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La literatura y el olvido 

Por Mauricio Vallejo Márquez 

Nuestro país olvida con facilidad. Lo vemos a diario en los noticieros, en la cotidianidad. Puede llegar a olvidar grandes eventos históricos, así como su significado y su origen. Conforme avanzan los años olvida la historia, sus protagonistas y su geografía. Pero con mayor crueldad llega a olvidar el arte. Es lamentable que nuestra sociedad ignore el arte, aun viviendo en medio de él, siendo algo tan fundamental para una nación y su desarrollo.  El arte elevó a las distintas potencias a su esplendor, siempre ha sido la medida de la cultura, de la educación, de la sensibilidad. Sin el arte nunca se hubiera llegado a diseñar los exclusivos autos deportivos de Ferrari o los innumerables rascacielos de las grandes metrópolis. Sin cada una de las Bellas Artes el mundo aún no conocería el desarrollo. Si Julio Verne no hubiera escrito 20 mil leguas de viaje submarino no existirían los submarinos ni otras maravillosas creaciones científicas y tecnológicas. El arte, las bellas artes han influido en todo y se encuentran presente en todo bien, incluso en las marcas, en los billetes, en el vestuario. 

En El Salvador se llegó a olvidar el arte y su importancia, sobre todo la literatura y dentro de esta a las generaciones que surgieron tras los Comprometidos. Muchos conocen a Roque Dalton, mientras que los nombres de los personajes que le preceden son un inmenso signo de interrogación para la mayoría de salvadoreños. Porque con ellos se cerró el plan de educación y en las aulas de clases los maestros omitieron hablar de las generaciones de la guerra, olvidada y del resto, sobre todo de la nuestra. 

A los jóvenes literatos no sólo les fue negada su participación en los planes de educación, sino que a los espacios editoriales donde el único esfuerzo editorial que procuró realizar una primera muestra la encabezó el poeta Ricardo Lindo. 

 Así surgimos nosotros, la generación de los últimos años de la década de 1990, luchando por publicar nuestros escritos y comenzamos a realizar autopublicaciones, esfuerzos colectivos, lecturas en parques, cafeterías y bares hasta que decidimos hacer una pausa. Pero, así es la vida, llena de esfuerzos, de diques por superar, por esa razón, además de la increíble necesidad por escribir continuamos escribiendo y mostrando a gotas nuestro material, porque dentro de nuestros corazones sabemos que ningún árbol llega a ser fuerte sin enfrentar la adversidad. El primer obstáculo es el olvido, que sólo será vencido si continuamos con nuestra labor, aunque no importe romperlo si nuestra obra llega a prevalecer, porque siempre la buena obra al igual que las perlas grandes y hermosas del océano llegan a ser descubiertas. 

Ya es tiempo de que el trabajo de nuestra generación (poesía, cuento, novela, crónica, teatro y ensayo) surja, se muestre, para ver cómo fueron estos años, si hemos mejorado, si quedamos estancados. En fin, es tiempo para que este eslabón se sume a la cadena de la historia literaria de El Salvador. 

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.