Alma Vilches
@AlmaCoLatino
“La parábola del fariseo y el publicano es una advertencia contra la autocomplacencia y la falsa seguridad, la clave es la humildad del publicano, quien reconoce su pecado y pide misericordia, en contraste con el fariseo, que se cree justo y desprecia a los demás”, este fue el mensaje dado por Monseñor Romero y recordado este domingo durante misa celebrada en la Cripta de Catedral Metropolitana.
Según María Teresa Alfaro, de la Comunidad de la Cripta Monseñor Romero, el obispo mártir enseñaba que Dios mira a los humildes y el verdadero cristiano debe convertirse continuamente, despojándose de las «falsas seguridades».
“Monseñor Romero criticaba el fariseísmo, una actitud de cumplir la ley por formalismo, pero sin una verdadera transformación del corazón, despreciando a los demás, el fariseo se considera autosuficiente y bueno gracias a sus obras como el ayuno y diezmos, comparándose con los demás para sentirse superior, el publicano, en cambio, reconoce su condición de pecador y pide la compasión de Dios, al final su humildad y contrición lo abrieron a la gracia divina”, sostuvo.
Monseñor Romero enfatizaba que esta parábola es un llamado a la conversión continua, a despojarse de la seguridad en uno mismo, para seguir al Señor con humildad y docilidad; conectaba esta enseñanza con su visión de promover la justicia y liberación de las injusticias como parte de esta conversión evangélica.
“Dios no mira la apariencia, sino la hondura del corazón humano porque la arrogancia, la prepotencia tanto individual como colectiva no es tolerada por él, estamos preocupados más de las cosas temporales, sin las cuales no podríamos vivir y por eso es necesario que se organicen mejor”, afirmó el entonces arzobispo de San Salvador.
Asimismo, señaló que el evangelio es luz de fe, la cual ilumina la sociología, política y economía para que los hombres quienes manejen esas cosas, se inspiren, no en sus intereses egoístas, sino en los designios de Dios al crear un mundo para todos sus hijos.
Durante la procesión de ofrendas, la Comunidad de la Cripta Monseñor Romero presentó la frase “Dios soy un pecador”, simbolizando que Dios es quien debe enaltecer y reconocer si el hombre es justo o pecador.
Dios no necesita de los méritos para premiar o de las caídas para castigar, solo es importante la sinceridad del corazón porque la autosuficiencia impide abrirse al amor y la misericordia del Padre.
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