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40 aniversario martirial de San Romero de América. Profeta que nos acompaña siempre, con su legado de denuncia y esperanza

Alejandro Lening Díaz Gómez

En estas duras semanas, donde a las crisis social y política que se ha instaurado en nuestro país, se ha sumado la crisis de salud sanitaria que ha entrado a la región, en el 40 aniversario martirial de San Romero de América, queremos retomar planteamientos proféticos y actuales de nuestro pastor y mártir en cuanto a las preocupantes condiciones de vida para la mayoría de salvadoreños.

Como es conocido y aceptado, nuestro sistema de salud no reúne las condiciones para afrontar una pandemia tan agresiva como el Coronavirus (COVID-19), puesto que ya se encuentra colapsado con falta de personal, equipos médicos, medicinas, hospitales y centros de atención en municipios remotos de nuestro país, que han sido cerrados en estos últimos meses y, sobre todo, porque la dinámica de salud del país ha sido la improvisación en medidas y acciones, lo que demuestra todavía que el Estado no puede garantizar una cobertura en salud y seguridad alimentaria para las mayorías

En el caso de la soberanía alimentaria y el derecho constitucional al agua, su reconocimiento constitucional ha sido imposible por intereses de legisladores que se niegan  a aprobar las reformas constitucionales y también leyes que protejan los recursos naturales de nuestro país, puesto tienen presiones y participan de intereses de estos poderes, manteniendo a la alimentación y al agua como objetos mercantilizados, y así otros derechos económicos y sociales de nuestro país se abordan con esa nefasta óptica. Siendo imposible con ello garantizar condiciones dignas de subsistencia para el país, y menos ahora a las puestas de una pandemia.

Mons. Romero señaló estas graves condiciones cuando denunció en sus homilías la violencia estructural en que se encuentra sumido nuestro país, convirtiéndose tal como lo señala la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en un reconocido crítico de la violencia y la injusticia y era percibido como un enemigo peligroso en ciertos círculos civiles y militares, denunciando que: “Las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país”.

El asesinato de san Romero el 24 de marzo de 1980, se debió a su postura firme contra el sistema opresor, las injusticias e inequidades existentes y la denuncia del reino de la violencia, que describió claramente en sus homilías: “La violencia, el asesinato, la tortura donde se quedan tantos muertos, el machetear y tirar al mar, el botar gente: esto es el imperio del infierno” (Homilía 1 de julio de 1979).

Si bien, en los tiempos de sus pronunciamientos no estaba tan en auge el tema ecológico, si sostuvo posiciones en favor de la vida humana, denunciando y relacionando el daño a la naturaleza (su uso abusivo) o problema ecológico con la injusticia social en nuestro país, señalando: “Ustedes saben que está contaminado el aire, las aguas; todo cuanto tocamos y vivimos; y a pesar de esa naturaleza que la vamos corrompiendo cada vez más, y la necesitamos, no nos damos cuenta que hay un compromiso con Dios: de que esa naturaleza sea cuidada por el hombre. Talar un árbol, botar el agua cuando hay tanta escasez de agua; no tener cuidado con las chimeneas de los buses, envenenando nuestro ambiente con esos humos mefíticos; no tener cuidado dónde se queman las basuras; todo eso es parte del gran problema ecológico… Cuidemos, queridos hermanos salvadoreños, por un sentido de religiosidad, que no se siga empobreciendo y muriendo nuestra naturaleza. Es compromiso de Dios que pide al hombre la colaboración” (Homilía, 11 de marzo de 1979). También se pronunció contra el consumismo extremo: “Queremos vivir el lujo, queremos consumir como consumen todos y nos estamos haciendo víctimas, esclavos” (Homilía 4 de marzo de 1979).

A estas alturas, es innegable que las pandemias actuales tienen relación con la contaminación del ambiente, especialmente el aire, experimentos biológicos y el cambio climático, no en vano esta última pandemia ha empezado en uno de los países más contaminados del planeta y de este problema ecológico ya nos hablaba san Romero hace más de 40 años.

El profetismo de nuestro pastor y santo es muy rico, anunciando la verdad, justicia y fe en diferentes temáticas y coyunturas, dándonos esperanza con ello de revertir la realidad y construir una sociedad mejor con el fin de liberarla de la opresión. En realidad, su trascendencia todavía no ha sido comprendida en su verdadera dimensión por nuestra sociedad, sus discursos y homilías nos pueden dar guía de una sociedad mejor, una sola muestra de ello es que en el año 2010 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptó el 24 de marzo como Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas.

Por ello, a cuarenta años de su vil asesinato tenemos que reconocer su legado y dignificar su memoria, reconociendo sus posicionamientos que son muy actuales y trabajar para que su crimen no quede en la impunidad y el olvido. Si bien su santificación ha logrado un poco de eso, la justicia y verdad con la que predico ejemplo no ha llegado a su caso judicial, abierto nuevamente en el mes de mayo de 2017.

Tanto el caso judicial de su asesinato, que ha ido caminando lentamente, pero con nuevas pruebas documentales y testimoniales muy importantes, así como su caso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), requieren la voluntad real de las instituciones del Estado salvadoreño para investigar, enjuiciar, sancionar a los responsables y entregar la documentación militar y de otra índole que señalen a los autores intelectuales, entre estos los financistas de este magnicidio.

Cuarenta años después de tan nefasto crimen, el Estado salvadoreño y las instancias nacionales de investigación, continúan incumpliendo sus deberes en materia constitucional, jurídica, ética e histórica, puesto no conocemos los avances de investigaciones contra otros autores intelectuales en el caso; y todavía no se cumplen a cabalidad las resoluciones correspondientes del caso, provenientes de organismos internaciones de derechos humanos, que poseen competencia en nuestro país.

En estos momentos de crisis y convulsión social y política, el mensaje de San Romero de América es muy contundente y se vuelve más vigente que nunca, para aplicarlo en todos los temas de país, ya que seguimos viviendo y sufriendo la impunidad del pasado con una nueva Ley de Amnistía, que genera impunidad y viviendo en carne propia la injusticia social estructural que cada vez más aumenta la brecha entre ricos y pobres, haciendo difícil afrontar crisis sanitarias como la que se vive actualmente en el mundo.

Debemos de ser conscientes que no todos los salvadoreños se pueden quedar en su casa durante una cuarentena, que existen los sin techo, los sin trabajo y sin comida; muchos no pueden dejar de ganar lo que día a día necesitan para sobrevivir junto a sus familias, lo que nos lleva a reflexionar que la desigualdad y la indiferencia son el peor enemigo de una emergencia sanitaria.

Por ello, san Romero, cuarenta años después nos invita siempre ha luchar por la verdad, a tener esa esperanza “que será pronto una realidad”, siempre y cuando todos nos identifiquemos con los pobres para “encontrar la salvación” a las crisis.

Conmemoremos su aniversario martirial tratando de aplicar y replicar esos planteamientos de fe y esperanza, superando la angustia y el miedo, si bien esta semana no participaremos en sus caminatas y procesiones, se realizarán actividades importantes a través de las redes sociales.

Luchemos contra la desazón, porque san Romero estará con nosotros en nuestros hogares, trabajos, acompañando a los que afrontan esta crisis, junto a los más desprotegidos, dándonos esa esperanza que tanto hace falta a esta sociedad golpeada por la injusticia social.

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