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La misa en la Cripta de la Catedral Metropolitana de San Salvador fue presidida por el padre Antonio Cruz. Foto: Saúl Méndez

Comunidad de La Cripta recuerda el mensaje social y evangélico de monseñor Romero

Saúl Méndez

Colaborador

La comunidad de La Cripta, en la Catedral Metropolitana de San Salvador, celebró este domingo la misa correspondiente al XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, presidida por el padre Antonio Cruz. Durante la homilía, los fieles recordaron las palabras de monseñor Óscar Arnulfo Romero, pronunciadas el 9 de octubre de 1977, a partir de las lecturas bíblicas de 2 Reyes 5, 14-17; 2 Timoteo 2, 8-13; y Lucas 17, 11-19.

Las reflexiones del profeta Eliseo y de Jesús, explicó el celebrante, introducen al creyente en el sufrimiento humano representado en la lepra, símbolo del pecado y la exclusión. Monseñor Romero, en su homilía de 1977, señalaba que “si la enfermedad es una triste consecuencia del pecado, hay que librar al hombre del pecado y de su consecuencia. He allí la norma de la Iglesia en la promoción humana”.

El arzobispo mártir también denunció que “las masas de miseria son un pecado, una injusticia que clama al cielo”, recordando las palabras de los obispos en Medellín. Romero describió la marginación, el hambre y la desnutrición como consecuencias del pecado estructural, fruto tanto del egoísmo de quienes acumulan riqueza como del desánimo de quienes, condicionados por sistemas injustos, no logran superarse.

“De ese pecado nace la injusticia institucionalizada, que convierte la miseria en ambiente”, enunció Monseñor Romero.

Desde esa realidad, comparó la situación de los leprosos del Evangelio con los pueblos que hoy claman por redención. “La Iglesia sería cruel si diera la espalda al pobre herido del camino”, añadió.

Romero defendió también la organización popular como medio legítimo para salir de la marginación, afirmando que “el hombre tiene derecho a asociarse, aunque sea un leproso, un campesino, un obrero”. En su mensaje, subrayó que la fe cristiana llama a la unidad incluso entre pueblos enfrentados, recordando que en el Evangelio “un samaritano y judíos, enemigos políticos, se unieron en el dolor”.

“La Iglesia no pretende el poder de la tierra, pero sí implantar el reino de Dios en medio del mundo, para que el poder sea más justo y el pueblo gobernado más consciente de su dignidad”, predicó el santo.

Durante la celebración, los fieles realizaron varios signos simbólicos: la presentación de la Biblia como fuente de sabiduría; una vela encendida en honor a la Virgen María, en vísperas de su natividad; y una cruz, como recordatorio del sacrificio y del desprendimiento que exige el seguimiento de Cristo.

También se ofreció una canasta de víveres como gesto de solidaridad con las familias necesitadas de la comunidad, junto con la presentación del pan y el vino, símbolos de la entrega total al Evangelio.

Con estos signos, la comunidad de La Cripta reafirmó su compromiso de vivir el mensaje de monseñor Romero: seguir a Cristo desde el desprendimiento, la justicia y la opción por la vida plena en Dios.

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