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De la urgente compasión

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

 

Muchas palabras, stuff conceptos, illness   a fuerza de haberse utilizado en exceso -desprovistos de una real conexión con la práctica- han terminado por “no significar nada”, cayendo en el abismal vacío de una retórica, calificada frecuentemente como moralina. Este es el caso del  sustantivo “compasión”, que  nos remite a un  capital significado.

El autor místico Richard A. Rawson nos ilustra, al respecto, en su artículo “El Arte de la Compasión”, veamos: “La palabra ‘compasión’ se deriva de los vocablos latinos ‘com’ (juntos) y ‘pati ‘(sufrir). Por lo general, esta palabra se emplea para dar a entender los sentimientos de pesar o de profunda piedad por los sufrimientos de los demás. Compasión es una palabra poco común y una experiencia todavía menos común en la cultura occidental. Es muy difícil definirla como palabra, y como experiencia se confunde muy a menudo con la piedad y la simpatía. La compasión no es un estado mental ni emocional, sino una cualidad de la conciencia que va más allá de un sentimiento común y corriente”.

Cierto día, regresando a casa después de una jornada laboral, presencié una terrible escena. Un automóvil que se conducía delante del mío, sonaba su claxon escandalosamente, mientras casi embestía a un jovencito que hacía verdaderas piruetas sobre su bicicleta de panadero, a fin de eludir al colérico motorista. No contento con ello, el desesperado individuo, atravesó su vehículo frente al muchacho, y descendiendo de él, comenzó a injuriarlo; luego lo amenazó con una navaja; y al final, lo abofeteó. El muchacho difícilmente llegaba a los quince años.

Indignado y molesto detuve la marcha; y a pie, avancé hasta el sujeto (un hombre de la llamada “tercera edad”), ordenándole dejara al adolescente. De pronto, aparecieron dos señoras que se unieron al reclamo, armando un verdadero griterío; al tiempo que anotaban las placas del agresor, y llamaban a la policía. Esto último hizo que el cobarde pusiera pies en polvorosa.

Consolamos al jovencito, quien mantuvo una entereza y dignidad admirables. El comportamiento de las señoras y de un servidor, fue totalmente espontáneo. Un acto riesgoso, sobre todo, en estos tiempos, en que la maldad campea de manera tan inmisericorde en nuestro país. Sin embargo, si nadie hace nada, si somos indiferentes ante el dolor y el sufrimiento de los demás, si caemos en la tentativa de banalizar lo intolerable o si permitimos que el miedo nos paralice, entonces todo estará perdido.

El  reciente asesinato de un vendedor evangélico dentro de un autobús, a manos de un pasajero intolerante, es revelador del  deterioro mental que padecemos. De igual manera, el lujo de barbarie que caracteriza a los diarios asesinatos; los desaparecidos, los lesionados, y los aparatosos accidentes automovilísticos, nos debe llevar –desde el ámbito de lo institucional- a diseñar  e implementar las mejores estrategias en el combate contra estos flagelos; y desde lo individual, a fortalecer nuestro ser interno, verdadero sostén y asidero espiritual.

Emprendamos actitudes y acciones compasivas, hacia los que sufren, volviendo patente este anónimo pensamiento: “La compasión permite que otra persona sepa que no está sola; que estamos unidos, no aislados”. Y esto, queridos lectores, puede marcar una importantísima diferencia en medio de tanto dolor.

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