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La derecha después del 1 de junio (II)

Luis Armando González

Dadas sus limitaciones para elaborar y proponer a la sociedad un proyecto de gestión novedoso –un proyecto que sea mejor que el ejecutado por el gobierno del FMLN—, a ARENA no le ha quedado otra opción que hacer descansar su estrategia política en el sabotaje a la gestión del Presidente Sánchez Cerén, con la pretensión de convencer a la población de que el “fracaso” del gobierno debe ser motivo suficiente para volver a confiar en ARENA.

Esta estrategia exige, precisamente, hacer fracasar la gestión del Presidente Sánchez Cerén, realizando cualquier tipo de acción que lo haga posible, todo acompañado de puestas en escena mediáticas que influyan en las percepciones ciudadanas en la dirección deseada. Y ahí donde la tesis del fracaso no surta efecto, siempre quedará a mano el recurso de apelar a lo insuficiente de los logros alcanzados, tal como sucede en estos momentos con el tema del crecimiento económico .

A la par de la economía, cabe esperar que la derecha insista en seguir explotando el tema de la inseguridad, ámbito en el cual se seguirá trabajando por hacer abortar los esfuerzos del gobierno, lo mismo que por desestimar los avances en materia de combate del crimen, el control territorial, la eficiencia policial y la transparencia en el manejo de los recursos. Es presumible que buena parte de los esfuerzos de la derecha, en sus ataques al gobierno, se concentren en estos dos ámbitos –la seguridad y la economía—, cuyo impacto en la vida la gente es indiscutible. Lo cual no quiere decir que no se aprovechen otros temas, ligados directa o indirectamente a la economía y la seguridad, para realizar acciones y forjar percepciones en contra del gobierno. Por aquí puede reavivarse la tesis del “robo de las pensiones” o los cuestionamientos al manejo eficiente y transparente de los recursos públicos, por ejemplo.

Sin embargo, uno de los asuntos gruesos –de envergadura semejante al de la economía y la seguridad— que hace de las delicias de la derecha es el de los cuestionamientos a la ética de los funcionarios de gobierno y de la dirigencia del FMLN. Es, sin duda, uno de los frentes de ataque preferidos de la derecha salvadoreña (empresarial, mediática y política). Y es que a la derecha le fascina explotar el tema ético, pues se trata de algo que, históricamente, ha sido el fuerte de la izquierda salvadoreña. Ha sido no sólo la mayor fortaleza en cuanto a ser soporte de la unidad y compromiso de sus dirigentes y militantes, sino también en cuanto a su principal fuente de legitimidad y credibilidad populares. Por tanto, poner en duda la ética de la izquierda, encontrarle fallas y debilidades, es una labor de primera importancia si lo que se busca es debilitarla.

Los ataques a la ética de la izquierda –que se focaliza en algunas de sus figuras partidarias o de funcionarios de gobierno— toman varias direcciones. Una consiste en encontrar esas fallas, sin importar su insignificancia o su envergadura, y posicionarlas en el imaginario social como algo de una relevancia extraordinaria. Desde los salarios, el consumo de alimentos y los viajes hasta los ahorros y las compras de bienes: nada escapa a la mirada de los “cazadores de fallas éticas” en la izquierda .

Si se topan con una práctica presuntamente ilícita –esta es una segunda vía— se las arreglan para posicionarla públicamente como un delito y presionan para que las instancias éticas, fiscales y judiciales tomen cartas en el asunto. Si estas instancias prosperan en sus indagaciones, es ganancia. Pero lo más importante es haber socavado la credibilidad en la ética de los dirigentes y funcionarios de izquierda, es decir, que tanto militantes de base como pueblo en general duden de la integridad de quienes, precisamente, los han motivado e inspirado con su compromiso y honestidad.

A esta derecha “cazadora de fallas éticas” le tiene sin cuidado la legalidad o ilegalidad de los actos que denuncia y manipula.

Por supuesto que si se hace presente la ilegalidad (aunque sea en una mínima porción) la falla ética se ve magnificada, lo cual impacta más en la opinión pública. Y las fallas éticas de más impacto son las que tienen que ver con el uso, disfrute y apropiación de recursos económicos, o de bienes y privilegios, que marcan una distancia abismal entre quienes los gozan y la mayor parte de la población.

Nada más desgastante para la unidad de la izquierda que sus militantes perciban que algunos de sus dirigentes (o algunos funcionarios de gobierno vinculados al partido) se distancian abismalmente, en su estilo de vida, recursos y bienestar, de ellos. Nada más desgastante para la credibilidad política de la izquierda que la gente perciba una distancia semejante entre su vida y la de dirigentes o funcionarios de los que se espera austeridad, modestia, prudencia y un estilo de comportamiento recto y austero.

No es una buena defensa apelar a que eso que ahora se critica (esas fallas éticas que ahora se detectan y cuestionan) ya existían cuando ARENA gobernaba y nadie decía nada.

Esta postura, que a veces la asumen personas de (o cercanas) a la izquierda, refleja poca consciencia acerca de uno de los patrimonios invaluables de la izquierda latinoamericana, es decir, su ética, cimentada en el compromiso, la renuncia, la austeridad, la entrega, la solidaridad, el compartir, el rechazo a la ostentación y la vocación de servicio.

No es casual que la derecha haga de las fallas éticas –inventadas o reales, pequeñas o grandes, legales o ilegales— de líderes o funcionarios de izquierda uno de sus frentes de ataque. Sabe que con eso socava el capital más valioso de la izquierda salvadoreña.

A su vez, una argumentación como la citada, vista desde la derecha da pie para afianzar la tesis, en el imaginario colectivo, que, en cuanto a la ética, no hay diferencias entre la una y la otra. Es decir, que la izquierda es tan proclive, como lo es la derecha, a violar preceptos éticos, y que por tanto no hay razones éticas que lleven a preferir la una a la otra. Hay eso sí, se dice desde la derecha –y esto se seguirá diciendo hasta 2018 y 2019—, hay razones de eficiencia y capacidad de gestión, especialmente económica, que son patrimonio suyos. Y es aquí donde empalma la tesis del “fracaso” o del “bajo rendimiento” del segundo gobierno del FMLN.

En fin, es presumible que por estos senderos caminará la estrategia de la derecha en la presente coyuntura. El cálculo de la derecha es que erosionada la credibilidad ética del gobierno y del FMLN, y afianzada la percepción del fracaso y/bajo rendimiento del gobierno en materia económica y de seguridad, el éxito electoral de ARENA será inevitable, pues no sólo la población la dará sus votos masivamente, sino que el voto duro del FMLN se verá sometido a la dura prueba de la fidelidad en un situación de pérdida de confianza.

Se trata de una apuesta con demasiadas variables, con una confianza desbordante en la capacidades de manipulación de la percepción ciudadana –porque eso es lo que se busca y no otra cosa— y que no considera ni los dinamismos de la realidad ni el desempeño real del gobierno y del FMLN.

Y es que si no se erosiona la credibilidad ética del gobierno y del FMLN y no se afianza la percepción de que el gobierno ha fracasado –lo del bajo rendimiento es demasiado especializado para ser tema de conversación popular—, entonces el optimismo acerca de un éxito electoral inevitable de ARENA no deja de ser una esperanza vana.

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