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Desafíos de las Ciencias Sociales (I)

Luis Armando González 1

1. Introducción

Tengo en mi mesa de trabajo el estupendo libro de José Sarukhán, Las musas de Darwin, en la hermosa edición preparada por el FCE para celebrar el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin (12 de febrero de 1809), así como el sesquicentenario de la publicación de El Origen de las Especies por medio de la selección natural (24 de noviembre de 1859). Una de las dedicatorias que hace Sarukhán expresa bien la visión de la ciencia que quiero transmitir en estas reflexiones, es decir, de la ciencia como un quehacer que, sostenido por la lógica y las evidencias empíricas, no tiene nacionalidad ni patria, pues pertenece a la humanidad. Dice así la dedicatoria:

“Dedico este libro

con el placer del agradecimiento

a Efraín Hernández Xolocotzi

quien me introdujo

a Darwin

por medio de la evolución

bajo la domesticación”

Junto al libro citado, están tres más que estoy leyendo y estudiando en estos días: El capellán del diablo y El cuento del antepasado, ambos de Richard Dawkins, y ¿Qué nos hace humanos? La explicación científica de nuestra singularidad como especie, de Michael S. Gazzaniga. Por su parte, ya están en el estante, los tres libros que recién terminé de leer: Un erizo en un pajar, de Sthepen Jay Gould; Vida, la gran historia. Un viaje por el laberinto de la evolución, de Juan Luis Arsuaga; y La ciencia en el alma, de Richard Dawkins.

Menciono esas lecturas no por petulancia o afán de lucimiento, sino porque quiero hacer ver que en esos textos y otros de carácter científico –los autores de los libros son científicos eminentes— se desmiente la tesis, que muchas personas aceptan con credulidad pasmosa, de que la ciencia es una empresa totalitaria, fría e insensible. Jay Gould, Arsuaga, Dawkins y Gazzaniga –y a la lista se puede añadir a científicos como Carl Sagan, Francisco Ayala, Camilo José Cela Conde, Steven Pinker y Antonio Damasio, entre otros— no solo se muestran maravillados ante la complejidad y enigmas de la realidad, sino que su interés por todo lo humano, que involucra no sólo sentimientos y comportamientos estéticos o religiosos, sino también violencia, miedos y odios ancestrales.

Los científicos mencionados comparten un enorme respeto por ese extraordinario científico y ser humano que fue Charles Darwin, de quien aprendieron, entre otras cosas, a maravillarse ante la belleza del mundo natural. Como dice Dawkins,

“[A los científicos] también nos entusiasma la naturaleza por ser honesta y no ser caprichosa. Existe el misterio, pero nunca la magia, y lo más hermoso es poder, al fin, explicar esos misterios. Las cosas se pueden explicar y nuestro privilegio es hacerlo” 2.

No solo las cosas naturales, sino también las sociales y culturales, cuyos misterios deberían ser explicados por los científicos sociales con entusiasmo y con la conciencia de que hay más belleza y misterio en lo que son las cosas humanas que en lo que deberían ser o quisiéramos que, según nuestras ilusiones, fueran.

2. Los pilares de quehacer científico

Cualquiera que esté medianamente informado del modo como se procede en más de un campo científico tendrá claro que el ejercicio científico efectivo se caracteriza –según las áreas de que se trate— por discusiones, búsqueda y procesamiento de datos, elaboración de hipótesis y planteamiento explicativos que, desde fuera, puede parecer un ir y venir sin orden ni concierto, pero que en cada disciplina científica tiene pleno sentido.

En algunas áreas del conocimiento científico predomina el debate teórico y la elaboración de hipótesis sofisticadas desde un punto de vista matemático; en otras, la búsqueda de patrones, a partir de simulaciones y modelos; en unas terceras, el trabajo de campo en desiertos, montañas, océanos o lagos; y en otras, la revisión de registros arqueológicos o paleontológicos en archivos de museos, o de material bibliográfico en bibliotecas o centros de documentación especializados. Los énfasis que se hagan dependen de cada disciplina –y de los intereses y capacidades de los científicos que las cultivan— pero definitivamente lo que no se puede decir es que lo científico reside, de las actividades reseñadas o de otras, en una en particular y que, por tanto, es esa actividad concreta la que define el ser científico por excelencia.

Es decir, la actividad científica es una empresa compleja con variadas ramas que son -precisamente- las distintas disciplinas en la que se realiza esa actividad. Tomar una de las ramas como la ciencia por antonomasia (ya se trate de la física, la química, la biología, la antropología, la paleontología o la matemática) o, peor aún, uno de los aspectos del quehacer de alguna de esas disciplinas como el que define lo científico –por ejemplo, la recolección de datos o la formulación de modelos matemáticos— es sumamente pobre respecto de la riqueza que hay en el mundo científico efectivo. Como anota José Surkhán:

“Para muchos, la ciencia está constituida por la acumulación de descubrimientos o de ideas y conceptos, ya que esta es la manera en que, a través de diversos medios, recibe la información de su desarrollo… La imagen de la ciencia como una simple acumulación de hechos y datos es distorsionada e incompleta, ya que hace caso omiso de la forma en que se originan los conceptos y las ideas, o se mejoran los ya existentes, lo cual es básico para la generación de los ‘productos terminados’ de la ciencia. El entendimiento del mundo que nos rodea se logra mejor mediante grandes avances conceptuales que por la simple acumulación de hechos y datos”3.

Algunas epistemologías han sido promotoras de un empobrecimiento en la visión de la ciencia, justamente por no reparar en los diversos aspectos del quehacer real. Hay, por supuesto, aspectos que son comunes e intrínsecos al quehacer científico, sin importar las disciplinas, y que son los puntales de la ciencia; hay otros que son una amenaza y un obstáculo a vencer. Entre los primeros, son fundamentales la lógica y la evidencia empírica (efectiva o potencial). En cuanto a las amenazas, una de las que más asechan no sólo los científicos, sino a los ciudadanos en general, es la ideología bajo distintos ropajes.

2.1. Explicación: lógica y evidencia empírica

El propósito común en las distintas disciplinas científicas es elaborar y ofrecer a la sociedad explicaciones (relatos, narraciones, discursos) sobre cómo funcionan  los ámbitos de la realidad de los que ellas se ocupan y cuáles son las relaciones (causales, funcionales, correlativas o de asociación) que hay entre los fenómenos propios de esa parcela de la realidad, ya sea en lo evolutivo-histórico, en un momento delimitado del tiempo y del espacio (en los marcos propios de la física no cuántica) o en los terrenos extremos de la incertidumbre cuántica. Son esas explicaciones (relatos, narraciones) las que aparecen en las publicaciones (libros, revistas, ensayos) y actividades (conferencias, cátedras, mesas redondas, docencia) de carácter científico.

Ellas condensan -de manera ordenada- los resultados del ir y venir científico que, por lo general, escapa a la mirada no sólo del público, sino incluso a muchos especialistas de filosofía de la ciencia. Lo que se lee en una publicación es una parte del quehacer científico; la otra parte está formada por todas las actividades que hicieron posible llegar a la explicación publicada. Sin aquellas, esta no sería posible como explicación científica sólida. Y la empresa científica se articula a partir de unas y otras, pues una vez que una explicación es divulgada entra en el circuito del debate, la crítica, la revisión de sus resultados y conclusiones, hasta que, si resiste las arremetidas (teóricas y empíricas) de propios y extraños, termina por convertirse en un componente del conocimiento científico aceptado por las comunidades científicas.

La explicación científica tiene un pie en la lógica: la narración elaborada por el científico se atiene a las exigencias de la lógica, pues violar esas exigencias (por ejemplo, si se contradice en sus enunciados o cae en falacias) supone ver descartada su contribución prácticamente de entrada. Se trata, en general, de una sujeción de toda su escritura (no solo la matemática) a esa exigencia, pues no todos los ensayos, artículos o libros científicos están escritos matemáticamente, sino en lenguaje común, que es el que los científicos utilizan para comunicar sus ideas a sus colegas y al público. El otro pie de la explicación científica reside en la evidencia empírica, es decir, un conjunto de datos tomados de la realidad (debidamente recolectados y procesados) que dan sostén a lo que se afirma.

2.2. Teorías explicativas: la meta

La pretensión de los científicos es ofrecer explicaciones sobre cómo funciona, cambia, evoluciona o se transforma la realidad o sobre cómo se relaciona una cosa real con otra (en el ámbito de su especialidad), y no cómo ellos desearían que ella se comportara. O sea, su propósito es ofrecer una visión lo más certera posible a lo que realidad es, no a lo que esta debiera ser.

Algunos supuestos ontológico-epistemológicos que los científicos asumen es que hay algo fuera de la subjetividad, deseos y voluntad humanas que llamamos realidad, que esa realidad tiene sus leyes y dinámicas de funcionamiento propio, que esas leyes y dinámicas pueden ser conocidas y que para que ese conocimiento sea confiable es necesario cotejar sus enunciados con datos (evidencia, información) tomados de la realidad. Hasta ahora, con las abrumadoras conquistas de la ciencia –y sus espectaculares aplicaciones tecnológicas— esos supuestos han mostrado ser correctos.

¿Qué tipo de datos? Los necesarios y suficientes para respaldar (y que no refuten concluyentemente) lo que se ofrece como explicación sobre sucesos, fenómenos, eventos o hechos de la realidad. Tanto los que se puedan cuantificar de manera estricta como los que no, pues solo remiten a una evidencia cualitativa. No importa: lo que interesa es que son evidencias (pruebas) tomadas con rigor (con procedimientos adecuados) de la realidad, mismas que deben ser validadas por terceros para corregir errores o manipulaciones de ellas.

Las explicaciones, lógica y empíricamente validadas, se convierten en parte del cuerpo de conocimientos de las distintas disciplinas científicas. Son las teorías científicas: no especulación o creencia endeble, sino explicaciones rigurosas (lógicas, razonables), con pruebas firmes tomadas de la realidad, acerca de cómo funcionan, evolucionan, cambian, se relacionan causalmente o interaccionan determinados fenómenos, hechos o acontecimientos de la realidad física, química, biológica y social-humana.

Teorías establecidas-problemas-preguntas-hipótesis4 son el motor desencadenante y vertebrador del quehacer científico (un quehacer que es investigativo por definición); y la búsqueda sistemática de evidencia empírica que respalde-verifique-refute las hipótesis formuladas es el nervio activo de este quehacer. Por dondequiera que se mire en los distintos campos del conocimiento científico estos dos componentes están presentes.

Cambian los procedimientos (las técnicas) y los modos de implementarlos en cada disciplina; cambian los contenidos de las teorías y las hipótesis, pero no las exigencias lógicas y empíricas que, de faltar, no permitirían calificar esa actividad como científica. Por cumplir con esas exigencias –y solo para mencionar dos ejemplos—, son ciencias la física de las partículas elementales (que tiene en el CERN de Ginebra uno de sus focos centrales de desarrollo) y la paleontología humana (que tiene en Atapuerca, en Burgos, uno de sus focos principales de desarrollo). Son también ciencias, para añadir otros ejemplos, la biología evolutiva, la biología molecular, la psicología evolucionista y la psicología cognitiva.


1. Desafíos de las Ciencias Sociales (I)

2.Richard Dawkins, La ciencia en el alma. Barcelona, Planeta, 2019, p. 47.

3.José Sarukhán, Las musas de Darwin. México, FCE, 2009, p. 25.

4.Enunciado que expresa la respuesta provisional (lógica) a un problema de investigación, del cual se derivan implicaciones empíricas que son las que deben ser buscadas mediante el trabajo de campo (que por cierto no se reduce a ni se identifica con hacer encuestas de opinión). Por ejemplo, una hipótesis de gran calado en la paleontropología actual dice que entre los Homo neanderthalensis  y los Homo sapiens, además de coexistencia  temporal (hace unos 40 mil años), hubo cruzamiento sexual con descendencia fértil. La implicación empírica de ello (y de lo que se tiene encontrar evidencia) es que en el genoma de Homo sapiens tiene que haber genes de neandertal. Y, en efecto, la evidencia empírica ha sido (y está siendo) recabada de manera rigurosa  en poblaciones europeas actuales, dando una base firme a la hipótesis planteada.

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