Horizontes preñados

Erick Tomasino

Escritor

-Todo va salir bien miamor- le dijo el Fox mientras la abrazaba y acercaba la cabecita de ella hacia su hombro.

En ese momento la Suri sentía que le lagrimaban los ojos, no de la emoción, sino por el exagerado olor a perfume que el Fox destilaba. Ella lo había tomado por sorpresa aquella mañana que llegó a buscarlo al trabajo para darle la noticia. El Fox no lo pensó dos veces y le dijo que ese era el mejor momento para irse. No le importaba si en ese instante no vestía adecuadamente o si estaban preparados para aquella aventura, nada importaba en esas circunstancias, de hecho el Fox sólo llevaba la ropa de vestir con la que acudía religiosamente todos los días a su oficina y nada más.

-Para la próxima no tenga pena de llamarme, nadie va saber que es usted- le pidió el Fox a la Suri.

Mientras le decía eso, la Suri se sacó su teléfono celular del brasier para verificar si había alguna llamada perdida, pero nadie, en aquel trajín, había intentado comunicarse con ella. Tampoco ella hizo el esfuerzo de avisarle a alguien, así el secreto sólo sería revelado con el transcurrir del tiempo. Reflexionó entonces que quizá de todos los artículos que pudo haberse llevado, aquel era el menos adecuado, a lo mejor no le pegara la señal, a lo mejor no le alcanzarían las dos coras que le restaban de saldo; igual aquellos pensamientos no eran los más importantes en ese momento.

El Fox no dejaba de abrazarla, se le notaba emocionado, eventualmente acercaba la cabecita de la Suri para darle besitos por todos lados.

-Ya va ver miamor cómo nos irá de bien. Es mejor que pasara de esta manera, así acabo todo de una vez. Vamos a ser felices. No se preocupe por ella que todo está terminado- y el Fox miraba esperanzado hacia todos lados como buscando la aceptación de sus palabras en el viento.

La Suri se emocionaba con aquellas palabras, pero también dudaba, tenía miedo de que las cosas no salieran tan bien como el Fox se las pintaba.

-Mejor bajémonos- le solicitaba ella medio temblorosa.

-Ya no podemos dar marcha atrás miamor- le indicaba él mientras la apretujaba con más fuerza y el olor de aquel perfume se desataba con furia. La Suri se arrepintió de haberle regalado el bote de loción para su cumpleaños, quizá no se imaginaba que no combinaba bien con el tufo a sobaco que el Fox emanaba con furia de macho pijiado.

La Suri sentía un revoloteo en el estómago. El cruce de emociones –pensaba- no le sentaba bien. En el camino le pidió a Fox que le comprara una gaseosa, él le compró la gaseosa y también un guacal de papitas de a dólar con todo y mayonesa para complacer los caprichos de princesa de la Suri. Mientras le pegaban mordiscos, él seguía prometiendo.

-Tengo un primo que me ha dicho que tiene un cuartito donde podemos vivir, con luz y agua, hasta baño propio tiene, imagínese miamorcito, que bonito ha de ser aquello. Es parte de las bendiciones que dios nos tiene preparado.

La Suri al contrario sentía que lo que les iba a llover era la furia divina que azota a las personas que cometen adulterio y de imaginarlo, un escalofrío le recorrió por todo el cuerpo, tanto así que sentía que ni las papas le pasaban por el buche y el retorcijón en el estómago se hacía más intenso. Pero se imaginaba compartiendo aquel cuartito con luz y agua y con su propio baño, parecía un sueño, jamás había vivido en esas condiciones y le resultaba demasiado bueno para ser verdad.

El Fox no paraba de hablar y de endulzar el oído de la Suri con interminables promesas. Cada vez que le quería decir algo la acercaba con fuerza hacia él como para decirle un secreto poco disimulado. La Suri cerraba los ojos sintiendo cómo le penetraba el intenso olor a perfume. Se acordó así de aquella noche en que el Fox llegó a celebrar su fiesta de cumpleaños en el chupadero donde ella trabajaba, como ya le había puesto el ojo, ella le obsequió una cajita envuelta con papel lustre que en su interior contenía el frasquito de loción comprado por catálogo que en el anuncio, prometía ser una fragancia seductora.

Aquello fue el detonador para que el Fox, ya con varios tragos encima, le propusiera a la Suri que esa noche se fueran a un motel para terminar felices su noche de cumpleaños. Ella como ya lo tenía previsto le dijo que sí y fue así como ya medio encandilados se fueron a encerrar las horas que duraba la promoción para amarse como adolescentes en celo. También esa noche se descifraron futuros inciertos y confesiones poco esperadas por ella, como la declaración de que el Fox era un hombre casado. Aún con ello, la Suri le dijo que no importaba, que si lo sabían disimular no habría problema. Eso le dijo aquella noche mientras retozaban y el Fox, ya bastante entonado, se quedó dormido.

Ensimismada en aquel recuerdo estaba la Suri cuando el Fox la interrumpió ofreciéndole un porvenir lleno de ilusiones. Le hacía creer que irse a la mierda era la mejor decisión que podían haber tomado. Quería establecer con ella una relación formal, hacer una nueva vida, le proponía que en aquel sitio hacia donde se dirigían, él podría encontrar un mejor trabajo y ella podía seguir con su oficio de mesera y recibir jugosas propinas en otro chupadero o quizá en algún sitio de caché. El primo lo resolvería todo. De esa manera vivirían por el resto de sus días.

El Fox no paraba de hablar, estaba como alocado, como si una fuerte dosis de psicoactivos se había apropiado de él. Miraba hacia todos lados como quien es perseguido, suspiraba y reía. Su emoción era desbordante y eufórico apretó con todas sus fuerzas a la Suri para darle un profundo beso.

-Me va a destripar la criatura –le dijo ella con sorpresa.

Él se apartó un poco, suspirando miró hacia la ventana, después de un largo silencio, ambos se apoyaron en el asiento de adelante e intentaron dormir. Era mejor descansar un poco para asumir con nuevas fuerzas lo que se les venía. Mientras tanto, el bus continuaba su camino rumbo a aquel horizonte carcomido de inquietudes.

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