Brasilia/Prensa Latina
El italiano Carlo Ancelotti dirige por primera vez un entrenamiento como director técnico del seleccionado masculino de fútbol de Brasil, en medio de una tormenta institucional y deportiva sin precedentes.
Marcando un hito en la historia de la disciplina, el preparador europeo más laureado aterriza en una de las selecciones más emblemáticas del planeta, pero el reto es mayúsculo.
Brasil no solo carga con la herida abierta del fracaso en el Mundial de Qatar 2022, sino que arrastra una peligrosa pérdida de identidad futbolística, marcada por la inestabilidad táctica, una renovación generacional sin brújula y una estructura federativa desacreditada.
En ese contexto, la Confederación Brasileña de Fútbol apostó por la figura serena, ganadora y diplomática de Ancelotti, un técnico que lo ha conquistado todo a nivel de clubes, pero que debuta como seleccionador nacional.
De 65 años, el italiano llega con la misión de rearmar a la Canarinha en tiempo récord.
Sus primeros exámenes serán dos partidos por la eliminatoria sudamericana contra Ecuador, el 5 de junio en Guayaquil, y Paraguay, el día 10 en Sao Paulo, pero el verdadero objetivo es devolver a Brasil su estatus de gigante en el Mundial de 2026.
Para ello, deberá resolver múltiples frentes: reconstruir una defensa sin líderes, potenciar un mediocampo aún sin brújula y, sobre todo, lograr que la nueva generación (Vinícius Jr., Rodrygo, Endrick) asuma con madurez el peso de la historia.
Los problemas no son solo futbolísticos. La CBF enfrenta presiones políticas, acusaciones de corrupción y una desconexión creciente con la afición, que no encuentra referentes ni estilo reconocible en el equipo.
Una ausencia prolongada de la estrella Neymar Jr. por lesiones acelera una transición sin rumbo y el vacío de liderazgo se hace evidente.
Ancelotti pide paciencia, pero sabe que el margen es mínimo. Su figura genera respeto, pero también escepticismo.
¿Podrá un técnico sin experiencia previa en selecciones y ajeno al ADN brasileño reconectar con la pasión de un país que vive el fútbol como religión?, se preguntan muchos.
Su apuesta por un cuerpo técnico mixto, con asistentes nacionales, y su apertura al diálogo con exjugadores como Kaká y Cafú, busca tender puentes.
Aun así, el desafío sigue siendo traducir su filosofía al ritmo y la emotividad del fútbol sudamericano. Brasil confía en Ancelotti para volver a soñar. Pero el camino será empinado, y el tiempo, implacable.