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Del conocimiento profundo

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

 

Uno de los más grandes y conmovedores testimonios de dolor y lucidez, viagra diagnosis lo representa la larga epístola titulada: “In Carcere et Vinculis” (“De Profundis”), discount medical escita por el narrador, cialis dramaturgo y esteta consumado, Óscar Wilde (1854-1900), durante su encierro miserable en la Cárcel de Reading, Inglaterra.

Porque,  Óscar Wilde no sólo sufrió las penas de la prisión. Otros males confabularon en su contra: la vejación pública de su persona y obra, la pérdida de su familia, la incautación de todos sus bienes; y, sobre todo, su aniquilación interior a causa de la  tormentosa relación con su amante, Lord Alfred Douglas, motivo de su tragedia tras las rejas.

La implacable sociedad victoriana  no pudo permitir que Wilde y Douglas, mostraran en público, lo que en privado, otros tantos hacían. Su delito fue la franqueza, el desafío a la doble moral de aquellos tiempos. Atrás quedaron los días de gloria, de quien arrancó risas y aplausos con su inteligente e irónica dramaturgia; del elegante caballero del clavel verde, que llevó la lengua inglesa a una de sus más espectaculares cúspides.

Sin embargo, Wilde, en su naturaleza radicalmente personal, íntima; al margen del genial personaje que modeló su arte, nos confiesa una honda y quemante verdad. Oigámoslo en “De Profundis”: “Puede estar lleno de la sabiduría más encantadora un hombre por completo ignorante de las formas del arte en su revolución, o los estados de ánimo del pensamiento en su progreso, la pompa del verso latino o la mayor riqueza musical del vocálico griego, la escultura toscana o la poesía isabelina. El verdadero insensato de quien los dioses se burlan o al que destruyen es el que no se conoce a sí mismo. Durante mucho tiempo fui uno de ellos. Y tú también lo fuiste durante mucho tiempo. Deja de serlo. No temas. El vicio supremo es la limitación del espíritu”.

En este fragmento un reflexivo Wilde, “desde el abismo” -el ineludible “abismo” de sí mismo- donde no hay engaño posible, revisa su vida, y lleno de sapiencia, es capaz de comprender cuál fue la médula de su fracaso: el no tener consciencia plena de quién era en verdad, y hacia dónde debía encauzar sus mejores talentos; para además, de ser un gran escritor, ser, modestamente, un hombre feliz.

Esta es la misma razón, que asiste a don Alberto Masferrer al señalarnos: “Mas el hombre que se conoce, perderá la soberbia. Se tornará más y más humilde cuanto más se conozca, hasta llegar a comprender y a sentir que toda excelencia, hasta las más suyas y propias, no están en él sino de reflejo, pues su verdadera real y perdurable residencia no es el yo, la individualidad, sino el Todo, la Universalidad, que es la manifestación de Dios”. (Fragmento de “Conócete a ti mismo”).

El conocimiento de sí mismo es el gran imperativo, Masferrer aclara, en la bella composición aludida: “…exige el estudio de sí mismo; el autoanálisis de cada uno, con sus idiosincrasias, pasiones, tendencias, taras y enfermedades, vocación, virtudes, defectos y potencias”.

Es, siguiendo al Maestro, “el gobierno de sí mismo”, el único instrumento que nos orientará y protegerá en la vida; y que luego, podrá ser el soporte de otras empresas afanadas en el gobierno social.  Al fin y al cabo, como se afirma místicamente: “Todos somos uno”.

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