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¿PORQUÉ HAY VIDA EN LA TIERRA?

 

 

EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA.

 

 

 

 

Por Eduardo Badía Serra,

Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

 

 

El Universo, y la Tierra como parte de él, es un sistema único y complejo, muy complejo, hasta hoy inexplicable para el conocimiento humano. La Tierra, nuestro planeta, que es un componente infinitesimalmente pequeño de él, tiene un comportamiento tal que el hombre no ha podido descifrar cómo y porqué esta funciona de tal manera. Veamos algunos ejemplos:

 

¿Qué pasaría si la gravedad fuera el doble de fuerte?  Que no habría vida en la Tierra.

¿Qué pasaría si la órbita de la Tierra fuera mucho más excéntrica que la actual, cercanamente circular? Que no habría vida en la Tierra.

¿Qué pasaría si el eje de rotación de la Tierra no estuviera inclinado? Que no habría vida en la Tierra.

¿Qué pasaría si la rotación de la Tierra durara 240 días en vez de 24 horas? Que no habría vida en la Tierra.

¿Qué pasaría si el noventa por ciento de la Tierra fuera tierra y no el 15 % como ahora? Que no habría vida en la Tierra.

¿Qué pasaría si no hubiera vapor de agua y sólo un 0.038 % (38 ppm) de anhídrido carbónico en la atmósfera? Que no habría vida en la Tierra.

 

Para que haya vida en la Tierra:

Hace falta que haya una estrella próxima capaz de suministrar la energía, (esta, en nuestro caso, el caso de la Tierra, es el Sol).

Hace falta que esta estrella esté situada a una distancia apropiada: Ni demasiado lejos, porque no calentaría el planeta; ni demasiado cerca, porque lo quemaría, (en nuestro caso, ni Plutón, ni Mercurio y Venus).

Hace falta un satélite que, como la Luna en el caso de la Tierra, estabilice el planeta. Sin la Luna, el eje de rotación de la Tierra podía oscilar de vez en cuando, debido a la atracción de los demás planetas, y ello modificaría el clima y crearía condiciones incompatibles con la vida.

Es necesario que dicho planeta posea una actividad interna que le proporcione el vulcanismo que produce gas carbónico y que tenga el suficiente tamaño para que la gravedad permita que su atmósfera no se evapore y que los seres vivos puedan desarrollarse.

Hace falta que exista agua en estado líquido; y que pueda existir la química del carbono en todos los puntos del cosmos, sobre todo en las estrellas.

 

Las primeras moléculas biológicas llegaron del espacio y sembraron la Tierra bajo el impacto de meteoritos o cometas. Las primeras moléculas verdaderamente biológicas, como las que componen los ácidos nucleicos, son demasiado complejas para haber podido aparecer de manera espontánea. Hubo una especie de vida mineral que precedió la vida orgánica, y que pudo surgir en forma de cristales u otros compuestos minerales como las piritas, o bien en arcillas cuya arquitectura se asemeja a la de las grandes moléculas biológicas; después, estas se emanciparon de su soporte mineral para hacerse autónomas. La vida pudo aparecer en el fondo de los océanos, y las extrañas bacterias que se ven hoy en esas fumarolas que salen a más de 100 °C de las profundidades del planeta, en las grietas situadas a más de 20,000 metros bajo la superficie marina, son los vestigios de lo que se denomina “arqueobacterias”, los ancestros de todos los seres vivos.

 

Dice Erwin Schrodinger, el gran físico y filósofo austriaco autor de “La ecuación de onda” y de ”el gato de Schrodinger”, en uno de sus más famosos libros, “¿Qué es la vida?”, que “…..la parte más esencial de una célula viva, la fibra cromosómica, está constituida por “cristales aperiódicos”, que son los portadores materiales de la vida. El “cristal aperiódico” es la estructura química del gen abstracto de la genética básica, la “molécula maravillosa”. Con el “cristal aperiódico” se moleculariza el gen de la genética clásica.

 

Frank Drake, entonces un joven científico interesado en la radioastronomía, trabajando con un radiotelescopio en el Observatorio Nacional de Radioastronomía de Green Bank, en Virginia, a raíz de sus observaciones opinó que podían descubrirse no sólo estrellas y galaxias sino también civilizaciones en el universo; y propuso su famosa ecuación, la Ecuación de Drake, con la que podía calcularse la probabilidad con la cual se forman planetas habitados y la probabilidad de que existan en ellos civilizaciones. La Ecuación de Drake es la siguiente:

N = R* fp nt fv fi fc V

 

en la que N   es la probabilidad de que se formen planetas habitables;

R*, la probabilidad de que exista una civilización tecnológica sobre cada planeta habitable;

fp    es la fracción de las estrellas con planetas;

nt   es el número de planetas habitables rodeando a dichas estrellas, (es decir, planetas

similares a la Tierra);

fv    es la probabilidad de la vida en ellas;

fi    es la probabilidad de la inteligencia en ellas;

fc    es la probabilidad de civilizaciones en ellas; y

V    es la vida media en esas civilizaciones tecnológicas.

 

Dando valores a las variables anteriores, Drake estimó que, si:

R* varía entre 1 y 10; fp = 0.5; nt = 1 a 5; fv = 1; fi = 1; fc = 0.1; y V varía entre 103 y108;

el valor de N estaría comprendido entre decenas y cientos de millones. Es decir, de acuerdo con la Ecuación de Drake, pueden existir decenas y cientos de millones de planetas habitados, o al menos habitables, en el universo.

 

Debo decir que la Ecuación de Drake es considerada una de las grandes ecuaciones de la ciencia moderna, tanto por su belleza como por su significado.

 

¿El bitcoin?, ¿las elecciones?, ¿los políticos?, ¿la OTAN?, ¿la ONU?, ¿la OEA?, ¿Las bolsas de valores? ¡Bah! ¡Pobrezas humanas! Cuando comencemos a pensar, como lo hicieron los mayas, los nahuatl y los quechuas, y también aquellas inexplicables civilizaciones que existieron en lo que hemos dado en llamar “el tiempo guía”, que, mirando hacia el cielo estrellado, como lo hizo también Tales, el de Mileto, se preguntaban qué es eso que existe que llamamos Universo, y qué hacemos nosotros en él, entonces el hombre podrá conocerlo mejor y tendrá una vida mejor. ¿El bitcoin? ¡Bah!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.