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A las 8:50 de la mañana del 22 de junio de 1994, al menos una decena de individuos armados con fusiles de asalto robaron un millón y medio de colones, de un camión blindado que se disponía a dotar de liquidez a la agencia del desaparecido Banco de Comercio, ubicada sobre la 21 avenida sur y calle Rubén Darío en la capital salvadoreña.
Los asaltantes ataviados con uniformes de la extinta Policía Nacional, uno de los cuerpos de seguridad pública que fueron disueltos con el surgimiento de la Policía Nacional Civil (PNC), bajaron de dos vehículos y abrieron fuego contra el personal de seguridad, que entregaba el dinero a la agencia.
Con un millón y medio de colones en su poder, los sujetos lanzan una granada al interior del banco, la cual no explotó, por lo cual comenzaron a disparar al interior de la agencia bancaria para evitar que la seguridad de la institución impidiera el atraco.
La escena se prolongó durante varios minutos, sin que autoridad alguna se hiciera presente en el lugar, un equipo de periodistas de TV que circunstancialmente pasaba por la zona se detuvo y documentó uno de los sucesos que más revuelo causó en la década de los noventa, a dos años del cese de las hostilidades del conflicto civil armado y solo tres semanas de la llegada al poder ejecutivo de Armando Calderón Sol.
Cuatro personas perecieron en el ataque armado, identificadas como, Carlos Antonio Peñate Rivera, José Rogelio Peñate y Juan José Deleón, trabajadores de la empresa de seguridad, que trasladaba la fuerte suma de dinero y Walter Ernesto Rodezno, un mecánico que laboraba en un taller cercano.
El caso estuvo de principio a fin, envuelto en un halo de misterio por la manera en la que se ejecutó, la disciplina y precisión militar con la que actuaron los asaltantes y la incógnita sobre las identidades de los mismos.
El mito del “Chele Papaya”
Multitud de nombres desfilaron como presuntos autores, intelectuales y materiales, del millonario asalto, las acusaciones suelen coincidir en que fue el “Chele Papaya”, de quien nunca se reportó su detención ni se determinó su verdadera identidad, hay quienes llegan a pensar que en realidad fue un personaje ficticio ideado para que sirviera como “chivo expiatorio”.
El jefe de la División de Investigaciones de la Policía Nacional (PN), el teniente Rafael Coreas Orellana, fue de los principales acusados de estar detrás del Chele Papaya, la prueba que presentaba la parte judicial, la grabación hecha el día del atraco en que un asaltante, con el perfil de Coreas Orellana, uniformado de PN, dispara hacia el interior del banco, sin embargo, nunca se dilucidaron pruebas más allá del parecido físico del militar con el asaltante, alegó su defensa.
Por el caso, fue procesado y absuelto Coreas Orellana en 1998, en tanto, en junio de 1999, los dos únicos implicados a los que se les demostró su participación en el crimen, Gonzalo Alberto Salmerón y José Antonio Andrade, fueron sorpresivamente sobreseídos de todo delito, sin embargo, el juez del caso les impuso pagar 20 mil colones en concepto de indemnización a familiares de cada uno de los fallecidos, 5 mil a un herido y 21 mil al banco, por daños materiales.
En el año 2000, una instancia judicial superior al juzgado, resolvió que el juez no tenía competencia para fijar responsabilidad civil a los imputados, por lo que revirtió la decisión, dejando el caso en la total impunidad.
