuerdo, que don Marlon Chicas, el tecleño memorioso, en nombre propio y de esta columna, patentiza, a través de estas palabras:

“Rindo merecido tributo a todos aquellos hombres y mujeres que con paciencia y dedicación se esforzaron por enseñarnos las primeras letras o números, marcando nuestra vida por medio de una palmadita en el hombro o un jalón de orejas por no poner atención en clase. Así, regresan como ayer, algunos personajes inolvidables, en esos lejanos días escolares: la Niña Mariíta quien nos enseñó las primeras letras por medio del tradicional abecedario, y por supuesto, mediante el Libro de Mantilla.

Alicia de Quiteño quien, con un carácter equilibrado, pero enérgico, nos orientó en la necesaria responsabilidad frente a nuestras acciones. El profesor Angulo: alto, flaco, moreno y con voz de trueno, siempre haciéndonos reflexionar sobre la realidad nacional. Dicho mentor actualmente reside en Canadá.

Romeo Augusto Ascencio, quien siempre con su particularísima forma de ser, solía decirnos para que dejáramos de conversar o perder el tiempo: – ´Joven ponga atención porque si no, no va entender ni Mier… manita que le venga a contar´.

El profe Segura, hombre de baja estatura y hablar pausado, aletargado, de tez morena oscura quien con su oriental bigote nos evocaba al Emperador japonés Hirohito.

El profe Julio César Flores, director del Tercer Ciclo del Damián Villacorta, mejor conocido como ´Tiburón´, un apelativo, que sin duda, evocaba su fuerza y carácter.

José Napoleón Sosa, quien me impulsó en las artes oratorias, infundiéndome seguridad, desafiándome,  y por cuyo estímulo obtuve un segundo lugar en un certamen estudiantil.

El profe Orellana (mejor conocido como `Platanón´, por ser larguirucho y con cara de pocos amigos) quien era el sub director del bachillerato en el Damián Villacorta de mi Santa Tecla.

Ya que es difícil recordarlos a todos, finalmente, enumero a algunos: mi gran amigo Raúl Berríos Muñoz, Juanita Martínez, Mauricio Hernández (+), Montenegro, Carcache, la Sra. de Benavides, Cartagena, Vilma de Alvarado, Pablo Alfonso Tutila, y a un hombre que pesa en oro, mi estimado Héctor Rosa Villalobos. A todos ellos, mi gratitud eterna, ya que los maestros y maestras con paciencia y afecto, y durante su largo servicio, forman hombres y mujeres de bien. ¡Felicidades!”.

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