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Bicentenario de la independencia Centroamericana con dictadura en El Salvador

Licenciada Norma Guevara de Ramirios

Que no se nos olvide rendir tributo a quienes nos libraron del yugo español hace 200 años, pues entre todos los llamados próceres de la independencia centroamericana, los salvadoreños eran independentistas, así lo registra la historia.

El presbítero y doctor José Matías Delgado entre ellos, y el primer presidente, Manuel José Arce; ni decir de las heroínas de la patria como María Feliciana de los Ángeles Miranda, María Felipa Aranzamendi, Manuela Antonia Arce y Fagoaga de Lara entre tantos. Pocos firmaron el acta de independencia el 15 de septiembre de 1821, pero muchos habían luchado por ella, especialmente en lo que es hoy nuestro querido El Salvador.

Doscientos años es poco y dos años son mucho.

Sí, dos siglos pasaron de agitada vida de nuestro pueblo, unos cuantos miles de sus hijos podemos dar cuenta del último medio siglo; suficiente experiencia para comprender la importancia de tener respeto por los hechos reales que acontecen en un pueblo, por la verdad;  y para entender que los últimos dos años, los hechos ocurridos nos presagian la  repetición de fenómenos socio políticos indeseables, como la dictadura, con nuevos instrumentos dentro del viejo guion.

En el recorrido de estos dos siglos encontramos una lucha permanente de  parte del pueblo por un destino mejor; también la voracidad de otra parte por dominar y apropiarse de bienes y ventajas, luchas por la vida cotidiana, la comida, el agua, el trabajo, la escuela, un rancho, una casa, por la salud, por la justicia y por la democracia. Luchas y más luchas en las que los logros que van quedando pierden autores.

La escuela para muchos, la universidad para más personas, la educación laica, el derecho a organizarse, a elegir gobernantes y también siempre hubo seguidores de mecanismos opresivos, apoyos a las dinastías, a los tiranos y a los dictadores. Después de Anastasio Aquino y los pueblos nonualcos, la insurrección de 1932 con Farabundo Martí,  la persistencia de los perseguidos comunistas salvadoreños y otros movimientos de intelectuales, artistas, maestros, fue el surgimiento del FMLN y del FDR los que mejor resumieron la experiencia de luchas populares por la justicia y por el derecho del pueblo a vivir en democracia.

La iglesia católica, su parte justiciera y pacifista, las iglesias cristianas, pusieron su parte para poner fin al ciclo de dictaduras, de golpes y contragolpes y para intentar convivencia. No es casual que de esas luchas se evidenciara en la opción por los pobres y lo justo, el martirio y reconocimiento de santidad de Monseñor Romero, del padre Rutilio Grande y el martirio de los padres jesuitas.

Puede decirse que luego de la independencia, el logro de la paz y la reforma política que ella trajo, permitió más de un cuarto de siglo de avances que siempre juzgamos insuficientes e imperfectos, pero que ahora que aceleradamente se pierden podemos resignificarlos.

Los últimos dos años y tres meses representan retroceso, y auguran mucho sufrimiento a todo nuestro pueblo, es el plan de consolidar una dictadura el que se puso en marcha, con la victoria de Nayib Bukele. Es el ciclo que se abre, en medio de mentiras, persecución política, destrucción de instituciones y el control completo de los órganos de gobierno fundamentales y demás entidades públicas.

Pudimos llegar a este bicentenario en una condición distinta, pero esta es la realidad.

¿De quién es la responsabilidad? Muchos prefieren culpar a otros para disminuir la propia; pero para eso debe haber tiempo y libertad en el análisis; ahora lo que importa es que como pueblo nos demos por enterados del rumbo en el cual el país está encaminado y si no nos parece vivir bajo dictadura, o si se van dando cuenta de lo que eso significa, pues asumamos lo que dice nuestro himno nacional, consagrémonos a buscar el bien de la patria.

El presidente nos endeuda, no rinde cuentas, convierte al órgano legislativo en una maquila de hacer leyes, cambiará la Constitución, domina el órgano judicial y la fiscalía, somete a otros órganos que debieran regirse por sus leyes propias y por los mandatos constitucionales. Cómo negar que estamos frente a un régimen dictatorial?

Nos queda enfrentarlo con lucha, con razones, con creatividad, con valor, con amor y dignidad. Ese debe ser hoy nuestro saludo a la bandera, nuestro reconocimiento a los próceres, héroes, heroínas y  mártires, para recuperar el derecho a vivir orgullosos y orgullosas de ser salvadoreños.

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