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Algunas claves para el futuro de América Latina y El Caribe

osu Perales
Luis Armando González

Un movimiento de cambio recorre América Latina, viagra desde el Cono Sur hasta Centroamérica. Se expresa en forma de auge de los movimientos sociales e indígenas, healing y en resultados electorales que están dando lugar a gobiernos de izquierda que abogan por cambios estructurales que se sitúan en un horizonte del socialismo del Buen Vivir. Es difícil saber hasta dónde podrán llegar estos gobiernos toda vez que factores internos (fuerte oposición de las oligarquías) y factores externos hostiles juegan su papel de abierta confrontación.

No sabemos, viagra por otra parte, hasta dónde estos gobiernos y la fuerza política y social que los apoya, sabrán y podrán construir una fuerza alternativa de superación del modelo económico y social que ha sido y aún es predominante. El movimiento general de cambio, en todo caso, da la razón a quienes plantean la necesidad de otro modelo económico, otra América y otra globalización. Poco a poco, más y más sectores sociales se suman al esfuerzo, pero las fuerza neoconservadoras y neoliberales usan todo tu poder y sus recursos para impedir que el Buen Vivir se haga realidad.

Conviene, pues, ser prudentes. La importancia de este movimiento no significa de ningún modo que el neoliberalismo haya salido derrotado de forma irreversible. Menos aún puede decirse que arribaremos sí o sí a una etapa postcapitalista. El capitalismo en su expresión neoliberal y neoconservadora tiene muchos recursos para la confrontación y una probada capacidad de reacción. Sabe combinar la confrontación con la cooptación, el palo con la zanahoria, con tal de impedir su derrota final. De manera que no debemos ser triunfalistas, sino fortalecernos en la idea de que la lucha sigue. Su capacidad y astucia para dominar la conciencia de la gente es impresionante, aunque –por supuesto— no imposible de contrarrestar.

El escenario actual se puede describir como un pulso con dimensiones estratégicas entre el neoliberalismo y su capacidad de recuperación, y este movimiento general de cambio que tiene margen para ir mucho más lejos en la medida en que sus sujetos sociales y políticos combinen bien audacia con inteligencia.

En el ámbito económico la realidad presenta dos alternativas opuestas. La Alianza del Pacífico, bloque comercial formado por Chile, México, Colombia y Perú es una nueva versión del fracasado NAFTA, detrás de la cual se encuentra Estados Unidos que busca juntar a gobiernos con los que ya tiene tratados bilaterales y, a la vez, impulsa a México a un liderazgo de disputa con Brasil. En otra posición, el ALBA es un modelo de cooperación política, social y económica para luchar contra la pobreza y la exclusión social desde un enfoque de izquierda, creado en 2004. Es riqueza para la solidaridad, riqueza para la justicia y la integración regional, social y política. O sea, se trata de otro modelo de desarrollo.

La Alianza del Pacífico es más de lo mismo, en tanto que el ALBA se propone como una alternativa al neoliberalismo. La presidenta  Bachelet plantea que Chile puede hacer compatible la pertenencia a ambas alianzas (no ha entrado en el ALBA), pero su tesis sólo pretende evitar el tomar una posición clara. Chile ingresa a la Alianza con el presidente Sebastián Piñera, lo que ha heredado Bachelet.

En realidad, se trata de dos modelos en disputa: la Alianza pretende debilitar a ALBA, sumando a nuevos países (Panamá, Costa Rica) y apoyándose en su potencia comercial. El ALBA, por su parte, es más que una colaboración económica, pues se consolida también como asociación política y con una clara vocación social. Uno de sus puntos débiles puede ser el excesivo liderazgo de Venezuela. Sus puntos fuertes los instrumentos que va creando en el plano financiero y económico.

Si son compatibles, en cambio, el ALBA y las integraciones regionales. Mientras la primera se asocia a una identificación ideológica y política que busca alternativas postneoliberales, las segundas buscan la reunión de fuerzas regionales para abordar problemas y soluciones comunes en una mejor posición, haciendo de la geografía una ventaja.

Ambas propuestas, Alianza del Pacífico y el ALBA no han librado las batallas decisivas. Es evidente que, en la actualidad, los ataques a Venezuela responden a una estrategia de romper el espinazo a la alianza de izquierda y progresista. Estado Unidos, tras años de dar prioridad a la lucha contra Al Qaeda y a la intervención en Afganistán e Irak, ha vuelto su mirada a América Latina con preocupación y en los próximos años tratará de restaurar su hegemonía ahora cuestionada. Es ilustrativa la pérdida de rol de la OEA y el ascenso de la CELAC, un dato que preocupa en Washington.

La emergencia de nuevos socios económicos en América Latina y El Caribe es algo positivo, pues diversifica las posibilidades de inversión y comerciales, rompiendo la dependencia histórica de EEUU y de la Unión Europea. Esto da a nuestra América mayores y mejores oportunidades, para lo cual tendrá importancia las alianzas continentales y las integraciones regionales. Por ejemplo, las relaciones comerciales con China serán mejores negociando como grupos de países aliados que haciéndolo por separado. América Latina y El Caribe se posicionarán de otra manera en el contexto mundial.

Las victorias de la izquierda han cambiado la correlación de fuerzas. Sus nuevos gobiernos ponen de relieve avances positivos para las mayorías populares que ven aumentados sus derechos y encuentran espacios de participación en las políticas públicas. La democratización de democracias frágiles e inciertas es el primer resultado.

Pero no tienen una posición cómoda. Han de gobernar desarrollando un paralelismo: por un lado, con las reglas de juego de una globalización neoliberal; por el otro, tratando de desarrollar desde abajo procesos alternativos, por ejemplo de economías solidarias y desarrollo endógeno participativo. Estamos viviendo una época en la que estos gobiernos deben fomentar la construcción de cimientos sociales que permitan más adelante proceder a rupturas. Los gobiernos de izquierda deben saber elegir el terreno y el momento de las confrontaciones con el neoliberalismo. Y deben pensar que sus enemigos seguirán presionando con todas sus armas, incluidos golpes de Estado “blandos”. Honduras y Paraguay no tienen por qué ser el punto final de esa estrategia.

Desde luego la caída de Venezuela pondría en peligro el proceso emancipatorio actual, aun cuando la madurez política y la solidez organizativa, permite pensar que la izquierda social y política de América Latina y el Caribe tendrán capacidad de reacción en cualquier escenario. Precisamente madurez y solidez se ponen de relieve en procesos alternativos en vigor que están fomentando:

a. La construcción social de nuevas modalidades democráticas superadoras de la arcaica democracia liberal y de los enfoques reduccionistas que hacen de la democracia un formalismo. La democracia participativa como expresión de una ciudadanía consciente y de una nueva construcción nacional.

b. La toma de conciencia de la importancia de la ciudadanía. El peligro de una ciudadanía difuminada por la globalización es algo que daña de manera grave el ejercicio de los derechos civiles y políticos, así como alimenta la fragmentación social y el individualismo.

c. La izquierda social está tomando conciencia de que el desarrollo integral del Buen Vivir encuentra en la Democracia Participativa grandes posibilidades de desarrollo endógeno; un desarrollo orientado a superar las dependencias del exterior y enfocado a dar respuestas a las necesidades internas.

Por cierto que los movimientos y organizaciones sociales han ido rompiendo con una relación jerárquica, dependiente de los partidos políticos. Desde los partidos hay también una reflexión sobre la subordinación histórica de los movimientos a los partidos y, en la actualidad, hay buenas condiciones para practicar un nuevo contrato de relación entre iguales, horizontal, que coloque a cada cual cumpliendo su rol. Izquierda social e izquierda política deben compartir agendas, llevar a cabo alianzas estratégicas, y trabajar por mantener ámbitos de clara autonomía.

En cuanto a los pueblos originarios sigue dándose el fenómeno de muchas voces mestizas hablando en su nombre. Hay un reconocimiento formal de sus derechos que debe llevarse a las constituciones y a las prácticas de gobierno.

Pero es importante facilitar que los propios pueblos se apropien y tengan herramientas para el desarrollo del pensamiento y de sus propias propuestas de vida y estratégicas. Los gobiernos de izquierda deben facilitar su participación activa en las mesas de concertación de las políticas públicas; deben dar impulso a sus lenguas y culturas; crear institutos y universidades (donde la realidad demográfica lo aconseje); deben transferir a los pueblos indígenas dominio sobre territorios y su subsuelo… Sin una amplia participación social, crítica y reflexiva, será imposible una nueva ruta para nuestros pueblos.

Si tuviéramos que definir algunos factores que van a dilucidar el futuro de América Latina y El Caribe, podríamos destacar los siguientes:

a)Es importante que se vaya consolidando la actual tendencia de correlación de fuerzas, de manera que se sigan ganando nuevos gobiernos y fortaleciendo el poder de los ya logrados.

b)Es esencial que las izquierdas en los gobiernos puedan mostrar resultados positivos netos en la lucha contra la pobreza y la exclusión (es decisivo que la promesa de la izquierda de poner fin a la exclusión se haga realidad).

c)Es fundamental que desde los gobiernos de izquierda se impulse la construcción desde los territorios de nuevas economías, demostrando que es factible crear nuevos modelos.

d)Será importante para el futuro de países y del sub continente que las alianzas entre las izquierdas, con inclusión de gobiernos progresistas, vayan consolidando espacios inter-gubernamentales y de asociación con propuestas alternativas de desarrollo y una nueva presencia política en el mundo global,

e)Las izquierdas deben encontrar en el desarrollo del pensamiento del Socialismo del Buen Vivir el marco teórico y el enfoque estratégico que le dote de una nueva narrativa y de un horizonte claro hacia el que caminar. Una nueva visión de mundo debe ser construida, para oponerse a la hegemonía de las derechas (neo) oligárquicas.

f)Las izquierdas deben procurar un cambio en profundidad de las fuerzas armadas y policiales, renovándolas con audacia y con el propósito claro de hacer de estas instituciones cuerpos al servicio del pueblo,

g)Los medios de comunicación son a medio y largo plazo herramientas poderosas de la derecha: sin lesionar la libertad de expresión debe haber una estrategia que haga posible revertir desde la legalidad esta situación adversa. Una vía es desde luego los medios públicos o estatales.

h)Es estratégico que los movimientos y organizaciones sociales, y desde luego los pueblos originarios, sigan consolidando su fuerza movilizadora, sus capacidades propositivas y sus instrumentos de control de la gestión pública y de vigilancia y denuncia de la gestión privada (sobre todo de grandes corporaciones y capital financiero)

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