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Nelson Mandela, maestro de la humanidad 18 de julio de 1918-2018

Dr. Víctor Manuel Valle

El 18 de julio de 2018 Nelson Mandela cumpliría 100 años de edad de vida políticamente asombrosa y moralmente inspiradora.

Mandela vivió gran parte del siglo XX con una vida de luchas y sembradora de esperanzas para los oprimidos.

Le tocó vivir en tiempos del apartheid, ese odioso sistema de segregación, basado en un cuerpo de leyes creado por la minoría blanca en Sur África en 1948, para separar a los habitantes blancos y negros, con el fin de que no compartieran espacios de vivienda, estudio y diversión, y para negar el voto a los negros y prohibir matrimonios e incluso relaciones entre negros y blancos.

Pero también a Mandela le tocó vivir 27 años en prisión por su lucha contra el apartheid y, con base en paciencia y lucidez, le correspondió derrotar ese sistema, para alegría de la humanidad, que fue concluido en 1992 después de 44 años de regar dolor, sangre y lágrimas entre los negros oprimidos de Sur África.

Se ha escrito vastamente sobre Mandela. Para conmemorar el centenario de su nacimiento, es oportuno hacer algunas reflexiones sobre el significado de su vida.

Por sus acciones políticas y sociales y por su liderazgo moral y político, de amplia aceptación universal, puede afirmarse que Mandela es un maestro de la humanidad. Practicó un liderazgo con muchas virtudes: coraje, perseverancia, sencillez, humildad, serenidad y gran compromiso para inspirar y acompañar en sus luchas a los oprimidos, a los de abajo.

La visión estratégica de transformador social y moral se resume en frases sencillas y de gran significado. La educación –decía- es el arma más poderosa para transformar el mundo. En verdad, la vida y luchas de Mandela es en sí mismo un mensaje educativo y, sin duda, con esa sencilla frase expresa la importancia de la educación que, aunque proclamada como imprescindible por todos los actores políticos, sigue descuidada y postergada en muchos de los países del mundo.

En sus largos años de cautiverio en las cárceles de la Sur África racista, de 1964 a 1990, tuvo ocasión de hacer profundas reflexiones y seguramente ahí llegó a la conclusión que la educación, como proceso social, es un requisito ineludible para construir sociedades desarrolladas, y en paz, donde la libertad y la dignidad de las personas se respeten, se protejan y se enriquezcan.

Cuando Mandela ingresó a la cárcel era miembro del partido revolucionario Congreso Nacional Africano. En ese partido ayudó, con otros luchadores, a fundar el ala guerrillera que enfrentaría a los opresores con la violencia revolucionaria que se imponía en un acto social de legítima defensa. Lo capturaron cuando ingresaba clandestinamente a su país, después de recibir entrenamiento militar en la Etiopía del Emperador Haile Selassie. A partir de entonces lo encerraron y ocultaron de la vista pública y comenzaron los de siempre a atacarlo con los habituales calificativos de subversivo y terrorista.

Padeció muchas durezas. Pensó, meditó, concibió un proyecto político y motivó una solidaridad internacional que, al final, derrotó el régimen opresivo del apartheid para, en 1994, resultar elegido presidente del país donde el 20% de la población blanca oprimía y excluía al 80% de la población negra. La humanidad amaneció mejor el día de su toma de posesión como presidente, el 10 de mayo de 1994. Y las esperanzas por un mundo mejor recibieron un influjo de energía.

El talante de maestro moral y político de la humanidad se conoce con su célebre frase, que ahora se encuentra en la entrada de todas las embajadas de Sur África alrededor del mundo: “Al salir de la cárcel por la puerta hacia la libertad supe que, si no dejaba atrás la ira, el odio y el resentimiento, seguiría siendo un prisionero”.

Mandela gobernó 5 años y tuvo la humildad y grandeza que, a pesar de ser un líder indiscutido en su país, no buscó la reelección. Falleció el 5 de diciembre de 2013 a los 95 años de edad.

Por todas sus luchas y obras, y sobre todo por su conducta, Mandela ejerce un magisterio moral y político para toda la humanidad -y su legado es interminable.

Hace falta una carga de muchos Mandelas para que reverdezcan las esperanzas de un mundo mejor, sin exclusiones.

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