Por Walter Balmorantes
A Miguel Orantes
¡Mírame…Mírame!
Esta vez solamente me dio el impulso de seguir mis instintos o sea de seguir a dónde me conducía la voz. Esa voz que poco a poco me era más familiar y experimenté la certeza que me conducía hacia mi objetivo. Viré unos 10 mts antes de donde estaba el retén, pero pude escabullirme porque la obscuridad era tan densa que nada se veía después de un metro. Caminé y caminé cuando llegué a la orilla de un cultivo de caña de azúcar. Esta zona se caracteriza últimamente por cultivos de caña y urbanizaciones a precios exorbitantes. Me sentía perdido sin rumbo sin brújula, no sabía a donde me llevaba esa voz y yo no daba crédito de por qué me había embarcado en esta aventura existencial. Claro sé que estaba buscando a mi padre y eso era motivo suficiente para hacer o deshacer caminos. ¿Pero seguir esa voz? Solo un loco como yo. Me tope con un lindero de cultivo de caña. Lo vi inmenso ya que me alumbraba con la lampara de mi teléfono móvil y no podía tener acceso a la plenitud de su extensión. Me detuve un instante para calcular si podía o no cruzar el cultivo. Cuando de manera más fuerte sin precedente escuche nuevamente ¡Mírame! Solamente una vez, pero más fuerte y sonora que me impulso a cruzar-aunque con miedo- la plantación.
XIII
Stephanie sorteaba con lentitud los obstáculos que le impedían hacer su trabajo, pero avanzaba. No sabía hacia qué dirección, pero continuaba su ruta a encontrar la “verdad” por un momento ella creyó que iba a lo seguro, pero a veces dudaba. No era para menos ya que no tenía claridad de qué buscar ni dónde hacerlo. Lo único cierto para ella era que avanzaba y con cada paso sentía una excitación más fuerte.
¡Señorita qué está haciendo ud aquí! -le gritó enojado un soldado-mientras se colocaba su fusil M16 en posición de disparo.
¡Noooo…no dispare Señor soldado! ¡Soy Periodista, No Dispare! -le gritó Stephanie alterada llegando al extremo del terror. Ella acostumbrada solamente a escuchar el percutor y flash de las cámaras fotográficas convencionales cuando cubría eventos de farándula nacional y regional. Pero ahora estaba enfrentando una de las peores masacres que sacudiría a la población nacional.
-¡Qué hace aquí? Volvió el policía a increparla ¿No sabe ud que no puede estar aquí? ¡los cuerpos están cerca y va a contaminar la escena de la masacre! Y sabe una cosa…no soy soldado sino policía no se equivoque. ¿acaso tengo cara de soldado? Y se sonrió levemente.
Stephanie había quedado petrificada sin saber qué decir y mucho menos qué hacer.
- ¡Mírame…Mírame!
Cuando escuchó nuevamente esa voz la lleno de coraje y creatividad.
-Señor soldado…perdón Señor Policía como le dije soy periodista y estoy cubriendo lo sucedido aquí en San Juan. -dijo de manera titubeante, como hurgando en su mente para seleccionar las palabras apropiadas.
-Ya le dije señorita que ud no tiene nada qué hacer aquí en la zona cero. Uds son como buitres cuando se trata de “cazar la noticia” -le respondió el policía entre enojado y nervioso.
-Pero no se enoje oficial yo solamente estoy haciendo mi trabajo. Igualmente, ud está cumpliendo con su trabajo o me va a decir ¿que por su propia voluntad está aquí? -le respondió Stephanie de manera resuelta y en control de sus nervios. Esta actitud ni ella daba crédito de lo que estaba haciendo: “confrontar a la autoridad.” Siguió explicándole el propósito y el desafío que tenía para cubrir esta noticia que provocó la sensibilidad del policía. No solamente la dejó pasar, sino que hasta le indico en qué dirección estaban los 13 cadáveres encontrados.
– ¡Señorita…señoritita solo mantenga lo que hablamos no toque nada de los 13 cadáveres! Le gritó el policía al verla alejarse en dirección a la zona que le había indicado.
– ¿13 cadáveres? Se preguntó Stephanie a sí misma…como meditándolo. Se detuvo abruptamente y dio media vuelta tratando de ver al policía, pero ya había desaparecido. La noticia que tengo es que son 12 cadáveres y por qué me dijo que hay 13…estos ya ni su trabajo hacen bien. Ella continuó con su marcha en medio de la absoluta oscuridad teniendo como única linterna la de su teléfono móvil.
Comenzó a percibirse una brisa suave y fresca impregnada de un leve aroma dulzón que bien pudo haber sido por el derrame de miel del cañaveral. La zona es famosa por dedicarse a cultivos de cítricos y caña de azúcar. Stephanie fue avanzando con sigilo como si no desease ser detectada por “alguien más.” Cuando al momento de apartar un manojo de plantas que se encontraban superpuestas la asustó un fuerte ruido de animales aparentemente huyendo y una luz brillante que la dejo alucinada.
Se quedo petrificada por el miedo y por la determinación de encontrar la verdad de lo sucedido en el lugar. Cuando de repente…
-¿Quién es ud? -le gritó alguien que se encontraba detrás de esa luz brillante que le apuntaba a sus ojos- una vez más dígame ¿quién es ud? y ¿qué hace aquí? ¿qué no sabe que esta zona está restringida?
-¡Señor soldado o policía, soy periodista…no dispare!. -le gritó Stephanie asustada pero resuelta- Vengo a cubrir lo ocurrido esta tarde en San Juan. Le repito soy periodista y no dispare.
-Perdón señorita. No se preocupe. No soy soldado ni policía. -le aclare con cierto nerviosismo y preocupación.
-¡Deje de alumbrarme a la cara! Le grito Stephanie cuando supo que no era de ningún cuerpo de seguridad. -Y es mejor que se identifique antes de que llame a las autoridades para que lo arresten por usurpador de una escena del crimen.
-No señorita no lo haga por favor. Le explicaré y entenderá mis motivos. Y efectivamente así sucedió. Le fue explicando paso a paso de todo lo que había experimentado. Y al momento de terminar simultáneamente escucharon ¡Mírame, Mírame…mírenme!!!!
Volvieron a ver en la misma dirección y simultáneamente también pensaron si la voz fue tan audible para la otra persona. Automáticamente caminaron en silencio en la misma dirección. Nadie dijo nada. No pronunciaron una palabra, pero cada quien se iluminaba con sus teléfonos móviles hasta que vieron un cadáver semienterrado. Se aproximaron. Lo rodearon y vieron que había algunos objetos como dos carteras de bolsillo y de uso de para hombres. Esto, les provocó acercarse y revisar con mayor detenimiento alrededor del cuerpo. Había mucha tierra sobre el cuerpo, pero pudieron ver algo de la ropa que tenía aún. No tocaron las carteras siguiendo las indicaciones del policía. Pedro caminando alrededor del cuerpo se sobre salto al ver algo que le llamó la atención. Se detuvo y observó con mucha determinación el objeto. Se arrodilló y sin importar las indicaciones del policía, tomó entre sus dedos la pequeña cruz de madera que siempre usaba su padre para salir de casa. La tocó con ternura tratando de examinarla lo más posible. Cuando escuchó la voz de siempre, pero como un susurro cariñoso a sus oídos ¡Mírame!…….¡Me encontraste! Luego, sintió el cálido abrazó solidario de Stephanie quien lloraba juntamente con él.