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La alegría de una derrota anunciada

Mauricio Vallejo Márquez

coordinador

Suplemento Tres mil

Quizá porque mi papá lo jugaba, pharm yo también quise hacerlo. El ajedrez siempre me ha cautivado y en algunos momentos de mi vida le he dedica buen tiempo, viagra en ocasiones queriendo volver a jugar un torneo, viagra desde aquellos que jugaba en 1997. Sin embargo, siempre me he quedado con el deseo. Pero veo con alegría que amigos como David Blanco, Carlos Ríos y MI Carlos E. Burgos Figueroa continúan en él. Antenoche vi la invitación para jugar una simultanea contra Burgos. Nunca había participado en una, sobre todo ahora que Burgos ha alcanzado un nivel estratosférico con un fogueo genial en Europa, además de que se encuentra ostentando ser el campeón nacional. Recuerdo cuando lo conocí, no sabía nada de Carlos Burgos. Pero veía que le temían. Era el torneo estudiantil de 1997, nosotros del Colegio Cristóbal Colón (CCC) defendíamos el campeonato, pero el Liceo Cristiano arrebató el galardón ese año. Pensamos que no iba a llegar Burgos, iba tarde. Como era tranquilo, me demostró que las apariencias engañan. Su cerebro ya había concebido el triunfo. No lo enfrenté esa vez. Por lo general sólo nos veíamos en Blitz, raramente le gané. Él era de la selección y superior, yo un indisciplinado rebelde que me impulsaba más la bohemia. Siempre he admirado a Burgos y le guardo aprecio, sé que además de un virtuoso de los tableros es un tipo persistente y valiente.

No sé, algo en mi gritó que deseaba jugar. Le escribí para anotarme, y ahí estuve puntual a las 2:00 de la tarde en el parque Cuscatlán como habían anunciado, olvidando el horario salvadoreño. Él llevaba blancas y jugaba contra 27 ajedrecistas. Yo era uno de ellos, quise jugarle a buen ritmo, pero después de más de 10 años de no jugar en forma obviamente estaba pulverizado, pero le aguanté varias movidas, inicié con mi querida Caro khan, lástima que no la apunté. Hubiera sido genial llevar registro, sobre todo porque alcancé a observar 6 errores míos, pero al final la derrota era sublime: el campeón me había ganado. Una derrota no siempre es una pérdida, es por lo general el preámbulo para una victoria, sin derrota no se llega a saber lo que se necesita para ganar. Para mi fue alegre jugar con Burgos y sentirme de nuevo tocando esas piezas que tanto amo y ya ven: estamos dentro de nuevo. Gracias, Burgos por la tarde y por la lección.

Lo hermoso del ajedrez es, que es una digna metáfora de la vida. Uno comete errores al tomar decisiones, incluso a veces alguien te sopla que estás a punto de cometer uno, pero tu espíritu indómito no resiste consejo y zas le das: error. La gran ventaja es que de estos siempre se aprende si eres capaz de aceptarlos y eres receptivo. Justo a mi derecha, durante la simultanea, Eduardo perdió su dama en el cuarto movimiento y aún después de que me retiré, continuó peleando, como gato panza arriba, pero sobreviviendo.

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.