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Visita de Ban Ki-Moon y los destellos de una esperanza

Dr. Víctor M. Valle

Ban Ki-Moon es una persona a la que nunca se le podrá acusar de comunistoide o compañero de viaje de los comunistas. Su país ha estado –y está- en la primera línea de lo que fue la llamada guerra fría, here rx   a favor del bloque liderado por los Estados Unidos de América, drugstore su trayectoria profesional y diplomática es de un claro posicionamiento conservador y pro-occidental, patient fue Canciller de un país de nítido y estricto corte capitalista y  su llegada a la Secretaría General de la ONU tuvo el aval y apoyo del gobierno de los Estados Unidos de América.

Por eso es muy importante, para el actual gobierno y pueblo de El Salvador,  que este personaje haya visitado el país y sobre todo que haya hecho lo que hizo.

En ocasión de la visita de Ban Ki-Moon se tuvo oportunidad  de ver, por la televisión,  algunas escenas cargadas de mucho simbolismo y que conviene destacar, pues son indicio de  esperanzas para que las fuerzas, todavía antagónicas por lo que representan, puedan dialogar y ponerse de acuerdo con el fin de enfrentar los grandes problemas que, crecientemente desde hace decenios, enfrenta el país: pobreza, desigualdad, subdesarrollo, violencias y delincuencia.

El hecho de que el Secretario General de Naciones Unidas haya visitado El Salvador,  estado más de dos días,  visitado la tumba de Monseñor Romero y Joya de Cerén y haya hecho una parada fuera de lo previsto, para comer pupusas en Olocuilta (y pedir cinco para llevar) hay que verlo a la luz de su alta investidura, de su trayectoria ideológica y de  la sutileza con que la gente de su cultura oriental envía mensaje simbólicos para que calen hondo en la conciencia de la gente.

Ban Ki-Moon, en efecto, da un explícito aval a los Acuerdos de Paz que, sin ninguna duda, contienen una reforma política fundamental en El Salvador.  Su mensaje en el Centro de Convenciones y en Casa Presidencial y lo que escribió en la Catedral Metropolitana sobre Monseñor Romero indican que tiene claridad sobre el significado de los Acuerdos de Paz y de su mártir principal.

Es, además, un espaldarazo al gobierno de la República en sus enormes esfuerzos para convencer a todos los actores de que es urgente un diálogo fecundo y constructivo que aborde  los grandes problemas que vive El Salvador y que no es necesario enumerarlos por enésima vez. Es, asimismo, un mensaje de admiración para el sufrido y laborioso pueblo salvadoreño. Eso explica que haya ido, con mucha sencillez, a comer lo que el pueblo siempre ha comido para afianzar su identidad: la pupusa y que haya visto con veneración los vestigios antiguos de la cultura nacional en Joya de Cerén.

Pero lo más importante es que ha dicho al mundo y a los salvadoreños que, cuando se actúa con honradez intelectual y alta ética política, se puede y se debe alternar y coincidir con otros que nos parezcan antagónicos. En efecto, Ban Ki-Moon conservador, anti-comunista y de cultura budista ha venido a alternar y construir esperanzas con un gobierno izquierdista y a admirar y venerar a un emblema cristiano universal como es monseñor Romero.

En el marco de esa visita, se pudieron ver imágenes que dan aliento a la esperanza y que pueden ser el anticipo de caminos de construcción compartida para dar a El Salvador  paz, justicia y seguridad integral. Ver al Canciller Hugo Martínez compartiendo la bienvenida al Secretario General  con el Alcalde Norman Quijano y hacerlo de manera evidentemente cordial y espontánea es un mensaje de que nuevos tiempos de cordialidad en la controversia pueden darse en El Salvador.

Escuchar al presidente Sánchez Cerén pedir públicamente un reconocimiento al ex presidente Cristiani por haber tomado la decisión de negociar y hallarle una solución política al conflicto salvadoreño de los 80, es algo que deberá quedar en nuestra historia como un gesto supremo de búsqueda de la necesaria reconciliación.

Ojalá todas las partes entiendan estos mensajes sutiles y explícitos, que no sean  vistos como muestras de debilidad o de tácticas maniobreras y que los analistas no comiencen a sembrar dudas sobre su autenticidad, sino a verlos  como los  destellos de una esperanza que debe renacer para que El Salvador se libere de tantas pesadillas, ataduras y servidumbres.

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