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LAS ECUACIONES MATEMÁTICAS Y LA BELLEZA

 

 

EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA.

 

 

 

Por Eduardo Badía Serra,

Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

 

 

Continuemos con esta mi necia necedad de abstraernos de esa realidad sensible que nos golpea cotidianamente, refugiándonos en la discusión de temas que indudablemente son más importantes para la humanidad. La ciencia, cuyo método, dicho sea de paso y según afirma Penrose, reconoce ya los milagros y la belleza como parte del mismo, es, considero, uno de los mejores refugios para este propósito. Así que sigamos por ese camino y dejemos la política, el bitcoin, las guerras y esas cosas en una total epojé.

 

Decía Galileo en Il Saggiatore, que “el universo no puede comprenderse si no se entiende la lengua y no se conocen los caracteres en los que está escrito. Él está escrito en lengua matemática”.  Ya antes, Platón afirmaba que “el mundo es la palabra de Dios escrita a la humanidad en caracteres matemáticos”. Hay que decir que ni Galileo ni Platón escribieron nunca una ecuación matemática, pero el fondo sustantivo de estas como soporte del mundo y del universo es cosa repetidamente sostenida a través de la historia de la humanidad. Pitágoras, un siglo antes que Platón, sostenía que “el principio del universo, (el famoso y tan buscado arché de los griegos), es el número”, y que a la base de todo fenómeno se encuentra el número: en la naturaleza con su ritmo constante, en la vida con su tiempo perfectamente definido, y también en la música con su armonía. En todo ello, decía el filósofo de Samos, está el número como la más profunda esencia de cualquier realidad.

 

Hay una gran belleza en la matemática de las ecuaciones, cualquiera que sea su lectura. Aun en su mayor complejidad, esa belleza se mantiene y se manifiesta. La ecuación de Onda de Schrodinger, (Ĥψ = (ih/2π)(δψ/δt) en una de sus formas de expresión), una de las más complejas expresiones de la realidad natural, es bella por la forma en que se representa el hamiltoniano. Igualmente bellas han sido consideradas las ecuaciones del sestante, (E = mc2), de la energía del cuanto, (E = hv), y de Dirac sobre la existencia de la antimateria, {[ϒμ (i(δ/δxμ) – eAμ(x)) + m]ψ(x)} = 0. Dirac mismo había comentado que “mi ecuación es más inteligente que yo”. Roger Penrose ya sostiene que la belleza es parte del método científico, y habla aquí particularmente, aunque no sólo, de la belleza de las ecuaciones matemáticas.

 

Del tiempo de Galileo a nuestros días, la ciencia se ha vuelto cada vez más matemática. Ahora, las ecuaciones son un instrumento científico de enorme importancia, un artículo de fe para la mayoría de los teóricos. Sin embargo, como le gustaba conjeturar a Feynman, podría al fin resultar que las leyes fundamentales de la naturaleza no necesariamente necesitarían una formulación matemática, pudiendo bien expresarse de otra manera, “por ejemplo, como las reglas que gobiernan una partida de ajedrez”, decía este gran físico.

 

Ciertamente, pues, parece que las ecuaciones ofrecen el modo más eficaz de expresar las leyes científicas fundamentales. Pero no siempre se encuentran en el centro de las preocupaciones de todos los científicos, muchos de los cuales pueden arreglárselas muy bien con sólo un conocimiento rudimentario de las matemáticas. Pongamos como ejemplo el cuento que tiene como protagonistas a un matemático, a un físico, a un ingeniero y a un biólogo. Alguien pide a cada uno de ellos por separado que le dé el valor de Pi, π. El matemático dice que π es igual a la relación entre la circunferencia y el diámetro de un círculo”; el físico replica que π es igual a 3.141593 más o menos 0.000001”; el ingeniero, que “π es igual a más o menos 3”, y el biólogo, en vez de responder, pregunta: “¿qué cosa es π?”. No debemos olvidar, en respaldo a la respuesta del biólogo, que una de las más grandes teorías biológicas, El origen de las especies, la teoría de la evolución natural de Darwin, no contiene una sola ecuación; así como la teoría de la deriva de los continentes de la geología, en la cual, en su primera expresión, no se contenía ninguna ecuación. Pero sí debemos aceptar que, en los últimos años, la matemática se ha convertido en una herramienta esencial e imprescindible de la moderna ciencia biológica.

 

Pi, π, es un número con una historia muy interesante; se ha llegado a afirmar que es uno de los misterios más oscuros contenidos en la matemática. Es un número que se llama con una letra, y es un protagonista no sólo de la matemática sino de nuestras vidas. Ha sido expresado con diferentes cifras, desde el primitivo valor que le dieron los egipcios 200 años antes de Cristo, 3.1605, basándose en el método del octógono, hasta el obtenido por el Fachhochschule Ostscweiz siguiendo el método del PC server (Y-cruncher), en el año 2021, que le otorga, ¡óigase bien!, 62831853071796 cifras decimales después del 3. Por este ajetreo han pasado los babilonios, que le otorgaban el valor de 3.125, Arquímedes, que le otorgó el valor de 3.1418, Tolomeo, que lo valoró como 3.1416, los chinos, utilizando el método del rectángulo que circunda la circunferencia, que le dieron el valor de 3.1416, llegando incluso a calcularlo como 3.1415329, hasta llegar, desde una sola cifra hasta la ya expresada de 62831853071796 cifras decimales.

 

Este número Pi, (el famoso Pi griego), expresado como π, como sabemos, es parte de los números irracionales, que ejercen en el hombre y su historia una enorme fascinación. Otros como por ejemplo la raíz cuadrada de 2, 2, 1.414213562……, capaz de destruir aquella originaria idea de un número como una relación entre dos cantidades que tienen algo en común; y así, la constante de Euler, e, y muchos otros. Ha preocupado a los grandes pesadores de la humanidad, Newton y Kant entre ellos; y seguramente estará preocupando a la misma Alexia, quien seguramente ya lo habrá calculado, dándole su propio valor.

 

Seguimos, pues, distrayéndonos con estas cosas importantes, mientras la política, el bitcoin, las guerras y otras calamidades van consumiendo nuestras energías y llevándonos ineluctablemente hacia el sufrimiento y la desesperanza. Pero veamos:

 

¿Estará encendida o estará apagada la Lámpara de Thomson?; ¿Alcanzaría, al fin, Aquiles a la inefable tortuga?; ¿Sigue vivo o habrá ya muerto el gato de Schrodinger?; ¿Podrá llegarse en algún momento a calcularse Pi exactamente, cuando se acceda al infinito?

 

¡Esto es lo importante!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.