Caralvá
Intimissimun
La extraordinaria coincidencia de una boda, una incursión letal del ejército, una hora exacta, unos pasos de diferencia entre la vida y la muerte, todo en una simple fecha: 7 de septiembre… parecía una sincronía de otro mundo.
Al día siguiente, mi suegro, mi suegra y mis cuñadas se estaban “muriendo” del miedo, condición que aun así no alteraba mis nervios para nada, -sí que era pendejo-, parecía sedado por alguna condición de inmortalidad que no tenía, pero no me acobardaba, quizás tantos años de ver sangre por acá, por allá, los bombardeos… etc… ya tenía esa frialdad de aceptar la muerte como un café a media mañana, recargado de sueños juveniles.
Luego fui comprendiendo la dimensión de aquél extraordinario evento, día, hora, lugar, condición social, el llamado de la muerte, porque no era casualidad que una unidad blindada repleta de soldados especiales, armados hasta la coronilla se colaran en mi fiesta de boda. Debo anotar que mis padres fueron arrestados, catearon mi casa, invadieron toda la estancia, tomaron a mi padre, luego a mi madre y hermana obligándoles a ubicarnos, fueron entonces a casa de mis suegros, ahí interrogaron a mi suegro, un viejo demócrata, profesor insigne, fundador del Colegio Cervantes, además participante de las luchas cívicas contra los tiranos militares… pero él se negó a delatar nuestra posición, evidentemente su hija estaba junto a mí, con la afirmación: ¡los recién casados toman un taxi y se van!..
El oficial al mando, un Coronel del Ejército de las Fuerzas Especiales del Regimiento de Caballería de San Juan Opico, una zona muy cercana al Playón, sitio de acopio de aguas lluvias donde tiraban los cadáveres de los subversivos, perdió la paciencia y dijo: “ya sé dónde están, no pueden ir muy lejos, en toque de queda”… Afortunadamente mis padres fueron liberados y mis suegros no sufrieron daño, la bronca era conmigo.
Se fueron agitados y presurosos, como si perdieran el tiempo para ir a cenar.
Luego de aquél incidente, no quedaba más que solicitar ayuda, la Iglesia Católica entonces se comportó a la altura de las circunstancias y el Padre Octavio, nos protegió.
Pasamos la primera noche de luna de miel en un convento de monjitas y luego otros, si piensan que eso solo sucede en la película de La Novicia Rebelde se equivocan, también en El Salvador.
Con solo el traje puesto – el de la boda -, recorrimos el Convento de la Divina Providencia –vaya que lo era- luego una sede de la Sagrada Familia, las monjas eran personajes extraordinarios, con sonrisas angelicales, sus hábitos rígidos, sus oraciones, un sitio de otro mundo; en los días siguientes la Embajada de México nos refugió en su territorio, entonces de nuevo la solidaridad de Monseñor Urioste… envió una pequeña ropa usada de cambio, ¡toda ayuda se agradece!.
Un día después otros médicos se refugiaron en la Embajada de México, con la misma historia, aquella noche de muerte fue una expedición de cacería y exterminio de todos los médicos considerados subversivos, así casa por casa y hospital por hospital, la soldadesca con “nombres de compañeros en mano” penetró las instituciones, esa noche muchos compañeros desaparecieron para siempre.
Puedo dar fe que mi vida fue salvada por un milagro.
México mostró durante la guerra todos los principios de solidaridad como pocas naciones, muchos salvadoreños salvaron sus vidas por tan generoso aporte humanitario. Así transcurrió el tiempo, la guerra, una vida dura en muchos aspectos para una familia refugiada. Luego otro acontecimiento sucedió en México, un 7 de septiembre nació mi hija.
Entonces existió un nuevo compromiso, construir la democracia en plena guerra. Si la salida fue extrema, el retorno no dejaba nada a la imaginación, todo comenzó con la “renuncia al asilo político diplomático”, esa acción significaba en otras palabras: “acá estoy de nuevo”… el retorno a la amada patria aconteció de igual forma que los acontecimientos anteriores, el avión aterrizó en San Salvador con toda la familia el 7 de septiembre como planificado por seres celestiales.
Retornar a la guerra con un ideal, era lo mismo que abrirse el pecho y aceptar el destino en primera línea, pero era necesario para la construcción de la democracia.
De nuevo era explorar las entrañas del enemigo, donde su fuerza era evidente, ese sitio te dejaba signos de fragilidad expuestos, estás solo con los ideales en la piel. En las carreteras pasar los retenes, soportar los registros, los soldados apostados en una larga fila escrutando cada detalle, ahí sientes la vecindad de la muerte.
Luego refundar un partido político en plena guerra civil… como una exhibición de magia en el Coliseo Romano ante leones hambrientos. Un día te cobran con sangre tu hazaña, desaparecen tus amigos, afinas tus medidas de seguridad, pero cuando las armas escupen su ira sobre cientos de civiles, sabes que ese es el camino difícil, ellos no pueden contener el nacimiento de un nuevo país, pero el costo es demasiado alto. Tus mejores amigos y amigas han muerto a costa de la paz.
Después llega un nuevo horizonte de trabajo, con el génesis de la nueva legalidad, ahora el capitalismo se impone en otra forma, a lo lejos la Historia, en tus manos la realidad, entonces compartes un testimonio, la vida continúa; como un viejo marinero cantas las viejas canciones de hombres contra dragones, mujeres insignias del mañana, la vida detiene su aliento al celebrar cada primavera, alguien sonríe con tu historia en ese pequeño círculo que se forma a tu alrededor, son los niños y niños del barrio, que luego del breve silencio dicen: “otro, otro, otro”… y tu inicias: un día el niño Emilio de 12 años, fue despertado de madrugada y caminó hacia la sala, ahí observó frente su balcón del edificio multifamiliar un ovni que le iluminaba…. amazon.com/author/csarcaralv

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