La piedra

Santiago Vásquez

Escritor

 

Érase una piedra abandonada a la orilla de un polvoriento y difícil callejón de un lugar ignorado y olvidado por la modernidad.

Érase un camino que abrigaba en sus orillas de musgos y talpetate a una desdichada y desafortunada piedra desde hacía muchísimos años.

En cierta ocasión, viagra una niña de sonrosadas mejillas y profundos camanances hechos como por arte de magia por un connotado escultor y que vivía al lado de sus padres, store llegó a su casa con una profunda e inusual preocupación y es que la maestra les había pedido  a todos los alumnos llevar una piedra mediana para realizar un experimento.

Muy entusiasmada, recorría con su atrevida mirada todos los rincones que podía para encontrarla, los minutos pasaban y en el trayecto no encontró ni siquiera tan solo una.

Cuando llegó a la casa, lo primero que hizo fue contarles a sus padres lo ocurrido.

Ya casi, a punto de que el sol cincelara la tenue brisa del ambiente con  pinceladas de luz y sombra, decidieron salir en busca de tan deseada y codiciada piedra; cuando ya habían recorrido cierta distancia, vieron con mucha curiosidad algo que estaba cubierto por frondosa campanillas y musgos; observando con atención, descubrieron una preciosa piedra como ella la quería y como la maestra se la había pedido.

De inmediato, aquella niña, vestida de inocencia y llena de un perfume de campo, flor y candor saltó de alegría exclamando:

¡Una piedra!

¡Una piedra!

¡Hemos encontrada una piedra papá!

Repetía con un gran regocijo.

Soltándose de la mano de su padre, corrió hacia ella, trató de levantarla, pero no pudo, sola, era imposible moverla por sus escasos ocho años con que contaba.

Aquel padre, al ver el enorme esfuerzo que la chiquilla hacía por moverla, corre hacia ella y le ayuda, juntos la toman y se la llevan a la casa.

Las campanillas repicaban con el perfume del polen, el horizonte en la lejanía parecía tragarse a los cerros.

Una neblina se levantaba como retazo de algodón curando las heridas del tiempo.

Al día siguiente, la inocente niña se levantó muy feliz de haber encontrado aquella piedra, se dirigió a la esquina de la sala donde la había dejado, pero, algo había sucedido, cuando la buscaron no la encontraron, la buscaron y la buscaron por todas partes y nada; de repente se les ocurrió volver al lugar donde la habían hallado unas horas antes, llevándose la enorme sorpresa que aquella piedra había vuelto a su lugar de origen.

La tomaron nuevamente en sus manos y se la volvieron a llevar, pero nuevamente al día siguiente, aquella piedra volvía sin ninguna explicación.

Cuando vieron que era imposible quedarse con la misteriosa piedra, renunciaron a ello y la dejaron para siempre sobre las frondosas campanillas y los musgos a  la orilla de aquel camino.

El suceso se dispersó de boca en boca por todo el pueblo y cuentan los habitantes que la piedra tenía años de estar en ese lugar y que era el corazón de un hombre que en su vida había sido muy duro con sus hijos, su mujer y hasta con su madre; tal dureza llegó al colmo de que en aquella familia el sufrimiento era insoportable, llegando al fatal momento en que el castigo fue tan severo, que decidió dejarlos  sin comer por varios días hasta que murieron de hambre.

Aquella piedra volvía siempre al lugar de su destino, debido al remordimiento de aquel mal padre que no fue capaz de darles lo mejor de su corazón a los hijos.

Año con año, cientos de personas realizan peregrinaciones y llegan a ver a la misteriosa piedra y al saber la historia se llevan una buena lección.

Cuantas piedras hay alrededor de nuestras vidas y regadas por todo el mundo y que necesitamos convertirlas en bondadosos corazones dadores de amor y esperanza.

-Lenchooooo…

Ya es tarde.

Levante hombre…

Le gritó su mujer desde la cocina.

Aquel hombre, bostezó profundamente y murmuró:

-Que sueño más raro el que tuve.

Se levantó de la cama, agarró el machete y una piedra de afilar y sonrió como queriendo adivinar el destino de aquella piedra que tenía en la mano.

Lencho abrazo a su mujer y le dio un beso.

El vacío se tornaba eterno vigilante del tiempo.

 

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