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El inclemente y duro olvido

EL INCLEMENTE Y DURO OLVIDO

Por Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y editor Suplemento Tres Mil

Libro un duelo a diario, y está relacionado con el olvido. Aparece en mi cabeza una idea agradable para escribir. La pienso, la acaricio y  no la apunto porque tengo la errónea premisa de creer que si es buena volverá. Grave error, por lo general no regresa.

La terrible pena de haber construido algo y recordar que la palabra “habría” nunca llega a concretarse por ser un auxiliar de algo que podría ser. Nada puede superar el verbo en presente y directo; es decir escribir, no haber escrito. El punto es que el maestro Yoda al decir que el intento no es suficiente porque lo idóneo es hacer.

Tengo un año y un par de meses en un empleo mecanico  de 8:00 de la mañana a 4:00 de la tarde, en el que fui perdiendo el hábito de llevar un cuaderno o una libreta en la que imprimía cuanta cosa se me cruzara por la cabeza (dibujos, narraciones, pensamientos y poemas), incluso frases que me agradaban de otros autores para releerlas, collages y caricaturas, apuntes de escenas con suficiente mérito para aparecer en un cuento o en una novela sea o no publicada. Podría decir que el empleo procura evitar que uno tenga creatividad, pero sería mentir: uno es el que se deja derrotar y aborta sus sueños, uno es el responsable de luchar o abandonar. Me acoplé a que mi cerebro se ocupara de llevar apuntes ante la ausencia del papel. No voy a afirmar que la totalidad de mis pensamientos se pierden entre los miles de recuerdos borrados, algunos sobreviven al inclemente olvido y terminan en una página. Pero, he dejado atrás muchos que eran buenos.

Lo que sí aprendí es que la rutina puede destruirte si lo permites. Los ambientes intrigantes además de ser un campo de cultivo de ideas pueden transformarse en un lugar tóxico y contagioso. El trabajo desarrollado en algo que no es tu vocación termina por frustrar y deprimir. Sin embargo, depende de cómo lo veas. Y los apuntes mentales vuelven a depurar, dejan algunas cosas y pierden otras. La ausencia de la hoja vuelve la ruta un lugar con niebla densa y espesa que te impide ver el horizonte.

Independientemente si los ejercicios que uno elabora en las libretas terminarán siendo parte de libros, lo que importa es tenerlas y utilizarlas. Escribir lo que uno siente puede salvarte de la locura y de la muerte. Escribir es terapéutico, dicen los expertos en el cuido de la salud mental. Valdría la pena probar. Lamentablemente empecé a elaborar anotaciones en mi teléfono celular, pero con el tiempo lo dejé de hacer y consecutivamente mis ideas y planes se fueron difuminando semejantes al sonido de los pasos cuando la gente se aleja.

Hoy tenía tres ideas que me gustaban para hacer algunas columnas, y ya ven: surgió esta. Casi por accidente comencé a hablar del olvido y del duelo por perder ideas. Lo bueno de todo esto es que nos obligaremos a recuperar el maravilloso hábito de tomar apuntes en el papel.

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