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Efraín Dalton: “El hoyo del conejo también es parte del sistema”

Mauricio Vallejo Márquez,

Suplemento Tres mil

Si transita por la Avenida Bernal en San Salvador, seguro lo ha visto. Con su sombrero naranja, lentes oscuros y una bocha roja comienza su espectáculo de malabarismo. Con la gracia que le caracteriza se acerca a los automovilistas y les muestra el sombrero agradeciendo entre el río de carros que tornan la Avenida Bernal en una río multicolor, como el aceite derramado sobre el pavimento. Efraín Dalton, conocido también como el Poeta Clandestino o El circo de la Bernal, también brinda una muestra de su talento pictórico en las paredes, que decora gracias a la ayuda de un lazo o una pita que encuentra en el mismo lugar.

Efraín es un artista talentoso y autentico, lleno de vida y alegría. Escribe poesía y cuento, dibuja y pinta, actúa, es payaso y un malabarismo. Con su arte ha recorrido muchas ciudades de Centroamérica, y ahora sus palabras recorren el Suplemento Tres Mil.

P-¿Quién eres?

R-¡Ja, ja, ja! Chale, me baboseaste, pensé que no sabías quién era, y me preguntabas por qué te había escrito. Sin pretensiones ni patrañas patafisícas, no soy nadie. Es decir, todos podemos ser algo o alguien, y no solo la suma de moléculas gastando espacio… Pero, yo todavía soy alguien buscándose. Aún no sé quién soy, por ello me reduje a la expresión primaria de mis ser, es decir “Clandestino” si me preguntan o me pregunto quién soy, en este justo momento soy eso y ese. Antes era un nombre y un apellido, un numero de carné y un puesto en alguna oficina, pero ahora soy un clandestino más en las calles

P-¿Por qué decidiste comenzar a escribir?

R-Dejé las oficinas y la zona de estabilidad economía y la seguridad de los seres normales porque la poesía me encontró haciendo nada con mi vida. Me vio como un desperdicio que era una pieza más del sistema productivo ( tampoco digo que ser trabajador sea malo) pero me refiero a reducir al humano a piezas móviles intercambiables de la cadena… ahí estaba yo, útil e inútil, ahí me encontró la poesía y me hizo soñar que podía ser más. La poesía me sacó del encierro de lo ordinario de ser parte de este código binario que llamamos Matrix o casa… Es decir el día a día que nos construye y ordena como bloques de Tetris, dejé de ser solo un Pac man (hombre programado) que solo come y huye de sus fantasmas, todo ello gracias a la escritura, pero en esencia fue la lectura la que me llevó a ese hoyo de conejos, leer libros sencillos, y luego las obras clásicas que nunca leí en la escuela, ello fue la llave de la cadena. Después de leer locamente un centenar de libros, entendí que debía escribir, y que tenía algo que decir. Ello a través de la poesía y otras ramas literarias…

P-¿Y ahí encontraste que buscabas algo más?

R-Pero me surgió otro problema, muchas de las ideas que quería plasmar no surgían ni se podían escribir con las letras y las normas de la gramática, la RAE y la academia es muy limitante con la escritura, habían cosas más allá de la lectura y escritura de garrapatas arabescas y la españolización forzosa de nuestro idioma… La escuela me arruinó la capacidad de comunicarme como niño, al decirme que el lenguaje esencial de la inocencia está mal… Entonces descubrí que todo aquello que no podía escribir, podía ser dibujado o coloreado…

Para mí, la plástica es solo un brazo más de la poesía, no hago una distinción entre mi rol de poeta y el de pintor, porque no soy pintor, soy en esencia un escritor que utiliza los colores para continuar sus palabras en otro lenguaje, la pintura es también un lenguaje, con sus símbolos y códigos propios, con su forma estética métrica ritmo y melodía, pero en su interior también es comunicación pura, es y puede ser en mi caso la parte que le falta a mis poemas y cuentos, todo aquello que las palabras no pueden repellar o plasmar, los colores y pinceles si lo hacen, y no como un complemento o acompañamiento, sino como un todo indisoluble

P-¿Ahí te diste cuenta de lo que querías como artista?

R-Todo es un proceso, es decir, el desapego no llega así por así. Uno no llega a Clandestino sin tener que desnudarse literalmente de todo lo que fue y amó… Aquello de antes, lo que fui antes de ser esta crisálida, fue un cuétano, un pequeño egófago que devoraba cuanto podía para inflarse con el perfume de sus propias flatulencias, es decir, la primera fase del arte para mí fue la del ego y la fama, leí cientos de libros, y pensaba que ya estaba listo para escribir, necesitaba hacerlo, pero por las razones equivocadas…

Comencé una carrera contra todos, quería ganarles a todos los escritores de mi momento y lugar, escribía para competir, era un hombre, luego una máquina y sin darme cuenta era un caballo corriendo a la nada… Era más libre es cierto sentido, tan libre que aquella época de egos literarios me llevó a la joda, al exceso, las drogas, los placeres y la poesía épica etílica… Fue mi mayor producción de textos, cuando tuve más lectores y logré meterme a los circuitos de premios.

P-¿Entraste a los certámenes literarios?

R-Aquello de que te eleven el ego es también una droga, la de la vanidad. Aunque no se trate tampoco de satanizar la cosa, la primera vez que participé en la UCA, en un certamen interuniversitario, lo hice con un cuento sobre los miedos que heredamos como familia y sociedad, como nos volvemos miedos ajenos y paranoias sociales, era un buen cuento, pero en cierta manera una historia ya contada por otros, ahí el ego y la ignorancia le juegan mal a uno, ello me llevó a reflexionar que la obligación del escritor es leer para no repetir los trabajos de otros.

De aquella primera experiencia me quedó el gusto de saber que Manlio Argueta y José Roberto Cea habían sido parte de los jurados, ese si que había sido un premio para inspirarse a seguir.

En la siguiente edición, cursaba segundo año de la carrera de periodismo, decidí hacer trabajo de periodista y fundamentar mi historia en hechos noticiosos, elegí un tema del que no muchos hablaban a profundidad, a pesar que el tema era y no parte de la agenda. Investigué sobre Katya Miranda y los sucesos más allá de su muerte. Una trama de venganzas y conspiraciones policiales, familiares y políticas que llegaban hasta Capres se mostraba. Hice un cuento de ficción sobre todos aquellos hechos reales… Realmente a quel trabajo, aunque policial y ficticio, fue muy bueno. Pero no lo que buscaba para definirme como escritor… Probé ese género y otros… Luego gané un certamen literario de la Corte Suprema y entonces agarré paja… Esa nadie te la da, ni la merecés, vos solito la agarrás como si fuera la gran teta de las tetas. En aquella época los premios y el nombre me hacían muy feliz, viajaba mucho, la gente me invitaba a beber o me pedían fotos. Ahora aquello parece invento, cuando me ven en la calle pidiendo monedas y vendiendo pinturas…

Recuerdo que un escritor se peleó con el mundo porque no lo dejaron entrar a un bar snob, dentro de su imaginario haber ganado premios le abriría los burdeles y prostíbulos de las zonas, algo daltónico pensar que los poetas somos los que lloraron borrachos por no poder entrar a una peda… Supongo que yo pensé igual, la organización de mi pueblo o como se llame donde vivo, decidió premiar ciudadanos e hijos de pu, destacados, algún conspirador del tipo arcano neurótico y con mal sentido del humor me propuso como tal… Así que para enturbiarme más la cabeza me nombraron hijo valioso de la comunidad, con sello y firma de la Asamblea Legislativa… Pienso que hasta los presidentes pueden ser doctores en tal caso.

Aquella fue la época de dejarse premiar el ego, de engordar réditos con alcohol y vacancia, de andar en la Universidad levantando estudiantes y sentirse culón, pero la gran verdad es que aunque el calzón te apreté, no significa que seas un gran culo…

P-¿Cambiaste de visión, dejaste aquel mundo de alcohol y bohemia?

R-Entre una y otra cosa un amigo me dijo una gran verdad a medias, a medias que su alcoholismo y el mío nos dejaba pensar en la realidad pragmática… “Comprá un six pack de cervezas o invitame a chupar con esos tus premios” me dijo él. Quizás aquella fue la misma bofetada que le dieron al gran maestre que no pudo entrar al Chupadero elitista… Pero era una verdad innegable… ¿No somos nada, no sabemos nada, nada nos llevaremos?

Pero algo podemos dejar, todo deja una huella, donde vallamos nuestros pasos resonaran en otros pasos, el alcohol iba llevarme tan lejos como a la cantina o la acera, el ego me dejaría hasta estrellarme donde ya nadie me fiara o regalara una cerveza, todo se estaba inflando para estallarme en el rostro… Decidí que al menos quería estudiar, pero necesitaba dinero para muchas materias y viajes de campo, todos te invitan a una cerveza o un trago, pero nadie te paga la Universidad o te da de comer…

Aquello nos hizo a todo y nada y sin salivita, subirnos a un bus, no teníamos valor para asaltarlo, ni las ganas de dañar a nadie, así que nos pusimos unas narices rojas y sin traje ni nada, la tiramos a payasos, sin ensayo, sin guión, sin saber a donde iba llevar aquello le apostamos al teatro clown en buses, y fue un éxito… Ganamos para pagar la UES, las clases, los viajes, y hasta invitar a la amigas a beber a la facultad y el pj… En los buses detrás de una nariz roja en un principio encontramos oro… Pero era más oro del mismo, del que brilla pero eventualmente resulta no serlo.

P-¿Entraste al mundo de los buses?

R-Los buses se volvieron un poco hostiles, los vendedores de buses son un gremio organizado y celoso, no les agrada que uno se suba y les quite centavos, aunque uno no venda nada, a veces no dicen nada y otras te amenazan, no en todos lados pero hay paradas y buses donde no les agrada verte. Pero le seguimos, hasta probar las calles… Ahí había otro mambo, ahí no hablabas, no era personal, a los vendedores y limpiavidrios no les molesta tanto, y se podía trabajar con más libertad… Claro las calles de a poco se han llenado de todo… No hay oportunidades ni empleos, ahora todos mendigamos de cierta manera… Pero la Bernal, la avenida que me quedaba entre mi casa y la Universidad se volvió mi zona de confort, hasta la llamábamos la oficina… Un amigo productor de cine nos pidió ser parte de su película, y sin saber cómo nos pusimos como nombre Circo de la Bernal, éramos un circo de cuatro mimos haciendo locuras, aquella fue una buena época con sentido cultura de identidad y social… Ya no era solo drogarnos y beber, pedir y pasar el rato, éramos estudiantes organizados haciendo arte urbano para mejorar las calles mientras nos emborrachábamos

P-¿Qué pasó con el circo?

R-El circo eventualmente desapareció los integrantes originales se volvieron artistas de nombre, al menos hasta donde pudieron y llegaron… Yo me quedé con el nombre y formé varios grupos de teatro y mimos luego bajo el nombre, llegamos a tener mas de 25 integrantes, mimos de renombre nos tomaron en serio, éramos el grupo de mimos y teatro más grande, no en calidad porque al parecer no nos preocupó tanto la preparación como la rebeldía de hacer lo que queríamos… Por eso aquello tampoco funcionó… Luego el circo se redujo a servir al partido y ello nos terminó de matar… Decidí volver a la base, a los niños, tomé un pequeño grupo de cipotes de una zona de riesgo y formamos el último cirquito de la Bernal que fue funcional y genial, aquello debió ser nuestro deber ser desde un principio, la formación, el entreno, la disciplina y el respeto al cuerpo propio y al arte… Con los niños aprendí mientras les enseñaba, ya no era el yo ni el súper yo o el ego, no era lo que podía conseguir sino lo que podíamos dejar, los niños son la huella, lo que dejamos en ellos es la huella, ahí era donde mi payaso debía estar… El Circo es ya solo un sueño de hace diez años… Ya no existe más que en mí cabeza, aún uso el nombre pero para recordarme que donde pisamos dejaremos marca… Los que hayan estado en ese pequeño circo callejero sabrán que miento y no lo hago, ya que de ello cada uno de los que pasaron por ahí tienen una historia… La mía sigue en la misma calle bajo el mismo semáforo, pero ahora clandestino carezco de ese nombre también.

P-¿Y ahora qué haces?

R-Y pues bueno, reboté, boté y caí de un lado a otro, entre premios, perder a mi familia, dejar todo, finalizar la carrera pero nunca trabajar de ello… Renuncié a todo, aunque para ser sinceros no podemos salir con facilidad de esta matrix, como elegir entre una pastilla roja o una azul. El hoyo del conejo también es parte del sistema, yo solo estoy parado en una esquina, debajo de un faro siendo un barco que va a todos lados y no va a ningún destino… A veces solo, a veces acompañado… Quién sabe qué soy o qué seré, si seguiré clandestino o también ello es solo un paso más en esta huella que todos vamos a dejar.

Y públicamente, el Clandestino vuelve a la Avenida Bernal como cada tarde a ofertar sus cuadros y a brindarle diversión al ejercito de vehículos que siguen el ritmo de los días.

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.