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La excusa como bandera

LA EXCUSA COMO BANDERA

Por Wilfredo Arriola

No hacerse cargo de uno mismo es una tarea fácil hoy en día, basta ocupar algunas palabras para que la justificación se abra paso y eso consiga darnos otra oportunidad en la reputación. La realidad es apremiante, nuestras obligaciones en diferentes indoles también, todos las tenemos, como amigos, como hijo, como estudiante, como empleado, como creyente y un largo etc. Tareas que cumplir, pero a veces se nos da no hacerlas y ocupar una de esas palabritas para enmendar el error de no saber culminar. El prestigio y la palabra, esas instituciones personales que tanto cuesta labrar, y que con tan poco se pierden, a eso me remito.

Decir no puedo, no quiero, son dos pequeñas frases que por sencillas que parezcan pesan más que un ancla. Las enmendamos con la bisutería barata de las excusas. La memoria no sabe traicionar y el cúmulo de repeticiones hace que carezcamos de credibilidad. Pueda que la razón estriba en no saber establecer límites, en no saber como decir No. No me sienta bien llegar a la cita acordada, no me sienta bien escuchar los mismos de problemas de siempre, que te de mis mismas valoraciones y que termines haciendo las cosas que tú decidas, no saber decir: no tengo ganas de asistir a clases y ocupar cualquier contexto de excusa ambiental para salvar mi notoriedad, el tráfico, el internet, uno y mil problemas, como sí el mundo ajeno a nosotros estuviera exento de no tenerlos y nosotros fuéramos los únicos que podemos atravesarlos y el universo ha conspirado en que solo a nosotros nos pase… por favor, justificarse de esa forma, más que salvaros, son piedras para nuestra balsa, en un mar donde nos hundimos y lejos de proyectar consideración reflejamos lastima.

El arte de la negación también es el arte de la definición, porque lo que negamos nos consolida. Quien vive en la plenitud no necesita mostrar su simpatía, es notorio, por como se mueve, goza el momento, está por pasión no por cumplir con una regla. Hay algo de auténtico en la mirada, en olvidar el reloj por un momento, en considerar que el estar adonde está es el mejor lugar de ese momento. Quien hace los favores con placer y no por inversión. El tiempo va dándonos esa virtud de saber identificar la veracidad de las cosas, de las acciones. Lo intuimos. Poco a poco la trayectoria se vuelve un camino más depurado de situaciones complejas, la sabiduría se deja ver un tanto más, por las vivencias, por los momentos, años, historias. Entrenar la mirada se nutre del camino azaroso del tiempo, ese mismo que da las consideraciones para evaluar con mayor certeza la verdad de la mentira.

Hay momentos en que ya no hay espacio para las excusas, solo dos caminos: la verdad o la mentira. Las razones o las paladas que hacen nuestra tumba. A cierta edad, es inútil, seguir dinámicas de tiempos ajenos donde era más fácil entrar a ese complicado terreno de la falsa reputación. La suerte esta echada… pero por supuesto que puedes seguir poniendo excusas, lo que piensan de ti, lamentablemente no cambiara, tú sabes si es bueno o malo, y quién no lo sabe a su momento lo sabrá…

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