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Filosofía de la amplitud

César Ramírez Caralvá,
Escritor y fundador 3000

 

Estudiando a Jan Patocka en su libro Libertad y Sacrificio – Salamanca España: Sígueme, 2007; me encuentro que en el capítulo segundo: «Vida en equilibrio y vida en amplitud» el autor refiere la acción de los filósofos en su relación con el mundo, en esa sociedad atrapada por un período histórico, lo cual me parece un motivo de investigación permanente, puesto que identifica todos los movimientos de cualquier época con un discurso personal, así la vida de Sócrates continúa siendo motivo de estudio por los argumentos conocidos que llevan a su muerte, pero resulta que así como ese personaje histórico, en nuestro momento la actitud ante la sociedad nos obliga a actuar hacia un modelo de praxis, que condiciona nuestro discurso.
La vida en equilibrio sería: «.. gira en torno a las ideas morales de los que ha venido a llamarse ideología humanista, comprende al hombre como un ser constituido esencialmente en forma armónica. El hombre está llamado a la felicidad y al equilibrio de todas sus fuerzas» pág 33; mientras la vida en amplitud: «… el otro tipo de filosofía que nos ocupa considera al hombre como un ser que, por su propia esencia, nunca puede ser encerrado en un caparazón rígido o en una forma de vida definitiva. Desde este punto de vista, el hombre se manifiesta por excelencia, en su función humana más elevada, allí donde hace estalla la forma aparentemente fija de la vida, renovando todo lo problemático, lábil y extremo que se encuentra oculto bajo la superficie del cotidiano vivir» pág 34.
Con estas breves palabras el filósofo se encuentra con su actitud crítica a su sociedad, de tal forma que su acción pasa de la teoría a la práctica, se convierte en «verdad» porque desafía a su entorno con su vida. En las referencias que hemos leído encontramos la palabra «excelencia» en la antigüedad era equivalente a la vida cotidiana sin faltas, sin fallos humanos, en esencia sin pecados terrestres, lo cual era asociado al cumplimiento de sus labores, de tal forma vida-obra era lo mismo; si aplicamos esa concepción a hombres y mujeres encontramos a muchos seres maravillosos, es un grado de humanidad, por ejemplo en este instante la primera línea de la sociedad se encuentra en la defensa de los principios democráticos, en la libertad, en la lucha contra la injusticia etc., ¿acaso no es la misma en la historia de la humanidad?.
Es notorio que este elemento nos habla del hombre y mujer dueño de su destino, de su discurso, que no toman lo aparente como verdadero, que profundizan en el conocimiento más allá de los sofistas, retóricos y charlatanes que olvidan que la filosofía es revolucionaria, en todo el sentido de la palabra.
La vida del filósofo es un combate permanente por conducir a la sociedad fuera de la caverna, considerándose completamente finito, mortal, humano, asumiendo su responsabilidad histórica.
Así puede distinguir la realidad independiente de los poderes fácticos o temporales de la verdad; de igual manera puede comprender el origen de la tragedia y elimina las supersticiones, comprende las desgracias, pero no les otorga designios divinos, ni destinos sobrenaturales, en esencia posee la alegría y el don de vivir en este planeta día con día.

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