El Salvador en la Segunda Asamblea de la Organización de Naciones Originarias
Luis Rafael Moreira Flores
Colaborador
Chimaltenango, Guatemala – “Los pueblos del águila y los pueblos del cóndor se unieron en la tierra con forma de quetzal.” Con esta poética frase se celebró del 18 al 20 de agosto la Segunda Asamblea de la Organización de Naciones Originarias (ONO), un encuentro que reafirmó la unidad y la resistencia de los pueblos originarios de América. El Salvador, con una de las delegaciones más numerosas, se destacó por su activa participación, llevando propuestas innovadoras y mensajes de esperanza para el continente.
La ONO, nacida en Cuzco en 2023, ha evolucionado rápidamente de una iniciativa regional a un movimiento continental que busca aglutinar a diversas naciones y territorios ancestrales. Su objetivo principal es fortalecer la identidad y la soberanía de los pueblos originarios, reconociendo la importancia de su legado y su papel en la construcción de un futuro más justo. Más allá de las raíces indígenas, la organización ha extendido su llamado a la afrodescendencia y otras tribus ancestrales, creando un espacio de inclusión.
El Salvador: Una Voz con Fuerza Propia
La delegación salvadoreña fue la segunda más grande del evento, solo superada por la de los anfitriones guatemaltecos. Compuesta por representantes de la FEPO-SUR, AFROES, ASITAC, CACTI y ACOPOP, la delegación mostró su compromiso en las ceremonias ancestrales y en las jornadas de trabajo. Sus ponencias y propuestas se centraron en la transmisión de nuevas formas de organización, con especial énfasis en la creación de un sindicalismo indígena.
La propuesta busca el reconocimiento del trabajo y el cuidado de la tierra desde una perspectiva cultural. Moreira argumentó: «Pudiéramos pensar que el sindicalismo solo es obrero, pero la gestión cultural, ancestral y originaria también es trabajo. Asimismo, el cuidado y producción de la tierra, desde nuestros saberes, se convierte en el trabajo que a diario ejercemos». Este enfoque desafía las concepciones tradicionales del trabajo, posicionando las prácticas ancestrales y el activismo cultural como actividades laborales legítimas que merecen reconocimiento y protección. La creación de sindicatos indígenas permitiría a las comunidades unirse para defender sus derechos, negociar con gobiernos y empresas, y asegurar la preservación de sus territorios y modos de vida.
En la ponencia se resaltó la lucha por el reconocimiento, implementación y respeto del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Este acuerdo, adoptado en 1989, es el principal instrumento legal internacional que aborda los derechos de los pueblos indígenas y tribales. Su importancia radica en que establece una serie de derechos fundamentales, entre ellos el derecho a la consulta previa, libre e informada, la protección de la tierra y los recursos naturales, la promoción de la identidad cultural y el derecho a la autodeterminación. Sin embargo, su implementación sigue siendo un desafío en muchos países, donde los gobiernos y las corporaciones a menudo ignoran sus disposiciones.

Nuevas Voces, Misma Resistencia
El encuentro en Chimaltenango no solo fue un espacio de debate político, sino también un crisol de expresiones culturales. Elías Nawilia, un joven rapero de occidente de El Salvador, cautivó a la audiencia con su mensaje en lengua náhuat. Sus letras, fusionadas con ritmos de hip-hop, rompieron con los estereotipos y conectaron con jóvenes y adultos de diferentes naciones. «Tenemos que llevar nuestros orígenes, nuestra lengua a otras generaciones, es decir, seguir resistiendo, existiendo y viviendo desde las culturas urbanas juveniles. Ahí también hay que luchar», expresó Nawilia, demostrando que la resistencia no se limita a los espacios formales, sino que también se manifiesta en la cultura popular.
Por su parte, Astor Elías impulsó el reconocimiento de la afrodescendencia, destacando los avances de El Salvador en esta temática. Exaltó la presencia de la representación de Sarajawi y la grandeza de África y su diáspora. Elías señaló que, aunque «El Salvador puede que sea el último país de América que busca su herencia afrodescendiente, ha dado grandes pasos al lado de las organizaciones nacionales y el apoyo de la Organización Negra Centroamericana (ONECA)».
El Salvador en la Directiva Continental
Salomón Canales, indígena y activista salvadoreño, es parte de la junta directiva continental de la ONO. Su representación es un hito para El Salvador y subraya el compromiso del país con el movimiento de los pueblos originarios a nivel continental.
Un Futuro de Desafíos y Unidad
Al finalizar el encuentro, los delegados de la ONO coincidieron en que los desafíos son grandes. El trabajo por impulsar apoyos internacionales, especialmente en países donde la democracia está en peligro para las poblaciones originarias, ancestrales, indígenas, afrodescendientes, entre otras, es una prioridad. La agenda de trabajo incluye la promoción del Acuerdo de Escazú y otras cartas internacionales que fortalezcan los derechos ambientales y humanos.
Este esfuerzo coordinado busca consolidar una red de apoyo mutuo y de defensa de los derechos de los pueblos que, a lo largo de la historia, han sido marginados. La ONO se presenta como una plataforma para la acción colectiva, la unidad y la esperanza, demostrando que, a pesar de las adversidades, la voz de los pueblos originarios y afrodescendientes de América resuena con más fuerza que nunca.
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