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¿Filosofía sin filósofos en América Latina?

Oscar Sánchez

Escritor, investigador y epistemólogo

 

¿Existe o ha existido una genuina producción de pensamiento filosófico latinoamericano?

Sobre esta pregunta fundante girará este escrito al que, a medida avancemos en su lectura- análisis, iremos gradualmente obteniendo su respuesta.

Este pequeño ensayo pretende ser una reflexión de carácter personal sobre el legado teórico filosófico de unos de los pensadores latinoamericanos más insignes que arrojó el siglo XX: me estoy refiriendo a Leopoldo Zea Aguilar.

En términos de temporalidad (1912 – 2004) a Zea le tocó vivenciar, experimentar, reflexionar y enfrentar las problemáticas resultado del proyecto de modernidad.  El reconocimiento de su identidad latinoamericana le permitió recurrir a la filosofía la cual le dio algunas luces, aproximaciones y lecturas de cómo concebir el proyecto de modernidad y su herencia, genealogía, memorias, alcances, límites, grados de oposición  y formas de resistencia (negociaciones, reacomodos, vínculos, defensas, expresiones o géneros literarios); de igual manera dilucidar el papel que ha jugado la filosofía en la historia de las ideas o del pensamiento, ya sea como aparato ideológico legitimador del proyecto de modernidad o como una filosofía de la subalternidad o de la subordinación desde Latinoamérica, donde ésta debe superar su dependencia eurocéntrica y por lo tanto crear su propia filosofía.

Para Zea la filosofía y el filosofar implican tomar conciencia de la realidad. La filosofía como concepto ambiguo no está sujeta a convenciones universalmente aceptadas y puede, por lo tan tanto, estar sustentada en intereses de las minorías burguesas. Pero la filosofía, según Zea, también puede tener una direccionalidad completamente opuesta  y estar orientada a reflexionar sobre nuestra propia realidad latinoamericana (autenticidad), no creando grandes sistemas, sino más bien hacer «filosofía sin más», «filosofía a partir de», desde nuestra problemática latinoamericana, construyendo nuestra propia realidad, dándole sentido a la historia, deconstruyendo paradigmas y modelos hegemónicos. Lo anterior significa la producción de una filosofía propia y la posibilidad de que tal pensamiento adquiera el carácter de universal. Se trata de convertirla en filosofía de la liberación donde se debe acompañar al pueblo a su liberación.

Por modernidad, consultando a Aníbal Quijano (sociólogo y teórico político peruano), la entenderemos como un proyecto económico, político, cultural, no sólo enfocado a subjetividades sino también a materialidades (objetividades). Modernidad es un “proyecto espacio temporal en el cual se da o asiste a la configuración de un nuevo patrón de poder mundial, es eurocéntrico y capitalista».

Para Enrique Dussel (uno de los fundadores de la filosofía de la liberación, junto a Zea, Arturo Andrés Roig, Rodolfo Kusch, Hugo Assman y otros) la modernidad es un proyecto que data desde 1492 hasta la actualidad. Para el salvadoreño Darío González (filósofo, médico y dos veces rector de la Universidad de El Salvador) la modernidad es un proyecto que trascurre en un largo siglo XIX, que no va de 1800 a 1900, sino más bien inicia en 1750 y finaliza en pleno siglo XX. Interesante es que en las posturas de Dussel y González se pueden dilucidar una lógica de violencia epistémica a través de los aparatos de los Estados y un “ocultamiento de una identidad cultural”. Retomando a Zea  en ninguno de los textos consultados se establece con claridad una vinculación clara, en sus escritos,  haciendo referencia a  un epistemicidio.

Hay que destacar que el proyecto de modernidad se  caracterizó por hegemonizar dos  tendencias de pensamiento en América Latina: el liberalismo (de corte económico) y el positivismo (más enfocado a lo científico, a lo académico, a lo ideológico). Zea se destaca decantándose más sobre esta última postura, precisamente su tesis de grado cuestiona ese legado producto de la modernidad y que intitula: «El positivismo en México: Nacimiento, apogeo y decadencia».

Si bien la modernidad vincula otros conceptos y constructos teóricos como el colonialismo (neocolonialismo, decolonialismo, poscolonialismo) hay que considerar que la filosofía de Zea es sui generis porque no retoma o desarrolla estos conceptos trabajados por sus análogos ideológicos (filósofos de la liberación, sociólogos del conocimiento); en el devenir de su pensamiento Zea mantiene su proyecto filosófico de desenvolvimiento (pareciera que todo su contenido filosófico está en sus primeros escritos), de repitencia,   no introduce o aborda explícitamente una acepción de colonialismo como tal pero si logra articular su cosmovisión con otras ideas que a lo largo de su carrera intelectual son vinculantes con esta problemática abordada y estudiada posteriormente por otros cientistas sociales.

Presenta su propuesta abierta, totalizante, desde una perspectiva historicista donde resalta la relevancia de la comprensión histórica. Zea, retomando a José Ortega y Gasset, considera que hay que perseguir la verdad (y no sólo la razón como plantea el proyecto de modernidad) y afirmaciones universalizables a partir de las circunstancias, dicho en otras palabras filosofar según su contexto, su propia realidad, vinculándolo con la capacidad de comprender el pasado. Para el autor mexicano-latinoamericanista reflexionar sobre las circunstancias, profundizar sobre la propia realidad, eso ya es filosofar. Acá lo que hay que reflexionar es si la circunstancia es la que me determina, o es el sujeto (investigador/ filósofo) el que determina las circunstancias… ¿o son ambas cosas?

Zea como crítico de un proyecto eurocéntrico pone en el tapete de la reflexión  que no solo la filosofía latinoamericana es limitada, sino que también la europea.

Aunque América Latina se presenta como sumergida, no como igual respecto a Europa, considera que reflexionar sobre la realidad de esta región ya es filosofar, esto implica legitimidad, pretensiones de otras culturas a tener voz.

El pensamiento latinoamericano se ha convertido en pensamiento ejemplar para otras culturas (de Asia y África) y crítica para  países dominantes. Lo anterior implica la superación de una filosofía de la historia dominante por la  construcción- deconstrucción- reconstrucción de una nueva historia basada en igualdad, justicia y horizontalidad. Estos son nuevos modos de entender y abordar la filosofía, allí está la riqueza de la filosofía: en sus diferentes abordajes.

Una de las marcadas preocupaciones de nuestro autor estuvo en el desarrollo del concepto del «tomar conciencia sobre la realidad», «hacer filosofía desde», «hacer filosofía a partir de»,  conceptos epistémicos en el que giran muchos de sus escritos. Zea al ser cuestionado por tomar como referentes a pensadores europeos (José Gaos, José Ortega y Gasset, Jean Paul Sartre) mantiene su postura de identidad latinoamericana invitando a buscar la filosofía desde sus propios autores, el problema no es seguir a un personaje en particular, al contrario, adquiere validez si éste y su pensamiento me permiten tener conciencia de la realidad, no importan de donde vengan.

Sobre las consecuencias devastadoras que tuvo la Segunda Guerra Mundial, particularmente en lo que respecta a la crisis cultural, Zea advierte la pérdida de un modelo (el Europeo) el cual es sustituido por otro emergente: el de Estados Unidos.  América Latina no necesariamente sustituyó lo antiguo por lo nuevo, es decir, no se eliminó lo antiguo para que lo nuevo se impusiera, éste ha sido un proceso de un proyecto de entrecruzamiento de temporalidades históricas.

Continuará en la próxima entrega.

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