Luis Antonio Chávez
Me permito decir que es una incursión al cuento corto donde se mezcla la ficción y el erotismo; un boceto de lo que se quiere y se busca hacer.
Destacaré que es el tipo de narrativa que atrapa, que sugiere y lleva al lector a los recovecos inimaginables, donde la pluma se deshace en descripciones que hacen vivir cada línea.
Señalaré que, hay algunos momentos en que tiende a perderse el hilo conductor y se percibe que el poeta (conste que El chele es conocido como poeta, pero que hoy ha querido dar muestras de su creatividad como cuentista, y no lo hace tan mal), fuerza su pluma, por lo que el lector tiende a creer que toda narrativa debe dar ese giro y no es así.
Tampoco quiero decir que sea malo, lo que sucede es que ese tipo de cierres quitan la fuerza lograda en cada una de sus líneas, pues ha mantenido una altura simétrica y la imposición de las obreras de Soyapango se percibe como un giro ajeno al tema central.
Imaginé que quizás Edgar no hallaba cómo cerrar el cuento y decidió hacerlo de esa manera, lo que le resta la fuerza que llevaba, por lo demás dejo constancia que La mujer salvaje me permitió trasladarme a su casa (mansión) y disfrutar de su jardín, de su sala, de la alcoba…
Acotaré también que El Chele debe apuntalar su pluma acuciosa, pero además evitar (si así lo prefiere, porque es opcional) mezclar una idea con la otra, porque para mí el cuento es como es y no necesita forzarse.
Por mi parte exhorto a Edgar Alfaro Chaverri a que continúe en estas lides de la narrativa, pues no es fácil mantener un hilo conductor, pero que también revise el escrito antes de darlo a conocer, pues debe recordar que al final de los tiempos lo que se salva es la revisión constante de aquello que tanto nos gusta, pero cuando somos cuidadosos toma mayor presencia.
Saludos Chele y seguí adelante