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Monseñor Romero en la Historia

Elsa Morales

Este evento convoca a diferentes sectores de la población, llámese grupos religiosos, políticos, académicos, laicos y culturales en sus diferentes ramas. En síntesis, que el Vaticano declare Santo a Oscar Arnulfo Romero y Galdámez es un hecho que trasciende y se adentra al tejido social, cultural y político de los y las salvadoreñas. Esto hace necesario preguntarnos:

¿Quién es el Monseñor Romero histórico?

¿Por qué es necesario ubicarlo en un tiempo y escenario concreto?

¿Qué fuerza superior a él, lo llevó a escribir su Diario (marzo 1978-marzo 1980)?

¿Por qué es importante destacar su conversión, su proceso personal de sacerdote a Monseñor, de Monseñor a Arzobispo Auxiliar de San Salvador y luego Obispo en el Oriente del país, en el municipio de Santiago de María?

Todo esto enmarcado en un proceso interno de la Jerarquía Eclesiástica y de los cambios que se operaban dentro de la misma; en una influencia desde una pastoral hacia las comunidades y de las comunidades hacia la institucionalidad Eclesial.

En este contexto de preguntas y reflexiones es oportuno recuperar dos frases muy conocidas, la primera de Monseñor Romero:

“…Si me matan resucitaré en el pueblo…”,

¿Cómo lo encontramos en ese resucitar, en ese vivir en el pueblo, convertida en la voz moral que interpela nuestra conducta personal y colectiva?; el guía espiritual han afirmado dos gobernantes salvadoreños, el modelo de pastor dicen otros y hay varias dimensiones que dan sentido a la afirmación de “…Si me matan resucitaré en el pueblo…”, la cual muestra la certeza que tenía nuestro Monseñor, de que su vida estaba predestinada al martirio, que su denuncia del pecado social, lo confrontaba con los poderes de su tiempo y que estos acallarían su voz al igual que lo había hecho con varios sacerdotes y miles de laicos. La segunda frase muy conocida es:

“…el pueblo lo hizo Santo…”,

Pero no lo hizo Santo para altares, ya que ello dependía y correspondía a instancias jerárquicas eclesiales; el Santo Romero, su rostro, su imagen comenzó a inundar las casas de los pobres, era la imagen del defensor de los débiles, del valiente, quien señalaba con palabras propias y entendibles que no era justo que unos tuvieran tanto y la gran mayoría careciera de todo, era la voz que semana a semana, hacía público el martirio del pueblo, las masacres, las torturas, la emigración de poblaciones enteras huyendo de la represión del Estado, llenos de miedo y terror, perseguidos por la Fuerza Armada y los llamados Cuerpos de Seguridad, sitiados por los grupos paramilitares y amenazados por los Escuadrones de la muerte, convirtiéndose así en

“..La voz de los sin voz..”

¿Quién era el Sacerdote Oscar Romero antes de sus tres años como Arzobispo de San Salvador?, ¿De dónde vino?

El libro Romero-Rutilio, vidas encontradas, escrita por Salvador Carranza Oña, nos brinda datos importantes, un hecho que parece casual, pero más bien es causal, es el asesinato del Padre Rutilio Grande, cuando el nuevo Arzobispo tenía tres semanas de haber tomado posesión de su cargo. En dicho libro en su página número 24, bajo el sub título: “2. Rutilio Grande, precursor”, se lee lo siguiente: “…Cuenta el evangelio que Jesús vio en el arresto de Juan, el Bautista, la señal y el momento preciso para tomar el relevo y comenzar su misión (Mc 1,14). El Bautista fue el precursor, el preparador de los caminos del Señor, según la tradición de los Evangelios”.

En el funeral de Rutilio Grande, Monseñor Romero dijo: “…Si fuera un funeral sencillo hablaría aquí queridos hermanos de unas relaciones humanas y personales con el Padre Rutilio Grande, a quien siento como un hermano, en momentos muy culminantes de mi vida, el estuvo muy cerca de mi; y esos gestos jamás se olvidan..”

Retrocedamos en el tiempo para comprender esos momentos culminantes a los que hace referencia Monseñor. En el año de 1966, once años antes del asesinato del Padre Rutilio, Monseñor llevaba ya veinte años de sacerdocio, de vida pastoral, en el departamento de San Miguel, al oriente del país. Debido al cambio de Obispo, en esa Diócesis, el sacerdote Romero fue trasladado a San Salvador, bajo el nombramiento de Monseñor.

Llegó a la Ciudad de San Salvador y según nos relata el libro de Carranza Oña, era poco conocido el nuevo Monseñor y animado por el Padre Rutilio, acepta residir en la Comunidad de los Jesuitas del Seminario de San José de la Montaña. Posteriormente, Monseñor Romero es enviado a Roma, por un largo período.

El Padre Rutilio Grande, viaja a Sur América para conocer la experiencia pastoral en varias zonas de los países de esa región del continente.

En el año 1970, Monseñor Romero ya de nuevo en San Salvador, es nombrado el 21 de junio, Obispo Auxiliar de Monseñor Luis Chávez y González; Monseñor no estaba cómodo con su nuevo nombramiento y es el Padre Rutilio quien se ofrece para todo lo concerniente a su Consagración, es decir, la ceremonia en el Liceo Salvadoreño y la celebración en los patios de San José de la Montaña.

Para 1974, Monseñor Romero es nombrado Obispo de Santiago de María; en su nueva Diócesis se produce un hecho impactante, la masacre de tres calles en 1975, campesinos asesinados por la Guardia Nacional.

En 1977, en la primera semana de febrero se hace público el nombre del nuevo Arzobispo de San Salvador, el sucesor de Monseñor Chávez y González, es Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez. La oligarquía salvadoreña vio el nombramiento de manera positiva, pero el clero habría preferido a Monseñor Arturo Rivera y Damas. De nuevo Rutilio Grande se interesa por la toma de posesión de Monseñor Romero, e incluso nos relata el libro, le dio su opinión sobre que la ceremonia debía ser más pública que nunca. El 22 de febrero de 1977, toma posesión el nuevo Arzobispo y el 12 de marzo del mismo año, el Padre Rutilio cae asesinado junto a dos laicos que le acompañaban en una emboscada realizada por fuerzas paramilitares, en la zona de Aguilares-El Paisnal.

Un año después, en marzo de 1978 Monseñor Romero comienza a relatar su diario. El Diario de Monseñor Romero, merece preguntarnos:

¿Qué fuerza superior a él, lo lleva a escribir su diario personal que inicia en marzo de 1978 y concluye en marzo de 1980 a escasos días de su asesinato?

El Diario de Monseñor Romero, sobre los dos últimos años de su vida, son un legado de relatos sobre acontecimientos de la vida, del momento histórico que prevalecía en El Salvador.

En el inicio del Diario, encontramos su preocupación y ocupación del aspecto jurídico legal, de la existencia de un instrumento para poder ayudar en el caso de tantos atropellos a los Derechos Humanos, y cómo lograr una Amnistía para los campesinos capturados en San Pedro Perulapán. En las páginas siguientes, comenta sobre los desencuentros al interior de los Obispos, los señalamientos hacia Monseñor Romero por su defensa hacia los campesinos. Con el transcurrir del contenido del Diario, relata sus entrevistas con diferentes grupos y personas, con religiosas de diferentes denominaciones, que trabajaban en varias comunidades apoyando a buena parte de sus habitantes. Comenta sobre el acoso a estas religiosas por su pastoral, destacando la conducta de la Guardia Nacional en su visita a Dulce nombre de María, y relata las varias ocasiones que en sus visitas, él personalmente y quienes le acompañaban eran sometidos a cateos y revisión personal como si hubieran sido sospechosos o delincuentes; escribe sobre su trabajo pastoral, los problemas por la expulsión de varios sacerdotes, la toma de Catedral y otras iglesias por parte de las organizaciones sociales de aquellos momentos.

En su diario se reseñan los sucesos más impactantes del mes de mayo de 1979

• 8 de mayo de 1979, masacre en las gradas de Catedral.

• 23 de mayo de 1979, durante una manifestación hacia la embajada de Venezuela fueron asesinadas 14 personas (7 cadáveres fueron llevados a Catedral y sepultados en ese lugar).

• En ese mismo 23 de mayo de 1979, reseña la visita del Dr. Guillermo Ungo para consultar la opinión de Monseñor sobre el foro convocado por el Gobierno de turno.

• Hacia el último trimestre del año, la efervescencia político-social se incrementa hasta llegar al Golpe de Estado del 15 de octubre de 1979. Monseñor Romero escribe en su diario personal las visitas que recibe de protagonistas civiles y militares en los días posteriores al 15, las dudas para integrar la primera junta revolucionaria de gobierno buscaban al pastor, al consejero, a la figura de más peso y respeto de aquellos momentos. Además de solicitar sus opiniones algunos piden su bendición frente a las nuevas responsabilidades a asumir.

• Para el mes de noviembre, jueves 1, tiene que intervenir en el problema presentado en la Iglesia El Rosario, donde se encontraban refugiados un grupo de manifestantes quienes fueron reprimidos en las calles de San Salvador, resultado de ello 21 personas fueron asesinadas por los “cuerpos de seguridad”. Los cuerpos sin vida de estas 21 fueron sepultados en el predio de la iglesia por el temor de los allí presentes que al trasladarlos al Cementerio serían nuevamente reprimidos. Monseñor ante la posibilidad de que el recinto fuera atacado y asesinadas más personas, decide quedarse esa noche al interior de esa Iglesia, como respaldo o garantía para evitar el asalto de la fuerza armada a dicho recinto eclesial.

• Prosiguiendo con los acontecimientos el 24 de noviembre, del mismo año, recibe la noticia que la Universidad Lovaina, “…a acordado concederle el Doctorado Honoris Causa…”

• El jueves 27 de diciembre, Monseñor Romero dice en su Diario, que hay crisis en el Gobierno, enfrentamiento entre los Ministros y la Fuerza Armada, a causa de la represión de esta última contra la población. Los civiles harán un pronunciamiento de amenaza de renuncia, ya que las reformas estructurales, prometidas en la proclama de la Fuerza Armada del 15 de octubre, no se están cumpliendo.

• Lunes 31 de diciembre de 1979, relata “El Dr. Badilla, ministro de salud, me propuso que convocara a las partes en conflicto del gobierno para invitarlas al diálogo frente a la iglesia, él convocaría a los civiles y yo invitaría a la Junta en su aspecto militar.”

• Miércoles 2 de enero 1980. Reunión de militares y civiles, se provocó el diálogo, se expusieron las diferentes posiciones, pero el alto mando dice Monseñor, a través de COPREFA dio la respuesta por la radio y puso fin a cualquier entendimiento.

• El viernes 4 de enero le visitó el Dr. Guillermo Ungo quien había renunciado a la Junta y a su vez recibió la llamada de Román Mayorga Quiróz quien se dirige, afirma Monseñor en viaje de descanso a México.

• Sábado 5 de enero. Visita de los coroneles Gutiérrez y Majano, los que quedaban de la Primera Junta.

• 9 de enero de 1980 se señala en el Diario de Monseñor, como fecha de integración de la nueva Junta de Gobierno. La Segunda Junta.

• 22 enero 1980 la gran manifestación atacada a la altura del Palacio Nacional la gente se refugió en iglesias y almacenes, en la noche 11 cuerpos sin vida se encontraban en Catedral, 300 refugiados en el arzobispado y aproximadamente 40,000 en la Universidad de El Salvador. Monseñor comenta que en esa fecha él estaba a punto de viajar para recibir el Doctora Honoris Causa de la Universidad de Lovaina.

• 30 enero de 1980 sobre su viaje a Roma comenta que el Cardenal Pironio le recordó una frase del evangelio, que él le da una aplicación especial “no temáis a los que matan el cuerpo, pero nada pueden hacer con el espíritu”. El lo interpreta, dice Monseñor, “que si los que matan el cuerpo son terribles son más terribles los que acribillan el espíritu, calumniando, difamando, destruyendo a una persona y él creía que ese era este precisamente mi martirio”

• Martes 12 de enero relata que el ejército desalojó de forma violenta una cantidad de personas que se habían refugiado en el local de la Democracia Cristiana, fue una grave situación la represión contra todos los presentes en dicho local.

• Lunes 18 de febrero fue puesta una bomba en la planta de YSAX quedando esta completamente destruida.

• Martes 19 otra bomba estalló en la biblioteca de la UCA.

• 24 de febrero, Monseñor comenta que ante la destrucción de YSAX radio noticias del Continente con sede en San José Costa Rica está transmitiendo sus homilías.

• Jueves 6 marzo se decretó la ley de reforma agraria y la Junta de Gobierno invitó a Monseñor Romero para estar presente en la cadena de radio y televisión donde se anunciaría dicha ley. Monseñor decidió no asistir al evento delegando a un sacerdote de la diócesis.

• Sábado 8 de marzo cuenta que miembros de FENASTRAS se toma la Catedral Metropolitana para velar nueve cadáveres víctimas de la represión.

• Domingo 9 de marzo recibió el premio de la paz 1980 que le confiriera la acción ecuménica de Suecia. Esto se llevó a cabo en Catedral y señala Monseñor que contradictoriamente en esa misma misa se encontraban presentes dos cadáveres de un matrimonio de jóvenes que habían sido secuestrados, torturados y posteriormente asesinados. El matrimonio lo constituían Roberto Castellanos hijo, y su esposa, una joven danesa estudiante de la UCA. Roberto Castellanos fue un atleta que representó a El Salvador en eventos en el exterior de nuestro país.

Al final de su diario su ocupación se centra en el desarrollo de las funciones de la diócesis. El domingo 16 de marzo de 1980 dice “fuimos a Aguilares donde a las once y media celebramos la misa en sufragio al Padre Grande”, a tres años de su martirio.

En su diario Monseñor comenta su confianza en el beneficio de la reforma agraria, pero que al estar unida a una situación de represión por parte de los cuerpos de seguridad esta confianza se perdía inevitablemente.

• Lunes 10 marzo se descubrió una bomba en la Basílica del Sagrado Corazón que hubiera estallado ayer dijo Monseñor, “mientras celebraba la misa de cinco en sufragio del Dr. Mario Zamora, recientemente asesinado”

Como podemos apreciar Monseñor Romero vivió junto al pueblo, le acompañó en sus grandes duelos y sufrimientos, por eso el pueblo lo hizo santo como dijera el teólogo Casaldáliga. Todos estos procesos, la historia, los hechos, forjaron en Monseñor Romero la transformación que le convertiría en:


“…La voz de los sin voz…”

San Romero de América, Pastor y Mártir nuestro

El ángel del Señor anunció en la víspera…

El corazón de El Salvador marcaba

24 de marzo y de agonía.

Tú ofrecías el Pan,

el Cuerpo Vivo

-el triturado cuerpo de tu Pueblo;

Su derramada Sangre victoriosa

-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre

que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!

El ángel del Señor anunció en la víspera,

y el Verbo se hizo muerte, otra vez,

en tu muerte;

como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.

¡Y se hizo vida nueva

en nuestra vieja Iglesia!

Estamos otra vez en pie de testimonio,

¡San Romero de América, pastor y mártir

nuestro!

Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.

Romero en flor morada de la esperanza

incólume de todo el Continente.

Romero de la Pascua latinoamericana.

Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo,

a dólar, a divisa.

Como Jesús, por orden del Imperio.

¡Pobre pastor glorioso,

abandonado

por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…!

(Las curias no podían entenderte:

ninguna sinagoga bien montada puede

entender a Cristo).

Tu pobrería sí te acompañaba,

en desespero fiel,

pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión

profética.

El Pueblo te hizo santo.

La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.

Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.

Como un hermano herido por tanta muerte hermana,

tú sabías llorar, solo, en el Huerto.

Sabías tener miedo, como un hombre en

combate.

¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!

Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del

Pueblo,

con una sola mano consagrada al servicio.

América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini

en la espuma-aureola de sus mares,

en el retablo antiguo de los Andes alertos,

en el dosel airado de todas sus florestas,

en la canción de todos sus caminos,

en el calvario nuevo de todas sus prisiones,

de todas sus trincheras,

de todos sus altares…

¡En el ara segura del corazón insomne de sus

hijos!

San Romero de América, pastor y mártir nuestro:

¡nadie hará callar tu última homilía!

Pedro Casaldáliga

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