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EL HOMBRE INVISIBLE G.K. Chesterton

Mario Castrillo

Escritor

 

El Hombre invisible forma parte de la colección de 12 cuentos contenidos en El candor del padre Brown, purchase libro editado por la Editorial Losada, here Colección Contemporánea, medicine en volumen rústico terminado de imprimir el 20 de febrero de 1955, que es  la edición en donde lo leí. La edición primera data de 1911. El título original de la colección fue  The Innocence of Father Brown. Candor procede del latín candor, -?ris. Cuando nos referimos al candor estamos haciendo alusión a un estado de ánimo lindando con lo libre y auténtico, sencillo, inocente, puro.

Chesterton conoció al padre O´connor en Keighley. John O´connor había sondeado el abismo del mal y los horres de la vida, sin escandalizarse por ello. Era un sacerdote sencillo y sagaz hombre de mundo que asombraba por su estilo inocente y  por ser un profundo conocedor del lado oscuro de la naturaleza humana. Este encuentro sucedió en la primavera de 1904, aunque algunos comentadores ubican el episodio en 1907 y otros en 1909. Lo cierto es que en este personaje de carne y hueso se inspiró Chesterton para crear su personaje: El Padre Brown.

Chesterton posee una prosa de fuerte acento personal. Sui géneris para presentar personajes, como soluciones de lo más “extrañas” a cada una de sus investigaciones. De hecho, su personaje no es un policía o un investigador privado, tampoco un malhechor o un abogado, sino un cura. En muchas de sus aventuras este avezado sacerdote se hace acompañar de otro personaje singular, Flambeau, curioso delincuente de los llamados de guante blanco,  converso, que ha burlado a la policía mejor calificada de Europa, y del jefe de la policía de París, “el gran Valentín”.

La paradoja de El hombre invisible consiste en señalarnos que existen seres en esta sociedad que están ahí, pero no los vemos, al grado de tornarse invisibles, y que son capaces de cometer un crimen. El hombre invisible de G.K. Chesterton es la historia de Laura, de Welkin quien: “era más callado y menos notable, pero me alarmaba más que el pequeño Smythe. Era muy alto y ligero, de cabellos claros, nariz muy aguileña, y tenía cierta belleza, aunque una belleza espectral, y un bizco de lo más espantoso que pueda darse. Cuando miraba de frente, no sabía uno dónde estaba uno mismo, o qué era lo que él miraba.” Así nos presenta   Chesterton sus personajes. A  Smythe lo describe así: “era de muy baja estatura, casi enano o por lo menos parecía Jockey, aunque no de la cara y lo demás; tenía cabezota negra y una barba negra muy cuida, ojos brillantes, de pájaro; siempre haciendo sonar las monedas en el bolsillo”. Este personaje se convertirá en la víctima de un crimen, pero a esa altura de la historia el lector aún no lo sabe.

En esta historia al padre Brown lo presenta de la siguiente manera: “El domicilio semioficial de Flambeau estaba en un bajo, y, en todos sentidos, ofrecía el mayor contraste con aquella maquinaria americana y lujo frío de hotel de “Servicio Silencioso”. Flambeau, que era amigo de Angus, recibió a éste en un rinconcillo artístico y abigarrado que estaba junto a su estudio, cuyo adorno eran multitud de espadas, arcabuces, curiosidades orientales, botellas de vino italianas, cacharros de cocina salvaje, un peludo gato persa y un pequeño sacerdote católico romano de modesto aspecto, que parecía singularmente inadecuado para aquel sitio”. Un sacerdote común y corriente con un conocimiento profundo del mal y de la condición humana, pequeño de estatura con su sempiterno paraguas y paquetes misteriosos bajo su brazo, envueltos en papel de estraza.

Después de la presentación de sus personajes describe cómo se opera el cambio de Flambeau y del padre Brown -transformados por las circunstancias-; y de igual manera la transformación del policía. Chesterton insinúa que a fuerza de convivir el bien y el mal, la línea de demarcación entre el uno y el otro no está tan definida.

La conducta del padre Brown busca la denuncia del crimen  y denota el esfuerzo por salvar al criminal.

En El hombre invisible, describe el crimen de la manera siguiente: “Con una mezcla muy francesa de reflexión y violencia, Flambeau dijo simplemente:

-¡Asesinato!

-Y entrando decididamente a las habitaciones, en menos de cinco minutos exploró todo rincón y armario. Pero, si esperaba dar con el cadáver, su esperanza salió fallida. Lo único evidente era que allí no estaba Isidoro Smythe, ni muerto ni vivo. Tras laboriosas pesquisas, los dos se encontraron otra vez en el vestíbulo, con caras llameantes y ojos espantados.

-Amigo mío- dijo Flambeau, sin darse cuenta que, en su excitación, se había puesto a hablar en francés-. El asesino no solo es invisible, sino que hace invisibles a  los hombres que mata.”

Después de descubierto el crimen y atrapado el asesino “Flambeau volvió a sus espadas, a sus tapices rojos y a su gato persa, porque tenía muchos negocios pendientes; Juan Turnbull Angus volvió al lado de la confitera, con quien el imprudente joven logró arreglárselas muy bien. Pero el padre Brown siguió recorriendo durante varias horas aquellas colinas llenas de nieve, a la luz de las estrellas y en compañía de un asesino. Y lo que aquellos dos hombres hablaron nunca se sabrá.” Esta es la forma peculiar en que suele concluir Chesterton sus historias.

Gilbert Keith Chesterton nació el año de 1874, en Campden Hill, hijo de Marie-Louise Chesterton y de Edward Chesterton. Murió en Londres, en 1936, a la edad de sesenta y dos años. Su literatura de ficción lo ubica dentro de los más destacados escritores del género. Se dice que Chesterton lucía siempre desaliñado y su esposa Frances lo cubría a perennidad con una capa amplia y oscura y sombrero de ala ancha; lucía sobres sus hombros, bufanda, usaba  anteojos de  aros metálicos delgados y tupido bigote en el rostro. Un paraguas en su mano le servía de bastón.

El Hombre invisible forma parte de la colección de 12 cuentos contenidos en El candor del padre Brown, libro editado por la Editorial Losada, Colección Contemporánea, en volumen rústico terminado de imprimir el 20 de febrero de 1955, que es  la edición en donde lo leí. La edición primera data de 1911. El título original de la colección fue  The Innocence of Father Brown. Candor procede del latín candor, -?ris. Cuando nos referimos al candor estamos haciendo alusión a un estado de ánimo lindando con lo libre y auténtico, sencillo, inocente, puro.

Chesterton conoció al padre O´connor en Keighley. John O´connor había sondeado el abismo del mal y los horres de la vida, sin escandalizarse por ello. Era un sacerdote sencillo y sagaz hombre de mundo que asombraba por su estilo inocente y  por ser un profundo conocedor del lado oscuro de la naturaleza humana. Este encuentro sucedió en la primavera de 1904, aunque algunos comentadores ubican el episodio en 1907 y otros en 1909. Lo cierto es que en este personaje de carne y hueso se inspiró Chesterton para crear su personaje: El Padre Brown.

Chesterton posee una prosa de fuerte acento personal. Sui géneris para presentar personajes, como soluciones de lo más “extrañas” a cada una de sus investigaciones. De hecho, su personaje no es un policía o un investigador privado, tampoco un malhechor o un abogado, sino un cura. En muchas de sus aventuras este avezado sacerdote se hace acompañar de otro personaje singular, Flambeau, curioso delincuente de los llamados de guante blanco,  converso, que ha burlado a la policía mejor calificada de Europa, y del jefe de la policía de París, “el gran Valentín”.

La paradoja de El hombre invisible consiste en señalarnos que existen seres en esta sociedad que están ahí, pero no los vemos, al grado de tornarse invisibles, y que son capaces de cometer un crimen. El hombre invisible de G.K. Chesterton es la historia de Laura, de Welkin quien: “era más callado y menos notable, pero me alarmaba más que el pequeño Smythe. Era muy alto y ligero, de cabellos claros, nariz muy aguileña, y tenía cierta belleza, aunque una belleza espectral, y un bizco de lo más espantoso que pueda darse. Cuando miraba de frente, no sabía uno dónde estaba uno mismo, o qué era lo que él miraba.” Así nos presenta   Chesterton sus personajes. A  Smythe lo describe así: “era de muy baja estatura, casi enano o por lo menos parecía Jockey, aunque no de la cara y lo demás; tenía cabezota negra y una barba negra muy cuidada, ojos brillantes, de pájaro; siempre haciendo sonar las monedas en el bolsillo”. Este personaje se convertirá en la víctima de un crimen, pero a esa altura de la historia el lector aún no lo sabe.

En esta historia al padre Brown lo presenta de la siguiente manera: “El domicilio semioficial de Flambeau estaba en un bajo, y, en todos sentidos, ofrecía el mayor contraste con aquella maquinaria americana y lujo frío de hotel de “Servicio Silencioso”. Flambeau, que era amigo de Angus, recibió a éste en un rinconcillo artístico y abigarrado que estaba junto a su estudio, cuyo adorno eran multitud de espadas, arcabuces, curiosidades orientales, botellas de vino italianas, cacharros de cocina salvaje, un peludo gato persa y un pequeño sacerdote católico romano de modesto aspecto, que parecía singularmente inadecuado para aquel sitio”. Un sacerdote común y corriente con un conocimiento profundo del mal y de la condición humana, pequeño de estatura con su sempiterno paraguas y paquetes misteriosos bajo su brazo, envueltos en papel de estraza.

Después de la presentación de sus personajes describe cómo se opera el cambio de Flambeau y del padre Brown -transformados por las circunstancias-; y de igual manera la transformación del policía. Chesterton insinúa que a fuerza de convivir el bien y el mal, la línea de demarcación entre el uno y el otro no está tan definida.

La conducta del padre Brown busca la denuncia del crimen  y denota el esfuerzo por salvar al criminal.

En El hombre invisible, describe el crimen de la manera siguiente: “Con una mezcla muy francesa de reflexión y violencia, Flambeau dijo simplemente:

– ¡Asesinato!

– Y entrando decididamente a las habitaciones, en menos de cinco minutos exploró todo rincón y armario. Pero, si esperaba dar con el cadáver, su esperanza salió fallida. Lo único evidente era que allí no estaba Isidoro Smythe, ni muerto ni vivo. Tras laboriosas pesquisas, los dos se encontraron otra vez en el vestíbulo, con caras llameantes y ojos espantados.

– Amigo mío- dijo Flambeau, sin darse cuenta que, en su excitación, se había puesto a hablar en francés-. El asesino no solo es invisible, sino que hace invisibles a  los hombres que mata.”

Después de descubierto el crimen y atrapado el asesino “Flambeau volvió a sus espadas, a sus tapices rojos y a su gato persa, porque tenía muchos negocios pendientes; Juan Turnbull Angus volvió al lado de la confitera, con quien el imprudente joven logró arreglárselas muy bien. Pero el padre Brown siguió recorriendo durante varias horas aquellas colinas llenas de nieve, a la luz de las estrellas y en compañía de un asesino. Y lo que aquellos dos hombres hablaron nunca se sabrá.” Esta es la forma peculiar en que suele concluir Chesterton sus historias.

Gilbert Keith Chesterton nació el año de 1874, en Campden Hill, hijo de Marie-Louise Chesterton y de Edward Chesterton. Murió en Londres, en 1936, a la edad de sesenta y dos años. Su literatura de ficción lo ubica dentro de los más destacados escritores del género. Se dice que Chesterton lucía siempre desaliñado y su esposa Frances lo cubría a perennidad con una capa amplia y oscura y sombrero de ala ancha; lucía sobres sus hombros, bufanda, usaba  anteojos de  aros metálicos delgados y tupido bigote en el rostro. Un paraguas en su mano le servía de bastón.

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«Para enflorar». Foto: Karen Lara. Portada Suplemento Cultural Tres Mil Sábado, 2 de noviembre 2024.