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Soy más viejo que mi padre

SOY MÁS VIEJO

QUE MI PADRE

Mauricio Vallejo Márquez

Coordinador

 

Es en verdad muy curioso el ser mayor en edad que mi padre y no porque rompa las leyes naturales. Pero ahora tengo 40 años, mientras que mi padre quedó suspendido en sus eternos 23 años, claro que a la fuerza.

Ver en mi álbum de fotografías como ese muchacho de quien procedo no se gasta, no se arruga, no se encanece, mientras que yo he cambiado tanto desde los 23 y eso que no tengo vicios que propicien un envejecimiento más acelerado. Mi padre en cambio sigue joven y más vivo que otros. Me carga, juega conmigo, me canta, me sigue tratando como un niño. Y esos arrullos siempre estarán allí sin importar cuantas décadas pasen. Así es el pasado, siempre presente y aún en el futuro.

Tengo un par de cassettes donde lo escucho cantar algunas de sus canciones, así como otras tantas conversaciones que sostuvo en la familia, mientras yo apenas descubría que había cosas para llevar a la boca. En cambio ahora que hablo más de la cuenta su voz se mantiene allí reposando a la espera de un tiempo mejor, si es que lo hay. Los

 

 

 

tiempos sólo son tiempos, en fin. Su voz acompaña también a mi bisabuela Julia, quien ya hace años se fue también.

Cuando lo veo cargándome imagino las palabras que pudo promulgarme en momentos dificiles, mientras lloraba de niño buscando su regazo o esperando su imposible regreso. Lo dimensiono enseñandome a rasurarme o alguna de esas tantas cosas que los papás le enseñamos a nuestros hijos. Cuando tenía siete años me lo imaginaba a veces tocando la puerta de nuestro apartamento en la Zacamil, donde seguramente si hubiera estado vivo ni se hubiera enterado que estábamos allí. Una vez incluso lo vi apoyado en el dintel de la puerta de mi cuarto con una camisa deportiva roja. Total, son esas cosas que nos quedan a los hijos de los desaparecidos, pues mientras no veamos cadáveres jamás hacemos funeral y entierro.

Cuando tenía 12 años vi a un sujeto que se le parecía en un bus de la ruta 26. Me sentí tentado a hablarle, pero no fui capaz, me contuve y la poca racionalidad que tenía (soñador desde niño) me detuvo.

Bueno, ya no puedo hablar con él, pues al fin envejecí más que él. A medida que leí más la Biblia y me acerque a Dios me dejé adoptar por Él y el Señor pasó a ser mi confidente. Sin embargo mi padre sigue siendo él y lo sigo evocando, aunque como quien guarda un amor por quien no conoce. Pues todo lo que sé de él es a través de historias. Qué podría recordar de él si apenas tenía un año y medio cuando me lo arrebataron.

 

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.