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Vivir libres de temor

Álvaro Darío Lara,

Escritor y poeta

 

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, define con toda propiedad, en su primera y segunda acepción, el vocablo «temor», de esta manera: «1.m. Pasión del ánimo, que hace huir o  rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso. 2.m. Presunción o sospecha».
Vivimos constantemente llenos de temores (generalmente infundados), y que se traducen en una infelicidad cotidiana, que puede tornarse obsesiva. Temor a ser víctimas de la fatal violencia, a perder el empleo, a la desintegración del hogar, a la infidelidad de la pareja, al futuro de nuestros hijos, al robo, a la ruina económica, a los fenómenos de la naturaleza, al castigo divino… La lista es infinita.
Iglesias, fuerzas sociales y políticas, medios de comunicación, deberían hacer un esfuerzo de objetividad para contribuir a la tranquilidad de la población, negándose a explotar el lado más truculento de la realidad. Por desgracia, esto no ocurre, ya que priman en sus acciones motivaciones económicas, religiosas y de poder. No se trata de eludir la realidad, sino de dimensionarla en su justa medida, procurando ser más propositivos que apocalípticos.
Empero, al final, la responsabilidad de vivir temerosos, no radica en los agentes externos -ya que éstos seguirán actuando, con toda probabilidad- sino en nosotros mismos. Somos nosotros, quienes debemos negarnos al tormento interior, teniendo como aliado, al valioso optimismo.
Por supuesto que las actuales condiciones del país, justifican cierta carga de normales preocupaciones; sin embargo, cuando estos temores se apoderan de nuestra existencia, volviéndose perturbadores de nuestro quehacer, creándonos un verdadero infierno mental y emocional, estamos entonces, frente a una peligrosa situación -fuera de control- que urge de una pronta enmienda.
En su extraordinaria novela «La esfinge desnuda», el escritor salvadoreño Carlos Balaguer, recrea la historia de un mítico héroe que tiene que atravesar el samsara de la vida – en el texto, el desierto- para llegar a coronar su destino; pero, en esa aventura, se encontrará con los perversos ansuras, espectros fantasmales, que lo atacarán sin piedad, con la salvedad, que éstos se originan, forman y alimentan –única y exclusivamente- de nuestros propios miedos o temores. Ése es el terrible misterio, que convertirá al héroe, en reo o salvador de sí mismo.
Nada nos produce más temor, que el futuro, por su carácter incierto. Podemos estar claros del pasado, y en buena medida, del presente. Pero, ¿quién conoce el futuro? Al respecto, el escritor místico Cecil A. Poole, nos afirma con sobrada razón: «…el futuro se construirá sobre la firme convicción de que el presente es la única época en que estamos seguros de nuestra existencia. Los problemas son bastantes por el momento, sin que tengamos que anticipar las inquietudes del futuro que podrían ser la causa del temor».
Hay que desechar el temor, recordando al gran poeta latino Horacio, cuando dijo: «Quien vive temeroso, nunca será libre». Y la libertad personal, interior, es la única y maravillosa condición vital, a la que nunca debemos renunciar.

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