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Xenofobia, nacionalismos y la apología de la fragmentación…

German Rosa, s.j.

En la era de la globalización nos percatamos que poco a poco se van haciendo sentir eslogan o frases muy comunes con espíritu xenofóbico y nacionalista.

Más allá de las fronteras físicas geográficas se establecen fronteras étnicas, nacionalistas, y se va desplegando una sociedad global fragmentada y dividida. Siempre han existido personas, grupos, organizaciones que van reproduciendo este espíritu en los países con sus propios resortes culturales. Pero ahora se percibe como una tendencia que se va expandiendo en los países del llamado “primer mundo” o desarrollados.

Los inmigrantes son vistos con frecuencia en las calles, en las instituciones, en los medios de comunicación, etc., como un sujeto colectivo que invade estas sociedades. El peligro más grande es que dicho espíritu xenofóbico se va convirtiendo en una consigna de partidos políticos que expresan ese sentir de los grupos de personas a los que representan. Nos damos cuenta que estos partidos existen en Europa Occidental (Francia, Alemania, Austria, Inglaterra, Holanda, Bélgica, Suiza, etc.), en Europa del Este y también en los Estados Unidos.

Hay partidos antinmigrantes como el Front National (Francia); Alternative für Deutschland (Alternativa por Alemania); el Freiheitliche Partei Österreichs (Partido de la Libertad de Austria); el Partido de la Independencia del Reino Unido; el Partij voor de Vrijheid (Partido por la Libertad) de Holanda; en Bélgica tenemos al Vlaaams Belang (Interés Flamenco), partido de Flandes, contrario a la inmigración y a la islamización del país; en Suiza está el  Schweizerische Volkspartei o Partido Popular Suizo, etc.

Los eslogan como “America first” del Presidente Trump, “Italia para los italianos” del líder Matteo Salvini del partido de extrema derecha italiano La Lega (La Liga), “Europa para los europeos”, y muchos más, van nutriendo un sentimiento nacionalista que afirma las identidades nacionales, teniendo como fuente de contraste al inmigrante. En la casa común, la sociedad global, de esa manera se fomenta una política restrictiva para la inmensa mayoría de los ciudadanos del mundo a quienes se les recibe en la puerta, pero no se les permite entrar en la casa…

Esta tendencia política pregona una apología en defensa de los valores nacionales, del desarrollo cultural y los privilegios alcanzados, que contrastan con los valores foráneos, las culturas y civilizaciones que no han alcanzado los estándares de vida de los países llamados primermundistas.

De forma inadvertida se resucitan aspiraciones de superioridad de grupos, pueblos o sociedades con respecto a otros. No sería extraño que en el fondo de esta realidad se intente revivir el ideal de un nuevo tipo de superhombre individualista que se impone con su voluntad de dominio, del “superman”, de la súper-cultura, de la súper-civilización, en contraste con las personas, grupos, culturas y civilizaciones consideradas extranjeras. De esta manera se va configurando una sociedad global en la que sobreviven los más fuertes y no hay lugar para los más débiles.

No obstante, hay grupos, instituciones, partidos, gobiernos y países que van asumiendo seriamente el tema de la inmigración situándola en el contexto de los países de procedencia y las causas que la explican. ¡Gracias a Dios! tenemos políticos sensatos que apuestan por una cultura del diálogo y del encuentro y no por una política de exclusión y discriminación de identidades, pueblos y países, incluso continentes enteros. Existen gobiernos que asumen el reto de la inmigración con solidaridad y también con responsabilidad humana.

Esperemos que en esta encrucijada de la historia prevalezca la sensatez sobre la falta de sentido común, ante la grave crisis universal de las inmigraciones. Desearíamos que voces de políticos y de gobiernos fueran tan fuertes o más fuertes que las de aquellos que discriminan a los inmigrantes, a las culturas y a los pueblos de donde provienen.

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