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Organizaciones agropecuarias tienen razón

Recientemente, cheap prostate organizaciones nacionales representantes del sector agropecuario y organizaciones estadounidenses, troche se manifestaron frente a las instalaciones de la embajada de Estados Unidos, try por considerar que las nuevas exigencias que el Gobierno de lo Estados Unidos ha impuesto para la firma del FOMILENIO II es un chantaje, y, de paso, una violación a la soberanía nacional.

Y es que, a través de la embajada estadounidense en El Salvador, se supo que entre las nuevas exigencias o condicionantes para firmar finalmente el segundo compacto, “El Salvador debe cumplir el Tratado de Libre Comercio, en la compra de semilla para siembra”.

Desde el año 2010, el primer Gobierno de Izquierda dispuso que fueran las cooperativas de la Reforma Agraria, históricamente abandonadas por los gobiernos de derecha, las que se encargaran de producir la semilla, tanto para el frijol como el maíz, para los paquetes agrícolas que a través del Ministerio de Agricultura entrega el Gobierno al campesinado medio y pequeño, de forma gratuita.

En tiempos de los gobiernos de ARENA, el encargado de vender la semilla al Gobierno era Alfredo Cristiani, quien importaba de empresas estadounidense la semilla. Se ha dicho, por cierto, que la semilla que Cristiani importaba era de las distribuidas por Monsanto, una transnacional de Estados Unidos, que trata la semilla con la tecnología transgénica, que a la postre produce daños a la salud de los consumidores.

Frenar la compra de semillas a cooperativas, productores y familias que tratan de mejorar su calidad de vida, gracias al Programa de Agricultura Familiar (PAF), vulneraría su trabajo y economía, sin mencionar que estas empresas representan fuente de trabajo para otras personas, afirman de forma acertada las organizaciones agrícolas, que ven un peligro en las nuevas exigencias de los Estados Unidos.

Si Estados Unidos quiere ayudar a El Salvador, si quiere contribuir a que mejore la economía, y con ello al desarrollo humano, debe respetar la soberanía, y sobre todo, no impedir que en la parte agrícola desarrolle mecanismos que no dañen el medio ambiente, ni mucho menos la salud de los y las salvadoreñas. Es de todos conocidos, que la semilla transgénica, que es la que venden las transnacionales que protege el TLC, es dañina, a la postre, para la salud.

El Fomilenio II, si finalmente se firma, no debe ser una camisa de fuerza para pisotear la soberanía de El Salvador, sino, un proyecto de ayuda y cooperación, en toda la extensión de su palabra.

La soberanía de un país significa que éste puede elegir los métodos de cultivo y las políticas de seleccionar y adquirir la semilla. Ojalá que Estados Unidos oiga la voz de nuestros campesinos, pero, sobre todo, de los y las salvadoreñas que exigimos respetar nuestra soberanía.

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