Gregorio Marañón

Mario García Aldana

Vicedirector de la Academia Salvadoreña de la Lengua

 

Gracias al espacio que nos brinda el Suplemento Tres Mil de Diario Co Latino, la Academia Salvadoreña de la Lengua podrá comunicarse con los estimados lectores cada sábado. Inauguramos esta ventana a la cultura haciendo una reseña breve de uno de los más brillantes intelectuales españoles del siglo XX.

El Dr. Gregorio Marañón (1887-1960) fue un médico fundador de la Endocrinología en Europa, hizo profundos estudios sobre el efecto que hacen en el organismo las hormonas, al ser estimulantes, inhibidoras y reguladoras en la suma total del proceso vital. Fue un investigador y conferenciante de estatura mundial de la especialidad y desarrolló una extensa y fructífera labor docente en la Universidad de Madrid.

Como escritor no se limitó a temas médicos, aunque a través de todos ellos se puede observar al médico penetrar con ojo clínico en la médula del tema. Creó un género literario singular: el “ensayo biológico”, las grandes pasiones humanas a través de personajes históricos, y sus características síquicas y fisiopatológicas: La timidez en su libro “Amiel”, el resentimiento en “Tiberio”, el poder en “El Conde Duque de Olivares”, la intriga y la acción política en “Antonio Pérez”. Los diferentes planos que abarcó su fecundísima producción literaria fueron: médico, científico, ético, moral, religioso, cultural, histórico, sicológico.

El Dr. Marañón escribió 63 libros, tradujo 18 (del alemán, inglés, francés, italiano y portugués), prologó 141, publicó más de 334 artículos y monografías y el número de ponencias presentadas en congresos científicos y asambleas académicas pasó de 349. El total de su variada obra asciende a 1550 trabajos.

Fue académico de número de cinco de las ocho Reales Academias de España: de la Lengua, de la Historia, de las Bellas Artes, Nacional de Medicina y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y Presidente del Ateneo de Madrid y de la Sociedad Geográfica de España.

Sus amigos y colegas no se explicaban cómo podía hacer tantas cosas al mismo tiempo: su consultorio, el hospital, el aula, las investigaciones, sus libros; no se perdía un estreno teatral, un concierto sinfónico, conferencias y congresos. Él decía que “cada fragmento de tiempo debe utilizarse inteligentemente” y ser “trapero del tiempo” al aprovechar cualquier momento, por pequeño que fuera, para escribir en toda ocasión: entre las consultas de los pacientes, mientras esperaba tomar un tren, iba en taxi o en su hogar, antes de sentarse a la mesa.

El Dr. Marañón tuvo participación en política. En 1926 estuvo preso un mes por haber participado en el fracasado golpe de Estado contra el dictador Miguel Primo de Rivera; el manifiesto se leyó en el Ateneo de Madrid, del cual era Presidente. El 14 de abril de 1931 se celebró en su casa la histórica reunión entre Niceto Alcalá Zamora y el Conde de Romanones, donde se decidió la salida del Rey Alfonso XIII al exilio y la proclamación de la República; en junio del mismo año fue elegido diputado por Zamora en las Cortes Constituyentes.

Desde diciembre de 1936 hasta el otoño de 1942 vivió exiliado en Francia. De regreso a España el franquismo respetó su figura. La mayor aportación política que hizo fue sin duda el haber levantado la bandera de la libertad, en una época en que pocos o ninguna podían hacerlo. Él se consideró un liberal, entendiendo por liberalismo lo contrario a una adscripción política determinada. Al respecto, él mismo diría:

“Ser liberal es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que al contrario, son los medios los que justifican el fin. El liberalismo es, pues, una conducta, y por lo tanto, es mucho más que una política.”

Para terminar, una breve anécdota: El Dr. Juan Contreras Chávez, médico siquiatra y diplomático, sobrino de nuestro gran poeta Raúl Contreras, fue alumno y gran amigo del Dr. Marañón. En cierta ocasión el Dr. Contreras le llevó un vino y un dulce de marañón salvadoreños. El egregio Maestro, entre extrañado y agradecido, degustó el singular regalo.

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