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¿Fin del ciclo progresista?

Iosu Perales

Las victorias de la derecha en Argentina y Venezuela abrirán muy probablemente el debate sobre si estamos asistiendo al fin de un ciclo progresista en América Latina. Mi respuesta es que el proyecto transformador de las izquierdas está muy vigente y tiene mucho recorrido por delante. La derrota electoral, viagra particularmente en Venezuela, case constituye un freno a los procesos de cambio, case pero el verdadero desenlace de la batalla por la hegemonía y por los apoyos populares está lejos de haberse definido.

Es cierto, sin embargo, que el triunfo de la derecha en Venezuela buscará la salida de Nicolás Maduro de la presidencia y acabar con el régimen chavista instalando en su lugar un neoliberalismo de nuevo cuño de restauración conservadora. Si esto ocurriera, podemos decir que el bloque social y político constructor de la democratización de América Latina, quedaría en una posición delicada. La medicina a tal posible daño no es otra que multiplicar la capacidad de movilización, renovar los liderazgos continentales y defender cada uno de los pasos dados: ALBA, UNASUR, CELAC, incrementando la cooperación Sur-Sur a todos los niveles. Pero hay una condición más: acertar en el contenido y en la forma de gobernar allá donde tenemos gobiernos de izquierda y/o progresistas.

Hay buenos analistas que podrán explicar de manera coherente el resultado electoral en Venezuela. Por mi parte quiero matizar que aunque el chavismo ha salido mal parado, no ha sido vencido estratégicamente. La derrota ha sido sobre todo del madurismo. No hay posibilidad alguna de comparar los dos liderazgos, el de Maduro gestionando mal la economía y ensanchando más y más las brechas en el campo popular y de las clases medias. Sé también que la guerra económica diseñada con apoyo norteamericano ha sido la clave del resultado electoral, muy apoyada por una guerra mediática concertada y el cerco diplomático. Pero, sinceramente, con estos y otros inconvenientes hay que contar siempre, no son factores excepcionales sino normales, y aunque apelar a ellos es lícito a la hora de explicar lo que ha pasado en las urnas el 6 de diciembre, siento que la reflexión debe poner más peso en la propia realidad interna de la izquierda, con el fin de intentar un diagnóstico que nos desvele los avances, los retrocesos, las tensiones, los déficit no resueltos, reconocer en qué nos equivocamos.

Creo que la izquierda continental vivimos en una disyuntiva: o profundizamos en los procesos de cambio social y democrático o el regreso de la derecha se extenderá a otros países. Para avanzar hay que ensanchar la base social y electoral de los procesos de cambio. No hay otro camino. No es suficiente con estar bien conectados con aquellos que no nos van a abandonar nunca. Llegar a nuevos sectores sociales, como por ejemplo a sectores populares que no votan izquierda a pesar de vivir los mismos problemas y sufrimientos de quienes si lo hacen, significa reactualizar nuestro proyecto para enamorar y seducir a las mayorías sociales. Lo he dicho en otros escritos: la gran batalla por la hegemonía política, cultural y de las ideas, será dura y larga, y en ella nos jugamos el destino del proyecto que es la razón de ser de la izquierda.

En el esfuerzo por ensanchar la base social del cambio la semántica es un factor importante, más aún cuando la batalla de las ideas se juega principalmente en el campo mediático. O la izquierda sabe dirigirse al conjunto del pueblo con nuevas palabras y renovados contenidos, dejando a un lado el maximalismo teórico y el vanguardismo o lo tendremos muy difícil. Junto a un discurso atractivo, seductor, se debe trabajar por germinar el empoderamiento consciente y protagónico de los sectores sociales por el cambio. Este es un punto vital en el que partidos y gobierno de izquierda y/o progresistas debe poner todo el interés. Por el contrario, el acomodamiento es pernicioso y no permite construir un nuevo tiempo social y político. No olvidemos que o profundizamos en las transformaciones o sucumbiremos. Y trasformar supone extender la participación social, popular, incluyendo a sectores que no nos vienen votando.

Hay otros puntos o lecciones que extraer del momento que estamos viviendo. El primero tiene que ver con la movilización de las organizaciones y del campo popular.  Pareciera que, con frecuencia, los movimientos sociales que tienen gobiernos amigos bajan la guardia y esperan que sea desde arriba como se impulsen los cambios. Error. Un segundo punto consiste en que además de gobernar para redistribuir, lo que puede llegar a ser volátil si cambia la naturaleza ideológica del gobierno, es esencial impulsar la construcción de nuevos modos de organización y producción social. Sin entrar en detalles que son propios de cada país, hay que afirmar que la creación y articulación de procesos productivos alternativos, así como promover la búsqueda de nuevas bases económicas, es vital para lograr cambios difícilmente reversibles.

Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, afirma que construir un proyecto socialista latinoamericano pasa por asumir e interiorizar el Buen Vivir como paradigma. Se trata de reconstruir una cosmovisión propia, de Nuestra América, que nos dote de un horizonte liberador y de una nueva mística.

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