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El Poder y la Fuerza

Orlando de Sola W.

El poder, como el temor y la libertad, es uno, pero tiene varias expresiones.

En el caso de la libertad, a menudo escuchamos referencias a las libertades, en plural, que pueden ser “de”, o “para”, cuando se interpreta como “negativa” o “positiva”, pero sigue siendo la misma.

En el caso del temor, aunque tiene varias etapas, como la angustia, la ansiedad y el miedo, sigue siendo el mismo. El poder es uno, pese a los intentos por separarlo, o dividirlo, como ocurre con los estados nacionales donde supuestos poderes, ahora órganos, compiten y chocan entre sí para cumplir con las recomendaciones del Barón de Montesquieu y su “Espíritu de las Leyes”, escrito en Francia cuando las monarquías absolutas eran la única forma de gobierno.

La idea de la separación, o división de poderes, también tuvo importancia en el Reino Unido, cien años antes de la Revolución Francesa. Sus protagonistas la llamaron “Gloriosa Revolución”, originalmente antimonárquica, pero devenida en oligárquica. Mucho antes que eso, en 1215, unos barones ingleses forzaron al impopular rey, Juan “sin tierra”, a firmar un acuerdo para limitar su manera de cobrar impuestos y otros temas que molestaban a la nobleza, siendo su producto la Carta Magna, un embrión de la separación de poderes, ahora equiparada con la Democracia.

La Declaración de Independencia de Estados Unidos, en 1776, fue el primer paso efectivo para poner en práctica esa tesis de la separación e independencia de poderes. Pero en El Salvador los intereses particulares y la lucha entre partidos, no el bien común, prevalecen sobre “El Espíritu de las Leyes”, generando un ambiente de guerra fratricida.

El poder, como la libertad, tiene distintas expresiones, pero sigue siendo el mismo. Una de ellas es la autoridad, cuyo origen debe ser moral, para que sea entendible. Otra expresión es la fuerza, que cuando sirve intereses ilegítimos se convierte en violencia. Y la otra forma es la influencia, que ejercida por los medios masivos de comunicación sobre la opinión pública, afecta la expresión de voluntad popular, convertida en mansedumbre, no en Mandante que sustituye las monarquías absolutas.

Cuando el Mandante se confunde con el Mandatario y su Mandato está difuso, los intereses, opiniones y mezquindad popular pueden convertirse en Voluntad General, o Bien Común. El poder dividido puede ser convertido en peligroso Mandante, cuando su  Mandato no está claro. Esto es lo que sucede en las repúblicas democráticas y representativas, cuando la voluntad del votante, que es el Mandante, que es la fuente de poder, es superada por otras fuerzas y energías que no respetan los derechos humanos a la vida, libertad y propiedad de nuestro cuerpo, sentimientos y pensamientos. Por eso incurrimos, sin darnos cuenta, en modelos socio-económicos y culturales que dependen de la servidumbre, o esclavitud, como sucedió en la Antigüedad y el Medioevo.

Para evitar eso, debemos permanecer siempre vigilantes a las violaciones de los derechos elementales, ya sea desde el punto de vista económico, social, político, o cultural.

Bajo el presente esquema de organización social no contamos con muchos mecanismos para defendernos, pese a la proliferación de instituciones que pretenden dedicarse a eso. Debido al agotamiento del sistema, cada día más gente se convence de la necesidad de cambiarlo, o re-fundarlo.

No es suficiente un Golpe de Estado, o un cambio de funcionarios por sufragio, pues los vicios del sistema sobreviven, con nueva cara. No se trata de cambiar de presidente, como dice la letra de una conocida canción chilena, sino de cambiar una nación, cuyos integrantes requerimos un cambio de actitud, porque es así como hemos llegado al fracaso.

No basta un cambio de partido, o facción, porque eso es lo que ha venido ocurriendo, sin que cambie nuestra lamentable situación. Lo que necesitamos es un cambio de actitud, tanto en lo social, como en lo político y económico, comenzando por lo individual. Nuestra actitud refleja nuestra energía, que puede ser positiva, o negativa, dependiendo de la fuerza de nuestros pensamientos y sentimientos, que son los mas decisivos. Debemos sustituir la ira, pereza, envidia, soberbia, codicia, gula y lujuria, por fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza y templanza, que es moderación. Adelantémonos, pues, a esa refundación!

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