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JULIO CÉSAR GUZMÁN

A 40 años del último combate en vida por una sociedad justa y amante de la paz de este internacionalista venezolano en El Salvador

El 29 de diciembre de 1981 Julio César Guzmán, exguerrillero venezolano, conocido ” por los guerrilleros salvadoreños del FMLN como “Antonio Silva” o “El Chico”, vio por última vez la luz en las cercanías de la laguna de Apastepeque, entre los municipios de Santa Clara y San Esteban Catarina, departamento de San Vicente, El Salvador, Centroamérica. Tenía 33 años de edad.

Nacido en 1946 en el pueblo San Antonio de Maturín, estado Monagas, había combatido en Venezuela en los estados Sucre, Monagas y Anzoátegui (Venezuela), junto a los Comandantes Américo Silva y Carlos Betancourt –entonces conocido como “Comandante Jerónimo”-, formando parte del Frente  guerrillero “Antonio José de Sucre”, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria –MIR-, desde 1967 cuando contaba con unos 15 años de edad; pero también en algunas operaciones militares en estados del centro del país -Venezuela-.

Hijo de una humilde campesina (Ana Agustina Guzmán), había vivido por tanto las condiciones de miseria y explotación  de esa población: su madre cubría las necesidades del hogar en base a la recolección de café en plantaciones de terratenientes durante los meses en que ello era posible o de lavar y planchar ropa en casa de familias que así se lo solicitaban. Así logró estudiar Julio hasta que llegó a tercer año de bachillerato; poco antes había comenzado a conocer la lucha que desarrollaban algunos sectores contra la explotación capitalista y la represión que los gobiernos de turno estaban aplicando a la población trabajadora, campesina y estudiantil.

En Caracas, Venezuela, fue capturado en 1970 mientras cumplía una misión encomendada por dirigentes del Frente “Antonio José de Sucre”, que recientemente se habían separado del MIR y habían creado el partido Bandera Roja. Fue salvajemente torturado y trasladado al campamento antiguerrillero de Cocollar, entre el Edo. Sucre y Monagas, hasta que a los tres meses fue trasladado a la cárcel de La Pica, en Maturín, estado Monagas.

Junto a un grupo de presos políticos -entre ellos nuestro recién fallecido David Nieves-, después de una protesta contra la represión militar de la que habían sido víctimas en la cárcel de La Pica, fue trasladado a mediados de 1971 a la cárcel de Ciudad Bolívar y luego, en diciembre de 1971, los trasladan al Cuartel San Carlos, de donde en diciembre de 1972 salieron en libertad varios de ellos (uno de ellos, David Nieves), luego de una intensa lucha contra la represión a los presos políticos y por su libertad. Dos hijos le habían nacido durante su prisión, Julio César y Américo Ernesto, para el momento de su libertad, Américo Ernesto tenía pocos días de nacido.

Después de recuperar su libertad, se incorpora en la lucha legal como trabajador en diversas fábricas contra la explotación, la corrupción, por una sociedad realmente democrática, en justicia social, lo que le llevó varias veces a prisión por cortos períodos hasta que, como consecuencia de la persecución política, tuvo que incorporarse nuevamente a la lucha clandestina y guerrillera en 1976 al mismo Frente Guerrillero An tonio José de Sucre, pero esta vez dentro del partido Bandera Roja Marxista Leninista. Cuatro años de su vida que vivió intensamente como afectuoso padre, como hijo amoroso, compartiendo el trabajo y responsabilidades del hogar en la comprensión de que ambos, padre y madre (Lídice Navas Nieves de Guzmán), tenían compromisos políticos y, por tanto, necesitaban compartir justa y conscientemente esas responsabilidades, en base a la igualdad y equidad. Fueron también cuatro años de fogueo políticoideológico, de debates, que permitieron fortalecer su formación política, afianzar su firmeza y profundizar el carácter socialista de su lucha. La nueva etapa de lucha guerrillera fue también de profundas reflexiones políticas sobre las formas de lucha clandestina y la lucha de masas, la relación entre la lucha armada rural y la lucha de masas en la ciudad, la lucha urbana y la lucha rural, la necesidad de un balance sobre la lucha desarrollada hasta 1979. Este relativamente largo debate condujo a una nueva ruptura político-organizativa, esta vez entre quienes formaban parte de Bandera Roja Marxista Leninista que debilitó gravemente a sus integrantes, pero no quebró la voluntad de continuar la lucha de quienes siguieron junto con Julio César. En clandestinidad continuaron operando y retomaron el proceso de discusión para encontrar alternativas que les permitiera seguir impulsando la lucha, planteándose la necesidad de buscar alianzas políticas en base al debate.

En septiembre de 1980, cuando la Disip había desatado una intensa cacería contra él y otros luchadores políticos venezolanos para capturarlos vivos o muertos y mientras su esposa, Lídice Navas, estaba desde hacía un mes presa por la Disip en Valencia, Julio César aceptó asilarse en la embajada de México en Caracas.

Llegó a suelo mexicano el 3 de septiembre de 1980, donde conoce a luchadores políticos salvadoreños del Frente Farabundo Martí asilados también, conoce el proceso de lucha del pueblo salvadoreño y, comprometido como estaba con el principio del internacionalismo proletario, asume también esa lucha como suya. Como internacionalista, la lucha contra la injusticia, la explotación y la represión, no tenía fronteras, era la misma lucha que estaba librando un sector del pueblo venezolano. Comienza entonces a aportar a compañeros salvadoreños del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos -PRTC- la experiencia acumulada en Venezuela desde 1967, desde sus vivencias de San Antonio de Maturín y de lucha rural en las montañas y llanos del oriente del país hasta las experiencias de lucha urbana y suburbana de otros lugares de Venezuela.

Mujeres, hombres y niños salvadoreños de Cerros de San Pedro, de Amatitán Arriba y Amatitán Abajo, del municipio de San Esteban Catarina,  compartieron esas vivencias, intercambiaron sus experiencias,  y oyeron su última exhortación de ser firmes hasta cerrarle sus ojos el 29 de diciembre de 1981, cuando en medio de una operación de recuperación de alimentos y otras cosas, fue herido mientras cubría la retirada de otros compañeros de la unidad militar del PRTC que ejecutaba esa operación.

JULIO CÉSAR GUZMÁN NAVAS, hijo

Joven Internacionalista venezolano que, como su padre, también abonó con su sangre la sociedad con justicia social hacia la que está avanzando el pueblo salvadoreño y los pueblos latinoamericanos

Julio César Guzmán Navas nació en Caracas, Venezuela, el 10 de julio de 1971, mientras su padre, Julio César Guzmán, se encontraba como preso político en una de las cárceles del oriente de Venezuela (cárcel de La Pica, en las afueras de Maturín). Sintió también la represión a los seis meses de nacido cuando su casa en Caracas fue allanada por cuerpos policiales venezolanos y su madre, Lídice Navas, luchadora político-social,  fue llevada detenida como consecuencia de su vinculación con organizaciones políticas venezolanas que luchaban por una sociedad más justa.

Durante el resto de su niñez siguió viviendo situaciones parecidas durante los numerosos allanamientos policiales y detenciones de que fueron objetos su padre y su madre por las mismas razones, sin que por su poca edad pudiera comprender lo que sucedía y le hiciera temer por la vida de sus padres. A los cuatro años de edad, su madre lo tuvo que llevar a vivir con una tía paterna (en Maturín)  junto con su hermano menor, dada la situación de inseguridad que la persecución política de los organismos policiales le creaba a la familia y que condujo a que padre y madre vivieran en condiciones clandestinas. No fue sino hasta los nueve años de edad, en 1980, después que su padre tuvo que asilarse en la embajada de México y su madre recobró la libertad tras su detención, cuando volvió a Caracas, a vivir junto a su madre y su hermano menor. Las vivencias experimentadas lo hicieron un niño callado, que hablaba con mucha prudencia frente a adultos extraños.

A sus diez años, en diciembre de 1981, experimentó el dolor de la muerte de su padre en combate, cerca de la laguna de Apastepeque, departamento de San Vicente, El Salvador,  que lo marcó para siempre. Desde entonces, preguntaba con mucha frecuencia cómo había sido la muerte de su padre y se encerró en sí mismo. Reclamó con insistencia ir a estudiar a Cuba, porque su padre se lo había prometido y él quería hacerlo, lo que pudo realizarse al terminar de estudiar la primaria en la escuela Cruz Carrillo, Jardines de El Valle, cerca de su vivienda. Con ello, con su traslado a Cuba, cambió su forma de ser: se convirtió en un muchacho alegre y conversador, extravertido, bailador y enamoradizo.  En La Habana comenzó a relacionarse con los jóvenes salvadoreños que llegaban discapacitados como consecuencia de la guerra; durante los fines de semana compartía con estos jóvenes a quienes ayudaba en diversas formas. Hasta que al comenzar a estudiar el 9º Grado planteó que no podía seguir estudiando muy cómodamente en Cuba mientras muchos jóvenes salvadoreños, incluso más jóvenes que él, luchaban en El Salvador contra un Gobierno represor, que masacraba al pueblo salvadoreño. Por ello quería que le permitieran luchar junto al pueblo salvadoreño por una sociedad con justicia social.

Se le trató de convencer de la necesidad de continuarse formando y capacitándose bien en Cuba, explicándosele que pocos jóvenes tenían esa oportunidad y otros argumentos. No fue posible que desistiera de su decisión. Nadie pudo detenerlo. En algunas de sus palabras de despedida de su madre, de su hermano, de sus tíos y primos en Venezuela, pedía que lo comprendieran. Así, en una carta a su madre de los primeros días de octubre de 1991, pocos días antes de morir expresaba, refiriéndose a jóvenes salvadoreños: “… Me llega escucharlos hablar. Son jóvenes como yo. Me acuerdo cuando yo estudiaba, las fiestas, las novias, los paseos, cómo jodíamos; pero dejé todo por luchar, porque mucho ha sufrido y sufre este pueblo, que no es mío, pero hoy más que nunca me siento parte de él. Mi padre murió en combate en 1981, él vino a dar su aporte, como yo en estos momentos…”. Al decir de sus compañeros de lucha en las unidades guerrilleras, seguía siendo el joven alegre, que no desperdiciaba momentos para bailar y bromear. En todas las fotografías que se tienen de él, en su rostro conserva una gran sonrisa, que fue truncada el 30 de octubre de 1991, a 20 años de nacido,  cuando prácticamente fue ejecutado por efectivos de la Quinta Brigada de Infantería de San Vicente en Santa Clara, Municipio del mismo nombre, departamento de San Vicente, en cuyo cementerio fue sepultado por el pueblo de Santa Clara, que compartió con él sus aspiraciones, sueños y luchas y abrigó su cuerpo. Hoy reposan con él los restos de su padre, velando y acompañando desde donde estén por la continuidad de la lucha hacia una sociedad más justa en El Salvador y en Latinoamérica toda.

Julio César Guzmán Navas y Julio César Guzmán (padre), entran en la larga lista de nuestros proceratos civil y militar latinoamericano y Caribeño en la lucha contra el imperialismo yanqui y las oligarquías de la región.  Su esfuerzo no fue en vano y hoy cuando la Revolución Cubana se afianza y la Revolución Bolivariana avanza en su proceso de profundización hacia el Socialismo, los dos (02) Guzmán siguen presentes en el combate antiimperialista y por la redención popular latinoamericana y Caribeña,

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