Suicidio moderno

SUICIDIO MODERNO

Myrna de Escobar

Esa mañana despertó temprano, se acomodó en el desván, tomo el celular y se perdió en el juego en su móvil. Con la mirada perdida por la monotonía del mismo, el celular callo de sus manos, y creyó que era parte del juego.

Deliraba en una esfera irreal, absurda, tras setenta y dos horas de juego. Era incapaz de sentir los ojos, las manos y los pies.  Las horas habían volado como pájaros que huyen de una guarida en peligro.

Asfixiado por la angustia, rígido y con la mirada perdida, no logró articular una palabra razonable. En su mundo virtual, creía tener el control de su libertad, sin embargo, era esclavo de una estrategia virtual que lo alejaba de la realidad.

A la mañana siguiente, despertó ansioso, la mirada fría por el desvelo mostraba tristeza y enfado. Emprendió la búsqueda del celular. Su furia tempestiva iba en aumento, olvidó comer y ducharse. Revolvió todo hasta enloquecer. Crispaba los puños sobre la mesa y las paredes como león perseguido por su mismo salvajismo.

Al final, se encaminó al balcón y saltó al vacío llevando consigo el desencanto que le provocaba esa obsesión por el juego.

 

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