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Un poeta chileno en El Salvador

Kerin R. Díaz

Escritor y bibliotecario

René Ortega Meza es un escritor chileno radicado en El Salvador, viagra quien dio a conocer su obra poética con el lanzamiento de su libro: “Divagaciones tempranas”. En esta obra, troche Ortega recoge una trayectoria poética que proviene desde los años 80’s hasta la actualidad con una poesía de compromiso social, honestidad, mordacidad, crítica y entrega en el amor. La poesía de “Divagaciones tempranas” está estructurada por décadas, que son las que va marcando al autor desde la década de los años 80; una época de mucha efervescencia social en toda la América Latina. De este período adolescente, en el que el autor se muestra jovial y cariñoso, extraemos:

 

ANDRÓMEDA IV

Estoy solo, y cayendo.

¿Es que nadie ve mi sangre?

¿Es que mis ojos ya no están?

¿No se dan cuenta?

Mi cadáver divaga en la ciudad

mi carne ha caído en la acera

mis huesos polvo son

mi cerebro bocado es de los gusanos

y tú me amas, y me abrazas y

me besas y devoras lo último de mí.

 

Pasaron varios años para que el autor recogiera mas vigor, mas experiencia; esa misma que echa a andar en el período de los 90’s. Resultado de esta formación extraemos un poema que refleja su sentir después de una década caótica en Latinoamérica:

 

LUCHA POPULAR

Derroteros inconmensurables

es necesario traspasar

como única manera

de salir bien y no volver atrás.

Las barreras casi eternas

se levantan por doquier

estrujando nuestras almas

con cada atardecer.

Neblinas y circos pobres

han de ser nuestro lebrel

-¡mendigantes sin esperanza

para todos hay pastel!-

se escuchaba en las canciones

populares por doquier.

 

A la tercera década, a los albores del siglo XXI, René Ortega cobra madurez acumulada por la experiencia vivida de la situación social chilena y latinoamericana, países por los que ha viajado y conocido palmo a palmo, sociedades en donde la realidad nos interpela y nos hace artífices, creadores de una nueva sociedad lejos de la guerra civil y las dictaduras. Leemos de este período:

 

¡HASTA CUÁNDO!

Tiemblan los civiles al vibrar de los metales

huyen los valientes cuando surgen las verdades.

Caminantes descalzos y llagados

son los que hace años son buscados.

Madres, abuelas y hermanas hoy recorren

y rencores y perdones sin olvido.

¿Dónde están?

¿Dónde está mi derecho a abrazar tu tumba?

a llorar a mares en el océano infinito

a buscarte por playas y desiertos

excavando con las manos solidarias,

abriendo surco en la tierra pisoteada

esperándote, encontrándose, y perdiéndote.

Estando solas, juntas, ausentes con el dolor.

¿Y el perdón?

Nos preguntan ¡¿Hasta cuándo?!

Y la tumba vacía responde por nosotros

en este calvario sin estaciones,

ya casi sin emociones,

esperando,

decayendo

muriendo para todos

y el silencio impone un manto

olvidando a nuestros muertos.

Nuestras vidas

sin destino.

Del 2010 hasta la fecha, René Ortega hace un recuento de temas que pulidamente les da forma, les inyecta imágenes y crea metáforas en cada poema. La carga de sarcasmo que va perfeccionando mordazmente se puede apreciar en el poema siguiente:

 

ODA A LA CULTURA

Déjame descansar en tu pueblo miserable,

en tu esquina florida y ondulante,

en tu cultura milenaria.

Déjame regar con orina tus verdades sagradas,

defecar en el sepulcro de tus héroes de papel,

mancillar tu semilla y descendencia,

mutilar la vulva de tu esencia.

Déjame adoquinar las estrellas de tu cielo

y  empapelar tu miseria susurrante,

con cartuchos de metralla y una sonrisa en el rostro.

Déjame retozar entre las nalgas de tu madre putrefacta

y escapar hacia el cielo en un grito alucinante,

mientras vacío mi alma de locura delirante.

 

La literatura chilena está presente en nuestra cultura salvadoreña. Desde la novela, la narrativa y la poesía conocemos a: Roberto Bolaño, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Pablo Neruda.

No nos cabe la menor duda que René Ortega Meza va cobrando fuerza y voz en la poesía chilena contemporánea, un poeta radicado por causas del destino, y el trabajo, en el que una vez una chilena extraordinaria le llamó “Pulgarcito de América”.

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