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Del ARTE de una lengua categorías nominales (Segunda entrega)

Rafael Lara-Martínez 

New Mexico Tech, cialis  

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Desde Comala siempre…

 

Por su índole locativa, sick se posee el objeto que se adjunta o se adhiere a sí, health -tech.

Además de ese par de técnicas diversas —ecuativa y existencial— la noción de pertenencia la afirman un sustantivo de propiedad — axcaitl, anticipado en náhuat-pipil— y otro locativo relacional, también antedicho.  Ãc i-ãxcã?, “¿de quién es (la propiedad)?/whose (property) is it?”; cuix i-ãxcã mo-cnîuh?, “(es que) es (la propiedad) de tu amigo?, enfocaría al dueño.

Por esta nueva técnica o arte que multiplica la dimensión de los posesivos, el náhuatl-mexicano se distingue tipológicamente de las lenguas indo-europeas que lo glosan a menudo.  El balance —más que la jerarquía de idiomas— resulta obvio.  A la presencia de un verbo “tener” y de un solo posesivo (mi/mío-my/mine…) se coteja su ausencia y la complejidad de las expresiones posesivas y de pertenencia, cuyo plural se diferencia del absolutivo, según se expone más adelante.

Los locativos

Tradicionalmente, una sección mínima de los locativos se estudia bajo la rúbrica de toponimia o nombres de lugar.  Por una obvia razón geo-política, se indaga su etimología, pero se aísla el topónimo de su contexto semántico, sintáctico y narrativo.  En un sentido borgeano clásico, “nadie es la patria”, es decir, debe separarse el individuo —la entidad— del lugar.  Se trata de una técnica o arte adicional de la lengua náhuatl-mexicana, inexistente en castellano e inglés cuyos topónimos carecen de una marca locativa precisa.

Si Mexìco nica, “México estoy; Mexì-locativo yo-estar”, expresa un auto-locativo, sin una preposición que lo determine, ni-mexica-tl, “soy mexicano”, un atributo gentilicio.  No sólo el sufijo terminal —-co vs. -tl— diferencia el locativo del absolutivo, también la falta de un índice pronominal en el lugar —“nadie es México”— y su carácter auto-locativo en cualquier verbo, lo separan de los nombres de entidades.  A la estación (-||-) se agrega el movimiento.

nicãn Mexìco huîtz, “aquí México viene” (?|) Xochimilco niyauh

õmpa Mexìco huîtz, “allí México viene” (|?) Xochimilco niquiça

Como lengua a marcación en el centro rector, le atañe al verbo de movimiento señalar la prospectividad (?|) y la retrospectividad (|?) del locativo, así como la estación (-||-).  De manera facultativa, la orientación del móvil se agrega como sufijo verbal con un punto de referencia egocéntrico: hither & thither.

nican1 Tlaxcallan o-te-pohua-co1 (?|), “aquí Tlaxcala vino a encuestar”

ompa1 Quauhnahuac o-te-pohua-to1 (|?), “allí Cuanahuac fue a encuestar”

ni-cuîca-tîuh (thither |?) ni-cuîca-quiuh (hither ?|)

yo-cantar-ir yo-cantar-venir

Las palabras relacionales

Lo interesante de esta tekhne/ars locativa es que se aplica a las palabras relacionales y a las partes del cuerpo que sustituyen los casos y las preposiciones indo-europeas. A menudo se les aplica este último término, ya que cumplen una función sintáctica similar, pese a su neta distinción morfológica, precedidas por un índice posesivo, tal cual el ejemplo anterior de –tech.  Así, de n(o)-ix, “(es) mi ojo/cara”, se deriva n(o)-ix-pan, “es(tá) ante/frente a mí”, con la misma terminación locativa que usa el topónimo Ahuachapán; n(o)-ix-co, “es(tá) sobre mi faz”, paralelo a Itsal-cu/o; n(o)-ix-tlan, “es(tá) antes de mí/mi tiempo”, Cuzcatlán.

El sentido temporal del locativo lo explicita la oración anterior y la siguiente: ipan Moteucçoma ninemi, “vivo en época de Moctezuma”.  Los sufijos locativos se aplican a un sustantivo en función de complemento — cal-pan; cal(ti)tlan; âcalco, como los derivados de calli— por lo que deben analizarse en su complejo uso locativo, el cual abarca los topónimos, las palabras relacionales, adverbios, complementos locativos, etc.  Ejemplo: no-petla-pan ni-cochi, “duermo en el petate; petate-locativo yo-dormir”; no-pan quiça, “pasó cerca de mí”, donde el uso de –pan no se restringe a la toponimia sino denota una función locativa esencial.  Más que topónimos en sí, los nombres de lugar exhiben su filiación de palabras relacionales o complementos locativos: in Cuahnãhuac cihuã, “la(s que son) bosque-cerca-locativo mujeres; las mujeres (en) Cuernavaca; las mujeres de Cuernavaca”.

Por esta otra técnica o arte, se contrasta la entidad al lugar/topos y las palabras relacionales, como neta diferencia tipológica de las lenguas nahuas, en general, con respecto a las romances (las preposiciones se integran hacia mediados del siglo XVII por la influencia castellana, Lockhart).  Queda sin mencionar que oraciones enteras pueden volverse locativas si el sujeto realiza una acción habitual en ese sitio: nocochiãn, “lugar donde duermo”; cochihuãyan, “lugar donde se duerme, dormitorio”.

El vocativo

Al llamar directamente a una persona o entidad animada, se pasa de la predicación a la apelación abierta del sujeto nombrado.  Por lógica universal, ambas categorías se distinguen, aun si no todas las lenguas del mundo establecen la separación entre el sustantivo como atributo y el sustantivo como demanda inmediata.  Por esta nueva técnica o arte del náhuatl-mexicano cihuãtl difiere de cihuàe, cihuãtlé, de igual manera que nocihuãuh de nocihuãhué.  La predicación y la apelación —absolutivo y vocativo— se apartan tanto por su carácter lógico-gramatical como el absolutivo dista del posesivo.  Por una regla de género, el vocativo masculino — cihuãtlé; pillé— se distingue del femenino, cihuátl, pillí.  Limitado a los sustantivos animados —con separación de género varón-hembra— el vocativo señala una categoría nominal específica, pese a los raros ejemplos en los textos, ante todo en los náhuat-pipiles.

Para terminar, el paradigma de la palabra “mujer y “varón” resume las categorías nominales descritas anteriormente, al anotar la diferencia del sufijo terminal: cihuãtl (absolutivo) – cihuâ (plural) + cihüamê (plural, no muy pulido) – nocihuauh; nocihuahuân (posesivos) – îcihuãhuahhtzin (posesivo-reverencial) – cihuatlan (locativo) – cihuàe –nocihuãhué (vocativo, ego masculino); oquichtli (absolutivo) – oquichtin (plural); oquichmê (plural, ¿no muy pulido?) – noquich; noquichhui (posesivos) – -oquichhuahtzin (posesivo-reverencial) – oquichtlan (locativo) –  oquichitlí (vocativo, ego femenino).

El principio descriptivo

A diferencia del castellano cuyos sustantivos se forman directamente de la raíz —comer, comedor, comelón, comida, etc.— en las lenguas de la familia yuto-nahua es posible nominalizar una oración completa para formar un sustantivo.  Ya los locativos ofrecen un ejemplo del “lugar donde se duerme”, al cual se añade tlaqualoyan, “el lugar donde se come”, derivado de tlaqua/tlacua, “algo-come”.  La presencia del prefijo de objeto indefinido, tla-, denota la nominalización de una oración completa.  Este sucede con la palabra “pan; tortilla” — tlaxcalli— que proviene de ni-qu/tla-ixca, “lo/algo aso/cuezo”, por lo que su glosa literal sería “algo que se asa/cuece”, en consonancia con su forma pasiva tlaxquiyl, “cosa asada”.

Esta correspondencia entre un sustantivo y un verbo conjugado establece otro parámetro técnico o artístico del náhuatl-mexicano.  Los nombres de los objetos y animales no son simples viñetas, sino se trata de verdaderas descripciones que refieren una actividad particular del ente nombrado.  Más que la traducción a una lengua occidental, interesa el análisis morfológico exacto de cada término, al igual que el campo semántico que enmarca la palabra.

Para concluir con un ejemplo náhuat-pipil, aa-tsakwa-ni, nombra el “azacuán” o pájaro que anuncia el final de la estación de lluvias —xuu-pan, “verde-locativo”.  Su nombre deriva de ø-aa-tsakwa, “agua-cierra”, por lo que literalmente se llamaría “es el agente que cierra el agua”.  Por costumbre geo-política, toda traducción traiciona el original al olvidar la composición morfológica de la lengua indígena, su contexto sintáctico y el campo semántico que la enmarca.

Los plurales

Por simplificación se aduce que el plural expresa una categoría nominal única cuya referencia siempre la expresa un número singular.  No obstante, sin salir de Europa, el contraste del castellano y del inglés anuncia la distinta manera de conceptualizar lo mismo.  “La gente” es singular; people, plural.  “Los ochenta” no pluraliza el número; the eighties lo obliga; tampoco en los apellidos, “Los Luna”, en contraste a Los Lunas (ciudad de Nuevo México, localidad original de la familia Luna) ni “las historias” que hacen de la ciencia social un relato ficticio, history/stories.  Más delicado sería pluralizar el nombre de DIOS — IHVH – ALLAH— o los cielos y los infiernos, Heaven and Hell.  Además, si el castellano obliga a establecer concordancia entre los miembros de la frase nominal, el inglés se dispensa de ello —the white shirts, “la/el blanca/o camisas”— al igual que en el verbo: you/they are/eat/can.

Desde el siglo XVI, las gramáticas clásicas del náhuatl-mexicano reconocen la oposición entre lo animado que se pluraliza y lo inanimado sin plural.  Una palabra simple como “casa” se multiplica en su glosa, por el principio de omni-predicación y el del plural latente: calli, “es casa; es una casa; son unas casas“.  El primer rasgo del plural establece una clasificación del ente por su animación; los sustantivos inanimados carecen de plural (véase el francés trois chats (“tres gato”), cuyo plural nominal sólo existe en la grafía).  El segundo rasgo apunta hacia lo distributivo, por la reduplicación de la primera sílaba —cam-pa ti-cui-z-que na-nahui tomin?, “¿de donde sacaremos cuatro monedas cada uno? (cua-cuatro/na-nahui = cuatro cada uno)”— o hacia la colectividad xaxãli, “arenal (no arenas)”; xoxochitl, “ramo de flores”, etc.  Para complejizar la esfera plural, en náhuat-pipil existen varios plurales, -ket y -met, que sólo se aplican a los seres humanos, en una jerarquía clasificatoria que de lo inanimado asciende hacia lo humana: pipilmet; takamet, tajtakamet.

A estos dos rasgos iniciales —entidad animada y distributivo-colectivo— se agrega la oposición entre afinidad y variedad.  No se pluraliza de igual manera lo perteneciente a un mismo grupo que los objetos distribuidos en conjuntos diversos.  Calli, (cã-cal)-li = casas de un mismo pueblo”, mientras (cah-ca)-li- = casas localizadas separadamente, varios tipos de casa”; o bien “caserío/poblado” :: tâtahtin, “padres del mismo linaje” vs. tahtahtin, “padres de linajes distintos”.  Asimismo, el plural estipula una jerarquía social de la entidad nombrada que oscila de la honra al desdén: cihuã , “mujeres”, y “el no muy pulido” cihuamê, “mujeres/mujerzuelas” (¿oquichmê, “hombrezuelos?).  Ambos términos plurales contrastan con el plural poseído que se caracteriza por un sufijo particular: nocihuahuân, “son mis mujeres”; îmoquichhuân, “son sus (their) maridos”.

Prosiguiendo una distinción de género, el pronombre plural elegido determina si el hablante es varón o hembra: Ca oquihtoah in toquichtin, “ lo dicen nosotros los que somos varones” contrasta con ca oquihtoah in oquichtin, “ lo dicen ellos que son varones”, por el pronombre que antecede a oquich-tli, “ser-varón”.  Por último, los diversos tipos de posesión prosiguen modelos de plural que especifican el sentido estricto de una palabra ambigua: (cõz-ca)-tl, “joya; hijo” ? î-cõzqui, “su joya; sus joyas”; î-(cõz-ca)-uh, “(es) su hijo”, relación establecida; pilli: nopilhuãn.

Por tipología lingüística, el arte de la lengua náhuatl-mexicana no traiciona el sentido de la palabra “plural”.  Sin pleonasmo, lo plural se pluraliza al expresar no uno sino varios sentidos según el término en cuestión.  El plural implica clase de objetos animados e inanimados, distributivo, colectivo, afinidad, variedad, jerarquía social, posesivos, etc.

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