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HABLO DESDE MI ANGUSTIA: ROSARIO, LA DINAMITERA Y EL CHIQUILÍN DEL TANGO.

 

 

 

EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA.

 

Por Eduardo Badía Serra,

Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

 

 

Hablaba Miguel Hernández, el soberbio poeta español, de aquella angustia de las dinamiteras que luchaban confundidas entre la gente de su España sufrida; y hablaban Ferrer y Piazzola de aquel chiquilín de la angustia de las calles de Buenos Aires, que mientras dormía sobre piedras de papel, soñaba con la luna.

 

La angustia está en el hombre, decía Víctor Hugo; para mí, es la compañera inseparable de la tristeza. Y en verdad que el futuro de aquellas dinamiteras era cruel, como también el de aquel Chiquilín, niño de mil años que cuando la luna brilla sobre la parrilla, come luna y pan de hollín. ¿Cómo eran?……

 

Celaba la dinamitera

sus atributos de fiera.

Nadie al mirarla creyera

que había en su corazón

una desesperación…..

 

…..y una tristeza…y una angustia cruel que la vencía aun y cuando en sus manos hubiera sufrido repetidamente el destello de aquella luz que mata, floreciendo rosas en su dinamita.

 

Rosario Sánchez Mora, que así se llamaba, triste y todo, presa de la angustia, en su soledad dolorosa del tabaco subrepticio que sabía esconder tras los recodos de aquella fuente en la que debió ocultarse por tantos años, fue luego, con todo y su tristeza y con todo y su angustia, el emblema del ser que opta en su libertad, y con ello, que se encierra en su soledad para ser siempre triste y vivir en la angustia. Tanto fue así esta gran mujer, que el mismo Ortega la buscó para decirle que la amaba, con un amor tan sano y amoroso que el gran vitalista no sabía a menudo expresar, pues no era usual en él. Y traspasó Rosario el precario muro de los entornos físicos para llegar hasta donde no se pensaría que estuviera, en el espíritu y en el ejemplo, por supuesto. Llegó hasta aquí, y uno de nuestros hombre-poeta la retomó en el verso, verso que estuvo oculto, que fue nunca publicado, no sé porqué, y que inspiró otro grande del mundo, también hombre-poeta, viril soldado y amante de la libertad, que inevitablemente le llevó entonces a la soledad, y con ello, a la desesperación y a la angustia.

 

Ya llegará, Miguel, el claro día….

 

diría desde aquí Oswaldo Escobar Velado al joven español que inmortalizó a Rosario con su poema………

 

Vengo, desde la angustia que revela

tu España traicionada;

suave pastor de cabras de Orihuela

dame la mano tuya constelada.

 

Poeta con el fusil en la trinchera

todavía tu voz hoy nos recita

para Rosario, la dinamitera

la campanada de la dinamita.

 

Desde la angustia que revela…… le pide nuestro bardo al otro bardo enorme, al suave pastor de cabras de Orihuela, que le extienda la mano constelada. ¿Suave pastor de cabras? ¿Extiéndeme tu mano constelada? ¡Qué versos tan enormes y bellos! ¡Qué elegancia!

 

Escobar Velado fue el poeta de la angustia, de una angustia viva manifestada en el sufrimiento por la patria, en el dolor del hombre, e incluso en el amor humano. A Neruda le dijo también, en un poema con su nombre:

 

Delirante, Neruda, llegó el día

en que estás por los hombres ubicado

más allá de tu angustia y tu poesía.

 

haciéndole justicia.

 

Está, pues, esta angustia demoledora que nos hace libres sin embargo, aquí y allá, en otros y en nosotros, y en el mito que trasciende con su relato, y en el filósofo que intenta argumentar y logificarlo todo…..en todo, pues……e incluso, en el poeta, en el lirico tanto como en el que vuelve trágico el verso.

 

Ya llegará, Miguel, el claro día….

 

Lo que quiso decirle el bardo santaneco al poeta-soldado, sólo él lo sabe. Pero nosotros, como al mito, lo recogemos y lo hacemos nuestro. ¿Y porqué no? ¿Porqué no podemos asumir y recrear tanta belleza?

 

Es que a veces, y más bien a menudo, sabemos ocultar aquello que nos revela y nos hace ver lo que en realidad somos, orillando nuestro real existir y dejándonos flotar en burbujas ideales de las cuales nunca podemos liberarnos. Eso que ha dicho Escobar Velado, nuestro bardo, es una realidad que sabemos ignorar. ¿Y no acaso también otra insigne nuestra nos reclamaba por esta misma realidad, en unos versos que son tanto cálidos como golpeantes, cuando nos preguntaba por

 

¡Los que no tenían nombre

y casi no tienen rostro…..!

¡A los que mudos cayeron

y ni siquiera conozco!

 

Ya llegará también para nosotros un día que sea claro, y entonces vendrá lo que siempre ignoramos en nuestro no-poder-no del drama existencial del hombre. Ese día será aquel claro día, del que le hablaba nuestro poeta al otro bardo español, día en el que, ¡ojalá!, podremos conocer a aquellos que casi no tuvieron rostro y cayeron sin pronunciar palabra, por lo que no pudimos conocerlos, y por quienes preguntaba Claudia Lars.

 

 

 

 

 

 

 

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